Alaska

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Alaska.

Tenía que ir a la escuela que Daniel pagaba, sí era pagada. Un gasto innecesario, ya que podía estudiar en una escuela pública común y corriente.

También me va a dejar.

¿Algo peor? No lo creo.

—Joder, te he gritado 3 veces que bajes —grito impaciente—. Si no bajas a la cuenta de tres, te irás caminando.

Abroché rápidamente mis zapatillas y introduje mis audífonos en la mochila.

—Uno —gritó.

Tomé mi chaqueta y colgué mi mochila de un hombro mientras cerraba la puerta de mi habitación.

—Dos...

Baje rápidamente las escaleras causando que casi me tropezara y observe a Daniel.

Daniel me observó con una sonrisa satisfecho y luego frunció las cejas.

—Subete al auto y tápate —añadió enojado.

Rodé los ojos y abroché la chaqueta de mezclilla claro que me había prestado mi hermano.

Tenía un jean de tiro alto, un crop top blanco y unas vans altas negras.

—Mejor —sonrió falsamente y me abrió la puerta de su Range Rover  negra.

Subí al auto y cerré la puerta, mientras que Daniel prendía su auto.

La escuela quedaba a 10 minutos de casa, muy cerca, pero Daniel como todo hermano sobreprotector insistió en irme a dejar.

—Bien pequeña Alaska —lo miré—. Sabes que te quiero, ten un buen primer día.

Sonreí internamente, mientras que caminaba por los pasillos de mi nueva escuela.

Sí, nueva ya que decidí irme de la anterior,  habían muchas reglas para alguien que probablemente las rompería.

En fin, me gané la mirada de más de un alumno al caminar por los pasillos de Anderson High School.  Lo entendía, era un rostro nuevo, desabotoné la chaqueta de Daniel y fuí a buscar mi horario a la dirección, dónde me recibió una agradable señora de 66 años con explicandome algunas cosas y demás.

Caminé a mi primera clase y me senté en el lugar junto a la ventana, se veía una buena vista a la cancha de Lacrosse y las gradas, me tomé una foto rodando los ojos y se la envié a mi hermano, recibiendo un lindo visto de su parte.

¡Lamento molestarte con mi hermosa hermandad, Daniel!

Las clases comenzarón  con normalidad y la primera clase del día era Historia, el profesor era un señor de 55 años o más que empezaba hablando de Hitler y la segunda guerra mundial pero,  luego se desvíaba del tema y terminaba en como conoció a su esposa, Jane.

Me veo igual de distraída de el o peor dentro de unas décadas más.

Todo muy lindo y cursí hasta que tocaron la puerta en medio de la clase del señor Clark, un chico de ojos azules, cabello castaño claro y una linda sonrisa apareció en mi campo de visión.

—Señor Clark, prometo que no se repetirá, pero porfavor déjeme entrar —suplicó el chico.

—Claro que no se repetirá Thomas, la próxima vez te quedas en dirección —suspiró—. Adelante, pasa antes que me arrepienta y no entres.

El chico sonrió con alivio y se dirigió al puesto que estaba a mi lado.

—Un gusto bonita, llámame Thomas —sonrió coqueto y estiro su mano.

Lo observé dudosa y estreché su mano.

—Un gusto Thomas, soy Alaska —sonreí tímidamente y miré sus ojos.

—Alaska ¿así cómo la de Buscando a Alaska de John Green? —bromeó.

Reí y me encogí de hombros.

—Quizás —omití.

—Eres Alaska Johnson ¿no? —preguntó confundido.

—Sí, la hermana de Daniel Johnson —asintió con claridad.

—Conozco a tu hermano, da buenos golpes —sonrío.

Lo miré confundida. 

¿De qué hablaba?  A Daniel no le gusta la violencia ni mucho menos los golpes.

—¿De qué hablas? —pregunté confundida.

Thomas pasó una mano por su cara con frustración y negó repetidamente mientras parecía que la había hablado mas de la cuenta.

—Nada, olvídalo —quedé confundida y asentí no tan segura.

¿Acaso Daniel ocultaba algo? De ser así, lo descubriré y no me cansaré hasta saber qué es.

—Vamos Thomas, lo mencionaste.  —me acerqué más a él y esto pareció incómodarlo ya que me miro y negó.

—No puedo decírtelo Alaska, investígalo por tu cuenta —sonó el timbre y Thomas salió apurado por la puerta igual que el resto de alumnos menos yo.

Definitivamente este va a ser un día intenso.

Tome mi celular y lo deje en el bolsillo delantero de la chaqueta de Daniel y fui a la cafetería.

Voy a comprar un café y dos Croissants  para comenzar el día.

—Dos croissants y un café, porfavor —pedí  amablemente a la chica que esta encargada de los pedidos.



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Editado: 14.06.2019

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