Recomendación para el fin de semana
9:55 pm
Me encontraba sentada en una mesa para dos desde las 7:15 pm en silencio esperando su llegada. Él me dijo que me adelantara que estaría aquí en unos diez minutos. Sin embargo, por lo visto planeó una cena romántica en la cual él no se prestó en asistir, tal vez lo olvido o quizás está con esa misteriosa mujer que le llama a media noche.
«¿De esto se trata el matrimonio?» Me pregunté apretando la copa.
De cultivar un amor que con el tiempo se secara hasta soltar el último pétalo que tanto tiempo duro para florecer.
Aprieto mis dientes; llena de rabia, sostengo mi bolso y la botella, dirigiéndome a la salida sintiendo cómo se me marca corazón con otra grieta.
Me paseo por la orilla de la solitaria avenida, con mis calzados en una mano y la botella en la otra. Los faroles de los pocos autos que pasaban parecen estrella. El silencio me acompaña, y en mi mente se repite una melodía triste de un piano.
Seco las estúpidas lágrimas en mi rostro.
Caminé hasta el medio de la avenida y abrí mis brazos mirando hacia el cielo lleno de nubes, al instante sentí una gota mojarme los labios. La lluvia empezaba a ser más fuerte, poco a poco se me humedece todo mi cuerpo, el vestido camisero blanco se adhiere a mi cuerpo. Hace tiempo no sentía esta sensación de aparentar ser libre.
«¿Cuándo me perdí a mí misma?» Me pregunte, pero no sabía cómo responderme esa duda.
El sonido de una bocina me hizo girar rápidamente sobre mi talón, de mis manos resbalo la botella al percatarme de la velocidad en que se aproxima a mí, freno a dos centímetros dejándome sin aliento.
Mis ojos brillaron ante el atractivo auto gris, de donde salió con prisa un apuesto hombre de piel canela con escultural figura, barba recién rebajada y bajo corte de pelo.
«Por Dios» La voz en mi mente dijo con angurria.
—Señorita, ¿se encuentra bien?
Pregunto con acento francés acercándose, en sus manos trae un blazer negro, abrigó mis hombros. Su aroma me atrapa al instante, la mirada se me distrae ante la elegancia que brota de cada parte de su ser.
—¿Taxi?
Pregunte distraída.
Él observó el panorama, notando que las únicas almas presentes son las nuestras.
—¿Qué hace sola en un lugar como este?— Pregunto, pero no dejo de apreciar sus labios gruesos humedecidos por la lluvia. —Suba al auto, vas a congelarte.
Su voz es firme y segura, tanto que se me hizo excitante.
Abrió la puerta de su elegante auto y sin importarle lo húmeda que me encuentro, insistió en que subiera, lo note mirar alrededor como si buscara a alguien. Subió al auto y trago pesado al apreciarle más de cerca, conduce en silencio, acerco su dedo a un botón para hacer una llamada.
—¿Para servirle, señor Bernard?
—Avísale a mi padre que llegaré cinco minutos más tarde— Dijo sin apartar la vista del camino. —Y Davis, envía un taxista a mi departamento…
Tiemblo de frío y al él notarlo apago el aire. Por un instante me miro y sus ojos negros alborotaron mis hormonas, las cuales se encuentran a mil, porque si algo debo confesar es que el vino desata todos mis pecados, impidiéndome sentir pena y vergüenza.
—¿Qué se supone que hacías ahí parada?
Me regaño.
—No lo sé.
Musite llevando mi mano a su muslo, deslizándola más arriba.
—¿Qué haces?
Pregunto incómodo y sonreí siendo coqueta.
—Estás ebria.
—Shh, no me digas que estoy ebria para tratar de ignorar mi cachondez—. Dije en un susurro.
Alejé mi mano y recosté la cabeza de la ventanilla al recordar que Jonathan solía ignorar mi apetito por conversaciones en el celular.
Cuando llegamos al parqueo del edificio, él había preguntado el por qué ese taxi no había llegado, pero todos conocemos al escandaloso tráfico de Manhattan, así que no era de sorprenderse. No le quedo de otra que permitirme pasar dejándome contemplar su lujoso Penthouse, nunca en mi vida había estado en un piso tan alto.
Me permitió pasar al baño para dejarme quitarme el vestido para secarlo.
Pero al pasar con la mirada en mi reflejo mientras me deshago del vestido, por un instante tengo ganas de lloriquear al notar lo estúpida que me veo.
Evite verme en ropa interior, lleve mi húmedo cabello rubio hacia atrás, tengo las mejillas coloradas y los labios rojos por el vino tinto.
Abrí la puerta del baño justamente cuando él se acercaba para extenderme una bata de baño, la cual resbalo de sus dedos contemplando mi cuerpo, mis latidos se descontrolaron, no me esforcé en cubrirme, pues quería ver cómo soy despreciada por otro hombre.
—Ahm…
Iba a hablar, pero los ojos se me cubrieron de lágrimas. Llevo cinco meses sin sexo, pero no es esto no es lo que me incomoda, sino que hace tiempo deje de tener 49 kg y me asusta pensar que tener 63 kg no sea atractivo.
Él se acercó lentamente, haciéndome tragar lento, su tamaño y fuerte cuerpo me hace ver más pequeña de lo que soy.
—¿Todavía lo quieres?
—¿Qué es lo que quiero?
—Follar.
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Sinopsis del libro «Sr. café, ámame.»
No existe peor sentimiento que el reconocer que de lo que fue amor solo quedan ruinas. La vida de casada no es tan bonita como aparenta ser y eso lo descubres cuando el amor se acaba y empiezas a ver la verdadera cara de aquel hombre al que una vez le diste el sí.
Eva Taylor es una mujer que busca salir del sostenimiento de su exmarido, renunciando a no ser más ama de casa para dedicarse a ser asistente personal de un exitoso hombre francés y de esta manera lograr un nuevo comienzo para ella y sus dos pequeñas. Lo que no se espera es que en su nuevo empleo se levantara una pasión desenfrenada que desencadenara enfrentamientos entre sentimientos.
Una novela llena de chispa, con capítulos que te mantendrán 100 % entretenida.
2 comentarios
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IngresarMuy hermosa y candente
Muy recomendable
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