La Gran Caida

Prologo:

Es una novela de ciencia de ficción de un joven frustrado por su pocos logros en la vida, que busca despegar, aunque sus miedos le juegan malas pasadas. Gracias a una fuerte voluntad, cumplirá sus sueños y descubrirá cosas que jamás tuvo en cuenta. Avivando todo su potencial.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 LA GRAN CAIDA

POR CHALITO

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

                       

PRIMERA PARTE

 

  1. CUANDO UN SUEÑO SE ACABA

 

Todo el caos se veía venir a lo lejos, muchos apenas ni quisieron verlo. Las noticias ya dejaban ver lo inminente, más miedo y desastre, seguro se le ocurrió a algún perspicaz, creativo, “una avalancha de desgracias juntas”. Es una buena noticia comentó Andrés, pero creo que le falta algo mi amigo, unas gotitas de magia, no lo crees como esperanza, algo “imposible”, quiero que un equipo pequeño de fútbol gane algo importante como una Champions League o una clasificación al mundial, alguien que superó una enfermedad en etapa terminal, la guerra en Siria, algo que pueda hacer que nos vea más gente, sabes lo duro que va todo por acá. Mencionó el jefe de prensa del canal.

Necesitamos que nos vean más, últimamente muchas televisoras andan buscando las noticias y ya sabes, si nos distraemos perdemos, tan solo hace 5 años, nuestra audiencia era de lo más alta, ahora apenas y nos mantenemos, el internet junto con las redes sociales cada vez son las más preferidas. Eso es lo malo, todas las cadenas se han dado cuenta de cómo mantener los picos altos en la audiencia.

No era lo que él esperó, a menos de 1 año y medio, desde la primera firma estampada en un papel con esa empresa, Andrés Fonseca, aún mantenía la ilusión, sabía que pese a los pormenores la paz consigo mismo era lo que mayor felicidad le daba, había acabado la universidad, tras siete años; tuvo muchas dificultades, soportó y superó aquella etapa, pese a que siempre se presentaba alguna adversidad por el camino.

Una noche mientras miraba un juego de fútbol, hacía mucho calor y abrió las ventanas, era un compacto de un partido de fútbol repetido por ESPN, donde jugaba el real Madrid contra el Spotting de Gijón, no estuvo emocionante, pero lo miraba mientras bebía una lata de cerveza muy helada. “La sala estaba vacía, eso lo hacía feliz, por aquel momento, su familia se había ido de viaje”, su departamento por lo general lleno de gente; su cuñada, hermano, sobrino y padres. Él amaba a su familia, pero algunas veces le resultaba difícil, los llantos del niño, repentinas discusiones internas de ambas parejas se habían convertido en tan rutinarias que por momentos prefería encerrarse en su cuarto. Pensó en muchas cosas, hasta que se quedó dormido y soñó.

En su habitación abría las cortinas y las ventanas, miraba la calle, llena de tráfico casi todo el día, salvo domingos. Encendía su computadora y se entretenía, escuchando música o viendo algún video pornográfico que lo enganchase, o uno musical en YouTube. El tiempo era gastado en abundancia en aquel lugar por él, planeaba algunas cosas que por lo general nunca funcionaban a lo largo del día. Algunas ideas tóxicas inundaban su mente, escuchando sus pensamientos pesimistas entre otras conversaciones de sus padres, muchas de las cuales le resultaban “graciosísimas”, debido a cada contexto o tema que llegaban a sus orejas, motivo de sus discusiones.

Para lograr entretener al pequeño bebé, su mama, Raquel, repetía cosas tomadas de algún juego, programa o canción. Muchas de las cosas las repetía una y otra vez, y en algunas ocasiones provocaban las carcajadas del pequeño. Por otra parte, la madre de Andrés, presa de los chismes de algún programa farandulero de la mañana hablaba con una amiga por teléfono acerca de la venta de un departamento de algún personajillo farandulero local. Ella podía charlar por más de hora y media sobre aquel tema.

 

Su felicidad era incalculable, pues no, suponía Andrés. Además, tenía algo de pena. Pena de no llegar lejos, de que las cosas no vayan bien durante su camino. En un momento de felicidad, a gusto con su soledad, no paro de tratar de pensar, ¿cuál es la raíz de mis problemas?, no creo que vaya al “Valhala”, con los brazos cruzados. El secreto está en hacer cosas y no esperar que caigan del cielo.

Tengo que encontrar mi rol en el mundo, mis padres se están hartando de mi presencia, quieren que realice algún trabajo de mierda, uno de esos donde trabajas mucho y ganas poco, pero en fin creo que sé lo que me toca hacer, imagino.

 Recordó cómo llegó a trabajar en ese importante medio de comunicación. Salía de una clase de la universidad, caminaba yendo a casa, cuando obligado a parar por un semáforo en rojo, a lo lejos, cruzando la calle un imponente edificio se veía. Aquel tenía una enorme antena con un logotipo, que hasta el menos observador lo notaría si anduviese por esa avenida.

Caminó hacia la puerta de aquel recinto y un malhumorado guardia con voz amenazante le dijo: ¿qué quieres?, nada solamente me gustaría saber- “¿qué hago para pedir trabajo aquí?”- solo deja tu currículo que luego lo llevó a recursos humanos, contestó. A qué juego jugamos esta vez, es como la sexta que vengo a buscar trabajo aquí este año, y este mismo tipo ya va recogiendo por tercera vez mi currículo. Pensó camino a casa decepcionado.

Andrés se molestó consigo mismo, cómo es posible, ¡ya tengo veinticinco ¡y no he conseguido nada. No es posible, no puede ser que a esta edad mi experiencia con los medios sea tan mínima o casi nula. Creo que es hora de tener un rumbo, y no estar como un barco varado en medio del océano. Algunos pasatiempos divertidos tendrán que ser sacrificados o guardados para algún momento de la semana o para una tranquila noche.

Casi todo su tiempo se le iba en esa dichosa universidad, un poco cara, por cierto, los bolsillos de sus padres sentían mucho cada mensualidad. A lo mejor quedo algo de resentimiento por parte de sus padres hacia él. Andrés mintió dijo que todo había ido bien, y nada más alejado a la realidad. Se había vuelto dejado, ya no le importaba las cosas de gran valor, faltó a muchas clases, llegó a irse a los golpes con su padre y apenas estudiaba para los exámenes.

Lo trágico para él había llegado, la inocencia con la familia estaba en su etapa final, cada vez se hacían más expresivas las disconformidades en casa. Cualquier cosa podía estallar una guerra mundial allí. Y motivos no faltaban, su padre iba a trabajar ocasionalmente, cada vez menos, una estafa lo había estancado, ningún miembro de su familia podía negarlo, le hicieron daño, se encerró al igual que su hijo en su mundo.

Las deudas llegaban al igual que las discusiones. Su mamá, Ana Cisneros, exigía a su marido que saliera, que se buscara la vida, no había forma, ella decidió quedarse callada, y claro, para mayor de los males, su hijo había sido expulsado de la universidad por bajo rendimiento académico. La tranquilidad no era uno de los dones de Andrés, por aquellos años impaciente, rencoroso, buena persona, pero por lo general bastante ingenuo. Confundido por aquella etapa, buscaba a su novia de aquel entonces y desfogaba en ella todas sus bajas pasiones, que eran bienvenidas con mucho gusto por su parte.

El sentimiento de culpa iba desapareciendo en Andrés, con el correr de los meses, realizó como cuatro trabajos antes de realizar uno donde era reponedor en el área de calzado de una tienda por departamento, esas donde se vendían todo tipos de cosas desde pantalones hasta juguetes. Los días y horas pasaban e iba descubriendo día a día que detrás de lo que vemos a diario hay mucho trabajo detrás.

La gente es muy ingeniosa, comprobó algo; en su trabajo había muchas maneras de robar, una muy común que vio como 3 tres veces, era como personas robaban polos quitando las piochas de camisas o zapatos, cualquier cosa en verdad. No crean que todo es malo también notó muchos chispazos de luz, personas que devolvieron algún objeto de valor como celulares y billeteras. Por otra parte, por “experiencia personal”, cerca de su centro de trabajo había un parque en medio del centro de la ciudad. Uno donde pasaba de todo, muchos ladrones se reunían en círculos para planear alguna fechoría.

Una vez un patrullero se estacionaba y con unos bocinazos llamó, a lo lejos a dos chicos, los cuales se dirigen en dirección hacia el patrullero, que se había movido una calle más adelante. Uno de ellos corre un poco más deprisa y deja billetes en la mano del policía que iba de copiloto. Lo gracioso, de todo aquello, fue poder comprobarlo, cuando uno de los jóvenes pasaba por el lado de Andrés y le comentaba al otro, “estos ternas sin hacer ni mierda se quieren llevar todo el billete”.

Encontrabas todo tipo de drogas en aquel parque desde cocaína, pasta y marihuana, las más solicitadas, aunque hablando con uno tras otro podrías contactar con alguno con otras drogas más psicodélicas. Lo descubrió cuando un sujeto abiertamente le ofreció lcd mientras por ahí pasaba yendo a casa.

Un día buscaba un poco de “maría”. Caminó unos pasos y encontró a aquellos, los dos chicos que había visto una semana atrás vendían algunos chismes, objetos como pulseras, collares y pipas. Uno de ellos con un pequeño moño de marihuana. Oh si estos traen algo bueno pensó Andrés.

Deliberadamente se confesaba a sí mismo su verdadera intención, quería eso, por más que tuviese que llegar catorce minutos tarde a su centro de laburo (como dirían los argentinos). Los dos chicos de entre diecinueve a veintidós años aproximadamente pensó él. No tenían aquel producto en los bolsillos (más que aquel moño), más adelante, se lo fumaron los tres en una pipa mientras esperaban.

Aseguraron a Andrés que podían conseguirlo, quería solo un cheque (diez soles), si esperaba alrededor de unos 25 minutos, es más, uno de los sujetos muy trigueño y con una enorme barba, le ofreció aquel moño, y tras unos hits, con unas caladas que producían profundas toces, mencionó que si esperaba podía quedarse con la pipa que él desee. No lo dudó y aceptó la propuesta de aquel extraño.

En la vida, casi todas las decisiones sean malas o buenas, tienen repercusiones en el futuro, es así como Andrés decide quedarse olvidando de lleno el trabajo, no le importaba odiaba ese oficio. Los chicos guardaban, cuidadosamente, acabado todo- ya me entienden-todos los chismes en sus respectivas mochilas. A Andrés le parecía increíble que todos esos artículos cupieran en esas pequeñas talegas. Habían, ya, pasado 45 minutos, la cara de impaciencia se hizo evidente en el rostro de los 3 sujetos.

Andrés, ya desganado confesó,”! ¡A su!  cuánta demora”, “puta madre son unas fallas me hacen esperar por las webas aquí”. Baja tu tono baboso, nadie te agarra, te puedes largar ahora mismo, si eso es lo quieres, manifestaba uno de los jóvenes, que llevaba dreads en el cabello. Además, no creo que demore mucho me tiene que traer algo, decía el barbudo. Andrés, algo cauteloso, Andrés analizó su tono de voz e imagen corporal y era verdad lo que decía.

Babilonia repleta, pues como recordaba era viernes 23 en Lima, y encima a pocos días de celebrarse el 25 de diciembre. Andrés se torturó la mente. El sujeto que esperaban apareció a las 6:30 pm, un gran alivio en la cara de aquellos, había traído un porro prensado muy mal, se notaba, pero, en fin, salvaba la situación. Los insultos igual le llovían al tipo, su excusa fue muy tonta, el tráfico estuvo muy intenso. No podías haber avisado, dejaste de contestar como hace quince minutos. Recriminaba el rasta. Es que se me acabó la batería se defendió.

Tenía batería, timbraba y estaba encendido con el sonido en vibrador, aunque Andrés noto que en un momento se alejó, probablemente a responder un mensaje de WhatsApp. Aquel chico se notaba ingenuo y de unos diecisiete años. Andrés notó que estaba muy drogado, los cuatro lo estaban, pues rápidamente le quitaron el porro y le dieron unas caladas. La timidez ya no existía en Andrés, ya no tenía miedo a tratar con la gente desconocida. Lo hacía con tanta fluidez en su trabajo que simplemente se realizaba bien con todas las personas.

Aquel chico comenzó a repartir lo tan ansiado para los tres, en la avenida a luz de todos, quizás nadie decía nada por las condiciones en las que estaban, todos estaban, volando muy alto, pero no vueles tan alto que puede ser más aparatosa la caída, y después caer de cara. El primero y más apurado en pagarle a aquel sujeto fue Andrés, dispuesto a olvidarlo todo una vez que recibió aquella bolsita. Luego, fueron los otros dos recogían una bolsa llena de pedazos de papel periódico, cuyo contenido dentro desconocía Andrés.

Toda aquella transacción era observada por un patrullero que estaba, sigilosamente escondido, pero muy atento a lo que sucedía alrededor. Todo parecía ir bien, inclusive uno de los chicos propuso fumar juntos, Andrés y todos los demás encantados de seguir aquella decisión, mientras fumaban el porro mal roleado. El dealer mencionó que tenía otras cosas que hacer y se fue.

Todos iban caminando, tal vez rumbo a las afueras de un enorme campo en donde la gente suele practicar deportes como natación, béisbol, basquetbol, fútbol, tenis, cricket entre otros, por alguna calle vacía, quién sabe. Para su mala suerte no encontraron un buen lugar para fumar, todo estaba lleno de policías. Pasados unos minutos de seguir buscando, encontraron el lugar adecuado para hacerla, ¡este spot es!, dijo Andrés. Luego de largas risas y comentarios incoherentes, un policía se plantó frente a ellos, su compañero venía con él.

¡Qué hemos hecho jefe!, mencionó Andrés. A ver qué llevan ahí dijo el policía, el sujeto con la enorme barba había tirado el troncho a un costado antes de que lleguen ambos. El olor los delataba y sus ojos también.

Los policías rápidamente pidieron el DNI a todos, no dijeron ninguna palabra más, con los documentos en mano el más gordo de los policías, con un rostro pensativo se dirigió al patrullero. Mientras que el otro de una imponente calva y un bigote, les pedía a ambos chicos que abrieran la mochila. Revisó la primera tenía 3 cierres, en la primera tenía una enorme bolsa llena de pipas, collares, pulseras, aretes, etc. En la siguiente una pequeña bolsa blanca bien al fondo, además de esa bolsa el sujeto tenía una billetera, un paquete de condones marca Durex, tarjetas de crédito de hace mucho caducadas y un rosario.

Abrió la bolsa y encontró todo, abrió un envoltorio en la cara del rasta y el agente preguntó: ¿qué es esto? No sé cómo ha llegado ahí jefe, a no sabes en tono sarcástico argumentaba el policía. El policía miró con cuidado y era marihuana, alrededor de 10 paquetitos puestos en pedazos de papel aluminio. No quería pensar, nada bueno puede salir de aquella tremenda metida de pata, pensaba Andrés. Él estaba muerto de miedo, sus ojos se habían dilatado, la realidad es a veces aparatosa, como lo fue en ese momento.

Subieron, al instante a los tres jóvenes al patrullero, donde se transportaban los agentes de la ley. Todo fue tan surrealista, era la segunda vez que le sucedía. Hace algunos años atrás decidió ir a alentar a su equipo de futbol, universitario de deportes, convencido por un amigo que era parte de la barra brava de aquel equipo. Él le dijo a Andrés todos quedaremos en el Lolo Fernández y caminaremos hasta Matute. Y ahí fue con un polo blanco que pinto con un Sprite el símbolo de la U. Caminaron como 200 jóvenes y más se iban acoplando conforme fueron avanzando y alentando por las calles del centro de la ciudad. La cosa comenzó a salirse de control muchos comenzaron a tirar piedras a las casas aledañas y otros a hacer fechorías. Los negocios cerraban sus establecimientos hasta que la barra siga de largo. La cosa comenzó a calentarse cuando llegaron a Polvos Azules, pues muchos policías llegaban con dos tanquetas echando agua a los barristas, dando fuertes porrazos a todos aquellos jóvenes que encontraban de camino con tal de disuadirlos, y subiendo a los patrulleros a todos los que podían, inclusive lanzando gases lacrimógenos contra estos. Andrés incomodo, aunque logro esquivar a los agentes de la ley, cerca de la avenida México decidió coger un bus a su casa, pues en la Victoria ahora los que los esperaban ya no eran solo policías, sino también la barra rival. 

Llegar a la comisaría era de no creerlo, sudaba mucho, su mente quedó un momento en shock, comenzó a darse ánimos, es mi primera vez aquí y no tengo nada, claro era mentira tenía en uno de sus bolsillos la bolsita transparente recibida antes del bochornoso rato.

En el patrullero, crees que no sabemos quiénes son pedazos de basura, hemos estado tras sus pasos durante mucho tiempo, sabemos que ustedes les consiguen todas esas porquerías a todos los adictos de la zona, amedrentaba el enfurecido policía. Jefe por favor arreglemos, entienda mi situación, tengo una hija dijo uno de ellos, con mayor razón no deberías exponerte tanto, te encontramos drogado, cambió de expresión el joven y se reía el policía.

Además, el policía se hizo el sueco, ya no lo oía, ya te he dicho, tú no tienes que hablar nada conmigo el comandante que está en la comisaría ya verá lo que hace contigo y con el otro también. Ya en el recinto esposados los tres sujetos eran conducidos hacia la oficina de aquel superior. En el camino Andrés, observo como algunos periodistas de policiales, afuera esperaban como halcones con mira a su presa, alguna primicia, que saliese algún comunicado o alguien dispuesto a declarar.

El trato que recibimos aquí es inhumano, dijo el rasta, mientras que Andrés observaba todas las personas que ahí se encontraban, serán violadores, asesinos, agresores de mujeres, todos los casos se juntaban en aquel gran purgatorio que unía a todos aquellos acreedores de un crimen. El comandante esperaba, muy obeso él. Los observó. Venían acompañados por los dos policías. Ciérrame esa puerta, fue un pedido tajante que el comandante lanzó a uno de los policías, y este procedió a obedecer.

Los “guardianes del orden”, dejaron en el escritorio de aquel miembro importante de la policía, todos los objetos que incriminaban a aquellos muchachos. Y qué es esto, puedes explicármelo, pedazos de mierdas. Se levantó de la silla del escritorio y propinó una tremenda bofetada al rasta que se llamaba Martín Sarmiento, lo supo Andrés cuando inmediatamente después del golpe le leía un parte policial, ese sí que estaba jodido, era reincidente.

El coronel dijo: oye veamos, primero tienes una denuncia de 450 soles por parte de Dorita Vargas, vaya es por paternidad, tienes una hija, Dona de 3 años, y cual llevas atrasado dos meses; un robo con arma blanca a los dieciséis años, estuviste a punto de ir a la correccional cuando eras menor de edad; enfrentamientos de pandillas, y robos al paso con una motocicleta en diversas avenidas de la ciudad.

Se nota que te encanta estar engrilletado de los pies a la cabeza, tus delitos son esos o hay algo más. Argumentó el policía, Mientras que el barbudo llamado Alexander Zacarías mucho más sensato, pero muy pasivo mencionó “yo solamente vendo esto para ayudar a mi viejita”, era cierto tenía una madre de 80 años. También, con una vida truncada por el uso abusivo de las drogas y el alcohol, no tenía un prontuario tan complicado como Sarmiento salvo algunas peleas, seguramente de pandillas, pues se notaba un enorme tajo en la cabeza, había recibido un tremendo botellazo se notaba.

Andrés era nuevo no conocía ese lado de la vida, él se había complicado siempre, dejó trunca su carrera, la inseguridad siempre le jugaba malas pasadas, cada día, los más allegados a él esperaban en qué pie se dispararía esta vez. Lo tenía todo comida, amor, inteligencia, amigos, hasta una actitud que inspiraba a los demás, pero algo no iba bien sus ya comentados cambios de ánimo podían llevarlo del cielo al infierno de manera rápida.

Los policías apenas y le prestaron atención, ni siquiera lo interrogaron tenía cara de tonto o inocente. Las cosas con el pasar de los minutos, progresivamente, se iban acalorando más. Vamos a ver Sarmiento quieres que yo colabore contigo, pues tienes que colaborar, yo sé que tú no mueves merca acá, pero tú conoces a esos peces gordos, dame nombres y te ayudaré, veremos qué pasa. De verdad jefe yo no lo conozco si usted nos hubiese agarrado unos diez minutos antes tendría al pez gordo de verdad, pero él ya se había ido, respondía al comandante.

Sé que le dicen calichin, pero nada más, (en verdad si conocía el nombre, pero no iba a delatarlo, no era un soplón). Ya veo mira yo creo que la cosa con ustedes va ser un poco complicada. Mira ya me está cansando todo esto repetía el coronel. Sarmiento si quieres salir quiero 3000 ahora. ¿Cuánto tienes? tengo 60 soles jefe en mi casa tengo como 1500. Pues no hay trato tendré que encerrarte en el calabozo; mira tengo unos 2 kilos de coca de una incautación en una mecánica. Te lo voy a embaucar, viste a todos esos periodistas allí afuera.

Buscan carne de cañón, y creo que tengo la coartada perfecta tú serás el loco Sarmiento, tu Barrabás y tu pulgarcito, De acuerdo, ustedes son los principales miembros de la temible banda de los “terribles del cono norte”. Los encontramos con PBC, ustedes intentaron huir de la autoridad, pusieron resistencia con armas de fuego. Creo que por todo eso les darán unos 4 años. Zacarías llorando jefe tengo 800. Andrés en silencio, aún no le pasaba el efecto. Mientras que Sarmiento, jefe le doy mi tele, un microondas y lo que haya en la casa, por favor tengo una hijita, ella necesita a su papá.

Los dos policías y el comandante explicaron, su jugada maestra. Saldremos en dos patrulleros, antes hicieron algunas preguntas acerca de la dirección de sus domicilios y si vivían con alguien. Ambos mencionaron que no, que sus casas estaban sin familiares. El comandante se llevó a Sarmiento y Andrés, mientras que los dos policías hacían lo mismo con Zacarías.

Todo sería simple, acompañaron a ambos a sus domicilios, estacionaron los vehículos cerca de la casa de ambos vestidos como civiles y estos “guardianes del orden”, ya dentro recogerían todo lo acordado.

Así fue con el botín en los coches, el comandante dio la orden de dejar en paz a Zacarías al igual que Sarmiento, ambos de humildes recursos, ahora estaban sin nada. Andrés se quedó con el comandante, en el patrullero le dijo mira yo sé que tú no eres como ellos, ya son como las 4 de la madrugada y estoy muy cansado, pero no te puedo dejar así nomás. Veo que tienes lindas zapatillas, quítatelas y dame todo lo que tengas en el bolsillo, te dejo en la esquina. Tenía como 15 soles en la billetera y un celular moderno.

Bájate bájate bájate, gritó el comandante a Andrés, antes de llegar a la esquina acordada. Siendo cerca de las 4 y 30 am. Lo dejaron al otro lado de la ciudad respecto a la distancia de su casa; descalzó, abrumado y hambriento. Caminó unas cuantas calles hasta que llegó a una parada de autobús. Durmió allí hasta las 6 am hasta que encontró un bus que pasaba cerca a su domicilio. Cuando llegó sin zapatos y oliendo a un olor nauseabundo, sus padres le preguntaron ¿qué te pasó?, llamamos a todo el mundo hasta pusimos una denuncia a la policía (no quiero volver a oír esa palabra en mucho tiempo), pensamos lo peor. Andrés se excusó fui a una fiesta, me encontré con un amigo de la infancia, saliendo del trabajo y me convenció de ir, cuando regresaba unos maleantes me quitaron todo lo que llevaba encima.

Ahora solamente desearía dormir un poco contestó. Durmió como 10 horas aquel día. Sus padres sabían que él mentía pues llamaron al trabajo de su hijo y se enteraron de que había faltado, lo dejaron pasar, estaban felices de tenerlo a salvo en casa.

Andrés se despertó como a las tres de la madrugada, una fuerte brisa de viento había entrado por la ventana y había tumbado un jarrón encima de una mesa al lado del sillón donde dormía. Tenía una lata de cerveza en una mano que no se derramó de milagro pues quedaba muy poco líquido dentro de esta. Al instante reaccionó y recogió el jarrón del suelo que a su vez había ensuciado la alfombra con cenizas de cigarros; conchos de vino, cerveza, entre otros tragos; bolitas de papel higiénico aparentemente llena de mocos; mucho polvo; juguetes olvidados de bebé. También habían caído en la alfombra, y algo curioso una especie de canica un poco más grande cayó al final. Tenía un ojo abierto dentro de ella, en un primer momento no llamó más de la cuenta la atención de Andrés que prefería limpiar toda la mierda que se había acumulado en la moqueta.

2) MOMENTOS

Era un día más, Andrés debía ir al trabajo y manejar el switcher. Le gustaba ese trabajo ponía cuñas, videos de presentación, reportajes que hacían los practicantes, etc. Tenía constante trato con el presentador de cada programa avisando cuando salía al aire, o cuando el conductor mandaba algún corte. No pensó acabar en ese puesto. Raquel la ex encargada de aquella máquina tenía mucha paciencia y enseñó bien a Andrés, empírica ella disfrutaba mucho de la soledad, al igual que Andrés, ella prefería un buen libro a una salida al cine o una juerga, muchos chicos intentaron invitarla a salir, sin embargo no hubo forma en fin no perdía jamás el tiempo, según ella, abiertamente afirmaba que su pasión estaba por delante de todo, con tan solo 21 años ya había logrado graduarse y acabó dando el discurso final de graduación en aquella prestigiosa universidad al sur de Lima. Se había alejado del mundo de la televisión y ahora se desempeñaba como crítica de cine, en un prestigioso diario de la ciudad, y además de un espacio de dos caras, todos los domingos, donde comentaba temas culturales, eventos y exposiciones de arte, conciertos de música, danzas folclóricas, fotografía y novedades en las publicaciones de libros, en algunas ocasiones primicias en nuevos videojuegos. No es que Andrés la envidiase, por el contrario, la quería mucho.

El segundo día en la empresa vio a Raquel, muy ajetreada. Andrés le preguntó si podía ayudarla, faltaba gente en aquella sección. Si ayúdame contestó. Siéntate en la silla hoy aprenderás a utilizar el switcher, yo te voy a decir que hacer, mientras acomodaba las luces del estudio y ajustaba el balance de blancos de ambas cámaras.

Dio las instrucciones, pon esto y lo otro, calibra este micrófono, los agudos, graves y el retorno van así, los videos se adjuntan de esta manera y sus tamaños al aire se acomodan con esta opción. Era buena profesora, Andrés siempre la admiro. En menos de dos semanas Andrés era un experto.

La cadena de televisión donde trabajaba contaba con poco presupuesto, como mencioné al principio, los años dorados habían pasado. La empresa buscaba nuevos acreedores y no dudó en aliarse a la competencia, un canal vecino que pertenecía a una importante franquicia conformada por importantes bancos, cadenas de restaurantes, 1 aerolínea de viajes, supermercados, debo estar olvidando algún rubro más, pero era enorme. Las inversión no tardó en llegar al canal, muchas cosas cambiaron, las cámaras con formato VHS, las modificaron a formatos digitales más simples, inclusive adquirieron cámaras 2k, con resoluciones impresionantes. Al mismo tiempo que llegaban las inversiones, las carteras de clientes aumentaban y con ello las responsabilidades.

Ese mismo día una nueva conductora aparecería. Se llamaba María Paccagnini Rodríguez de 29 años, era delgada llevaba un pantalón negro muy pegado con un polo negro, era castaña, con unos enormes ojos azules, que resaltaban más debido al delineado de sus ojos, llevaba desde los 11 años apareciendo en propagandas de champú, cereales y luego a los 16 debutó como modelo de prestigiosas marcas como Tommy Hilfiger y Versace e innumerables marcas de ropa de verano. Era muy conocida en la televisión local, Andrés había leído algunos artículos que hablaban de ella en revistas de moda. Antes de entrar al mundo de la televisión protagonizó algunos bochornosos incidentes ebria en alguna playa del sur.

Andrés notaba el fuerte carácter de Paccagnini y sobre todo, la pésima forma con la que trataba a los asistentes, un iluminito por error le dio un breve pero enorme chispazo de luz en el rostro, siempre sucede a la hora de probar la luz, pero ella no perdonó esa acción tomándola como una ofensa y gritó “oye inepto ten más cuidado, tenía enormes aires de grandeza, miraba por debajo del hombro a todos a excepción de los gerentes, cualquier recomendación era tomada por ella como un agravio, siempre a sus aires respondiendo mensajes en el celular, sin importarle lo que sucediese a su alrededor, ella no creía en el compañerismo, sus amigos eran unos provenientes jóvenes, era soberbia y quería esclavos a su alrededor, proveniente de una familia aristocrática, tenía tíos, primos, amigos y abuelos, que ejercían diversas ocupaciones muy particulares, políticos, economistas, deportistas famosos, dueños de importantes corporaciones , escritores, publicistas, fotógrafos reconocidos hasta algún pariente galardonado con un premio nobel.

Era inaudito, Andrés no quería comprender la mente ganadora de aquella mujer, el delito en esa familia era el fracaso y vaya que los hubo, fracasos, hasta aquel tío, Martin Paccagnini lo confesaba, pase de todo para conseguir lo que tengo, con mucha alegría ahora dueño de una de las más importantes galerías de arte y constructoras, hermano de su padre, constantemente solía escapar de clases de pequeño, se enfrascaba en tremendos líos, siempre fastidiado con mucho desprecio por parte de sus compañeros de clase que lo solían insultar por su gran sobrepeso.

LA HISTORIA DE MARTIN PACCAGNINI

La vida había sido muy amarga para él, su comportamiento se debía a que, de pequeño sumergido en la más desbordada opulencia, egocéntrico y egoísta, castigaba a sus nanas con sus constantes berrinches, preso de unas abominables ganas de llamar la atención del resto. Sus primos más pequeños iban descubriendo, como a los seis años, cuando tenían la curiosidad de abrir una puerta que sus padres de manera tajante habían prohibido la entrada, pues según ellos, en aquel cuarto había antigüedades, la mayoría jarrones tan viejos que al menor contacto, debido a su fragilidad, se romperían, tampoco creían que su hijo fuese tan listo de alcanzar descubrir la ubicación de la llave de la puerta, además pensaban “si este tarado las rompe no ganaremos nada de plata, esas antigüedades valdrán mucho dinero en los próximos años”, manifestaba su padre. Por aquel entonces, sus padres no confiaban en la actitud traviesa de su hijo. Pese a todas las proyecciones a futuro planificadas por sus padres. No es que guardaran con mucha minuciosidad la llave de aquella puerta. Los niños robaron la llave, porque se hallaba en una mesa de noche donde sus padres tenían casi por manía despojarla ahí. Eso Martín lo sabía muy bien.

Él y sus primos no tardaron en encontrar las llaves. Entraron a aquella habitación y se sorprendieron, de observar tanto polvo y olvido a oscuras. Uno de sus primos no paraba de tocar las cosas, pese a que Martín había advertido en general de todo ello, es muy poco prudente siquiera pensar en gritar o hacer bulla, estaba en la mente de todos, pese a sus cortas edades había mucha planificación en aquella travesura.

El problema comenzó cuando uno de los pequeños de casualidad tropezó con una maleta en el suelo debido a que las luces estaban aún apagadas, un jarrón cayó al suelo, el ruido llamó la atención de todos los invitados, familiares y amigos, todos reunidos por una gran fiesta dada por sus padres. Cayeron algunos jarrones como piezas de dominó. Hubo un gran escándalo en aquella casa, muchos padres de los niños implicados comenzaron a salir muy apresurados de aquel lugar, lavándose las manos de aquel suceso, pensaban que así se ahorrarían el mal rato. Cuando todos fueron a ver qué sucedía, sus padres ni siquiera miraron el rostro de su hijo, estaban enfurecidos, y ambos fueron nadie sabe dónde, el resto comprendió que la función había llegado a su fin. Su abuela juntó a un tío llevaron al pequeño Martin a comer una hamburguesa, no querían ni pensar de la tremenda paliza que recibiría si es que lo dejaban en su casa.

Con el pasar de los años, por aquel entonces, pequeño, había ido perfeccionando las malas mañas, si al comienzo había sido un mediocre estudiante, siempre con bajas calificaciones, jugaba pesadas bromas a los profesores dejando alguna chincheta en la silla de algún docente, su comportamiento en reuniones familiares y sociales, siempre habían sido de lo peor, contaba intimidades de sus padres en público, un día en una reunión de padres, jajaja, mi papá camina desnudo en la casa, mi mamá se la pasa hablando de que a la vecina ya no aguanta a su marido, intervenía en las conversaciones de sus padres y con total desparpajo mencionaba eso, que luego fue castigado a correazos en el trasero, por parte de su madre una guapa ex mesera de la selva.

Su padre muerto de vergüenza aceptó la realidad, las miles de conversaciones, que empezaban por travesuras y maldades de su hijo, y que terminaban en sollozos entre ambos, todo se solucionaba, después iban a lugares como parques de diversiones, jugaban juegos de video o a por un helado. En verdad su padre pensaba que solucionaba los problemas con sus métodos, al día siguiente, o quizás pasados unos días nada cambiaba.

La herencia que parecía infinita llegaba a su fin, el padre de Martin no había manejado bien sus cuentas, la compañía constructora tambaleó, pero sobrevivía por inyecciones desesperadas de dinero por mantenerla a flote, sino muchos trabajadores irían a la calle. Esos problemas fueron muy típicos durante esos años, los viajes, trajes, cenas, vehículos, cruceros, en fin, iban ahorcando a la familia, hasta que la empresa dejó de generar ganancias. Las preocupaciones se transformaron en depresión, la empresa cerró, el cabeza de familia ideó alguna forma de idear alguna fórmula para reflotar, se acostumbró a no salir de su casa, el colchón de su cama empezó a hundirse, engordo, la espera del reflote nunca apareció, las ideas se le habían acabado.

Algunos amigos iban a visitarlo seguía siendo el mismo, aparentemente, los delirios de grandeza aparecían al lado de sus “seres queridos” siempre con palabras de ánimo, esto es pasajero ya pasará. Con el paso del tiempo sus amigos dejaron de frecuentarlo. Enfermó de cálculos renales y su mujer mucho más joven, se aburrió de él, su matrimonio estaba muy descuidado, al igual que su salud. No prestó atención a ninguna advertencia médica, su hijo Martin ya de 16 años perdió el año escolar, la enorme casa en la que vivían ambos, sucia y descuidada, su gran jardín se convirtió en una enorme jungla y que algunas ramas entraban a las ventanas y algunas raíces dañaban la casa levantando mayólicas y cemento.

Su hijo acostumbrado a comer en la casa de algún amigo dejó de ver a su padre, su madre simplemente había desaparecido. Martin iba a dormir a casa de su abuela. Un día preocupado por su padre fue a verlo, después de una semana, la sorpresa empezó en el vamos. Un enorme cartel en la puerta de su domicilio que decía “embargo”. Malditos rateros, expresó Martin. La puerta claramente forzada presagiaba lo que a continuación encontraría, se llevaron muchas cosas: la cocina, una enorme estatua que imitaba al discóbolo, un tremendo equipo de sonido, entre otras cosas, Martin se apretaba los dientes.

Caminó por la casa, buscando a su progenitor subió por las escaleras, fue a la alcoba de su padre, en mente tenía darle un tremendo regaño, no hubo nada de eso, botellas de licor desbordaban la habitación, eso preocupó a Martin que no conocía esa faceta de su padre. Fue a los baños, cuartos de invitados, pasillos, desesperado, no había rastro alguno.

Recordó la habitación “oculta” fue hacia allí, no había jarrones ni nada, encendió la luz y notó que al fondo en vez de puertas unas cortinas colgaban, fue a ver lo que había detrás, no era nada bueno, apestaba a muerte, todo ese lugar lleno de moscas y ratas, su padre con los ojos abiertos estaba tendido en una alfombra repleta de sangre, en lo que parecía, en sus mejores tiempos, un elegante altar religioso con muchas velas, imágenes de santos, pasajes bíblicos escritos en la pared, rosarios, inclusive una especie de látigo.

El pequeño Martín, estaba viviendo en carne propia la escena más escalofriante de su vida, parecida a la de una película o videojuego de terror. La rodilla izquierda de su padre estaba rota, desde el fémur hasta la tibia, a punto de desprenderse, parecía que algo hubiese salido de su cuerpo, sus huesos, grasa, tendones estaban contraídos hacia un lado el resto era como un conducto, uno enorme vacío.

El cuerpo no tenía indicios de ser un asesinato, ni tampoco un suicidio, pero sí un criadero de larvas de moscas que poco a poco se comían el cadáver. El puño derecho de su padre llevaba un amuleto en forma de un equino, Martin lo cogió y lo guardo en su bolsillo. Rápidamente llamó a su abuela y esta a los policías, todo había sido muy rápido en tan poco tiempo no paraban de llegar las desgracias.

Acompañados de policías, llegaron los peritos para determinar que había pasado con aquel hombre. También, los acompañaron periodistas atraídos por aquel suceso, no era normal que un hombre rico cállese en tremenda desgracia. Los especialistas no podían llegar a especificar las causas de su muerte, aunque lo más convincente fue mencionar que debido a su obesidad, había desarrollado diabetes de tipo 2 que le ocasionó un infarto que acabo con su vida, y días más tarde sería el manjar de todos aquellos animales que merodeaban por su casa. Y sobre la rodilla, una rata habría mordido la rodilla, ocasionando un enorme hueco, subiendo por la pierna y devorando todo hasta llegar al aductor. Mencionó el parte forense.

La prensa aplastó a esa familia, en toda la ciudad y el país entero, se habían enterado del suceso, alrededor de 3 días, se hicieron muchas portadas sobre aquel tema, comentaristas en la radio invitaban especialistas a discutir sobre el tema, un psiquiatra invitado, ni tonto ni perezoso, invitaba en aquel espacio a que las personas con problemas similares se tratasen en su consultorio. Un periódico amarillista hizo una investigación “más profunda del tema”, consiguió fotos de la capilla de aquella casa, y no dudó en poner de portada “HOMBRE SE MATA POR PACTO CON EL DIABLO”, se notaba el esfuerzo de aquel grupo, pues mostraron fotos inéditas del hecho, además de testimonios de algunos amigos. Uno de ellos manifestó que era practicante habitual de la quiromancia, pues en algunas ocasiones bromeaba leyéndoles las manos a sus amigos, y que muchas veces acertaba en sus predicciones. Aquel sujeto lloro frente a los reporteros y mencionaba que en los últimos momentos de vida siempre estuvo al lado de su amigo.

Como toda noticia, la caducidad llegó y fue opacado, cuando una bailarina de espectáculos admitió frente a cámaras que su novio en reiteradas ocasiones solía propinarle brutales palizas, por sus coqueteos con sus fans, todo el público cambio de dirección sus ojos, para prestar atención a aquella nueva noticia. Los años pasaron de aquel suceso, que mejor el tiempo para curar un momento de tanta tristeza para Martin Paccagnini.

Su abuela paterna, una famosa artista plástica cuidó de él, Martin era otro, recuperó los años perdidos a base de mucho esfuerzo, ya nadie iba a cumplir sus caprichos salvo él mismo, se encapsuló, esforzándose mucho en su escuela obteniendo sobresalientes notas ingresando a una de las mejores universidades del país, eligió administración, acabo en un tiempo prudente, no tuvo desaprobado alguno, ya conocía la realidad, el dinero es muy difícil de obtener y no quería desperdiciarlo reprobando. Esa profesión era como anillo al dedo para él, parecía que lo llevaba en la sangre, con tan solo 23 años entro a trabajar en una de las mayores constructoras del país y paso administrar la galería de su abuela, muchas decisiones suyas hicieron ganar millones a aquella compañía, era arriesgado pero prudente a la vez, planificó junto a su equipo de asesores uno de los mayores proyectos inmobiliarios, vendió condominios y casas de lujo en una exclusiva playa, llena de tiendas de lujo, supermercados, concesionarios de automóviles, bancos, restaurantes, además era común toparse con políticos, futbolistas, empresarios, modelos, personas de la farándula, era simplemente una gran idea puesta en práctica, si eras alguien importante tenías que estar allí.

Por otro lado, a causa de la edad avanzada, la abuela de Martin falleció, el intento pagar todo el sepulcro en agradecimiento a todo lo que ella había hecho por él, además mandó hacer un enorme mausoleo en honor a ella y su trayectoria con un mensaje emotivo escrito de sus manos, unos agentes del gobierno gracias al incalculable aporte cultural que dejo al país, pidieron costearlo todo y construirlo en un enorme cementerio del centro de la ciudad, donde grandes personajes de la nación, tenían su descanso eterno allí.

EL NACIMIENTO DE UNA AMISTAD

Un día Andrés estaba sentado en el comedor del canal, leía algo en su Tablet, hasta que llegó Jaime, un trabajador del canal, era uno de los más tipos graciosos del canal, siempre de buen humor, se tomaba muy bien los problemas afrontándolos siempre con una sonrisa en el rostro. Andrés y Jaime tenían muchas anécdotas, habían ido muchas veces juntos a hacer reportajes en la calle.

Jaime le contó un chiste que había oído por ahí, el día anterior, ¿cómo se llama el campeón de buceo japonés?, cómo dijo Andrés, TOKOFONDO, respondió, y ¿cómo se llama el subcampeón?, KASITOKO, soltó una gran carcajada, Jaime tuvo una llamada y solicitaban su presencia inmediatamente, se fue rápidamente soltando una carcajada, mientras que Andrés se quedó muriendo de risa por el mal chiste. Arisbeth Paccagnini pasaba por aquel lugar, iba a comprar su almuerzo y por desatenta, se golpeó uno de los dedos del pie con una meza, sus sandalias con piedras swarovski se rompieron. Ella notó la risa de Andrés y pensó que se trataba de una burla, se paró frente a él y fue a recriminarle, “oye imbécil de que mierda te ríes maldito pobre diablo, tú crees que es gracioso”. Andrés que no entendía nada, le respondió, ¿perdón?, notó la sandalia rota y el dedo meñique de su pie enrojecido por el golpe. Yo no me río de ti, tú no eres el centro del universo. Así respondió Arisbeth, eres un idiota, en fin, no me interesa de lo que mierda te rías. Andrés agachó la cabeza y se negó a seguir la discusión, volteando la cabeza hacia ambos lados, bueno tienes razón dijo, evitando de lleno seguir un estúpido conflicto. Arisbeth continúo cojeando y se marchó.

Luego, por la tarde, ambos volvieron a verse, en el estudio, Arisbeth conducía un programa de cine, era el programa más visto de aquella televisora, entrevistaba a actores(trices), músicos, era otra persona. Era tierna y dulce frente a las cámaras, se desenvolvía tan bien, que los directivos dejaban pasar cualquier cosa a Ari apodo que estos mismos le pusieron. Ella sabía que su talento era innato, profesionalmente siempre dispuesta a reinventarse, a todos los exigentes cambios de ese mundo, además siempre cumplía con las metas que estos le exigían, y el resto de seres humanos no era de su incumbencia.

Andrés detestaba trabajar con ella debido al incidente, ella simplemente se sentaba, recibía algunas instrucciones antes de salir al aire y listo empezaba con su trabajo. No se relacionaba con nadie de su equipo, siempre callada cuando ellos hablaban, sumergida escuchando algún tema musical de su celular con sus Beats. Su trabajo en el canal la había catapultado a la cima, le llovían contratos de marcas de champú, cremas, prestigiosos gimnasios la pedían para ser la imagen de sus firmas. Era un boom a sus cortos 29 años.

Arisbeth, empezó a llegar cada vez más agotada al trabajo, literalmente trabajaba desde las 6 am, tenía tantas pasiones que no pensaba en descuidar ninguna manera, por las mañanas practicaba crossfit, luego realizaba sesiones de fotos, para una campaña de lápiz labiales, en ropa interior, luego iba al canal, después actuaba en una conocida obra de teatro, los fines de semana viajaba por todo el mundo a entrevistar a diversos personajes de Hollywood. Alguna vez viajó a Malasia a entrevistar a un hombre dueño de una gran cadena de hoteles.

Por otra parte, Andrés caminaba despacio hacia su casa, subió al autobús y bingo, había encontrado un asiento por el centro pegado a la ventana. Se quedó dormido, y soñó con Arisbeth, aparecía su rostro y pensaba en su tremenda belleza, tenía ángel, todo lo que tocaba brillaba, es misteriosa, pero casi todos saben lo que hace, es constantemente acosada por paparazis y periodistas que le dedican muchas notas en sus respectivos diarios. Andrés, pese a odiarla pensaba que salía con ella, corrían juntos en una playa, se subían a una enorme montaña rusa y sentían la sensación de adrenalina que esta lleva.

Era como cuando tenía catorce años y suspiraba por alguna compañera, era lo mismo, las mariposas habían vuelto a volar en su estómago. Era una magnifica sensación, se levantó entusiasmado, aunque el verdadero motivo fue que el bus en el que viajaba dio un freno seco para evitar chocar con un auto que había cruzado con el semáforo en rojo. Además, se percató que aquel sueño lo mantuvo un poco demás distraído, pues lo habían dejado 4 paradas más adelante de su destino.

Caminó a su casa feliz, pensar en Arisbeth le hacía feliz, el muy bien sabía que no estaba en mente de Arisbeth, como podría pensar en un simple operario de televisión. Andrés olvidó todo lo relacionado a su trabajo llegó a casa, saludó a su madre, que le sirvió una taza de avena y unos panes con tocino. Prendió la televisión, hizo zapping, en los canales, buscando una película para matar el tiempo, pero no hubo nada en especial, apago el aparato, su madre se sentó a hacerle un poco de compañía, hablaron unas cuantas cosas acerca de la casa, el grifo de la casa goteaba siempre, y su madre un poco molesta, le pedía dinero para arreglar dicha cosa.

Ambos acordaron arreglar eso y otras cosas como limpiar las alfombras del comedor y cortinas. Se desearon buenas noches y Andrés fue a su habitación, se quitó la ropa que llevaba y se puso un short y un polo blanco que siempre usa para dormir. Prendió un momento su computadora y comenzó a enviar unos correos a su jefe acerca de la programación del día siguiente, chateo un rato con una amiga del colegio que ahora era profesora de estadística en una universidad, miro algo de pornografía, luego buscó un bate a medio comenzar que había dejado el día anterior en su ventana. No lo encontró.

Se había caído debajo de su cama pensó, le dio mil vueltas a su habitación buscándolo. No encontró la marihuana, pero si la canica con el ojo abierto estaba abandonada en un cajón que se había llenado de polillas, vio el ojo abierto que lentamente se cerraba, frente a sus ojos, no estaba borracho ni colocado, es un delirio no puede ser, se sentó en su cama y empezó a prestarle más atención, la miraba y miraba, se recostó le daba vueltas a lo que había presenciado, y se quedó dormido.

La pequeña bolita se quedó a la deriva en su cama, el ojo del medio de aquel círculo de vidrio que estaba cerrado abrió el ojo y se movió hasta llegar al medio de la frente de Andrés. Llegó a la frente y se incrustó en la piel, se hundió y empezó a brillar, daba parpadeos de luz amarilla, Andrés de pronto miraba todo lo que pasaba a su alrededor pese a tener los ojos cerrados, se trataba de una parálisis de sueño, pensó.

De pronto, sintió un tremendo dolor en la cabeza sentía como la esfera se hundía cada vez más y más en su piel, era de no creerlo, transpiraba, tenía acumulado todo el miedo, pero era imposible siquiera abrir los ojos o moverse. Ya no era solo cuestión de miedo, sentía que su ser, su alma, o lo que fuese salía de su cuerpo, la pasaba muy mal, no quería abrir los ojos, pero sentía como si una mano intentase abrirlos.

Por más oposición Andrés sabía que no podía contenerlo mucho más tiempo, era cuestión de minutos para que estos se abriesen. El momento llegó y vio cómo su “alma” o lo que fuese flotaba por encima de su cuerpo, estaba echado en la cama. El susto era tremendo, pero comenzó a experimentar en su nueva condición, intentando entender lo que pasaba con él. Parecían momentos inacabables, dio una vuelta por todo su departamento, flot

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