De la dependencia y el dolor

Le bastaron 8 minutos para convencerse que ella definitivamente se había ido de su hogar para siempre, sin embargo, le tomó horas juntar el valor para animarse a leer la última carta que ella le había dejado. Un año después, no sabe si se arrepiente más de no haberla quemado en cuanto la terminó o de conservarla aún al lado de su cama. Probablemente se arrepiente más de prepararle cada mañana el café como a ella le gustaba y dejárselo en la mesa todo el día, como una plegaria para que vuelva. Todo para encontrarla intacta al llegar a casa, escupirle al frio contenido, lavarla y al día siguiente volver a hacer lo mismo.