Alexander Dietrich.

Capítulo 1: Café agridulce

     Hoy es un gran día para la joven Isabella Hertz; por fin logró encontrar un trabajo que se amolde a sus necesidades económicas y horarios. El trabajo es un poco peculiar, ya que será la asistente personal de un prestigioso abogado llamado Alexander Dietrich, el cual trabaja en su gran mansión desde hace cinco años.

     Isabella llegó puntual a su primer día de trabajo; le exigieron ropa formal, así que optó por una blusa blanca de encaje, de mangas largas; una falda negra entallada, y larga hasta las rodillas, también tiene que usar tacones; algo que no es de su completo agrado, pero el trabajo vale la pena todo sacrificio.

     —Buenos días, señora Adalia. —Adalia es quien contrató a la joven para que sea asistente de Alexander, ya que la última asistente que tuvo no soportó el carácter especial de su jefe, y Adalia espera que la joven sepa manejar la situación.

     —Buenos días, Isabella, te ves muy bien. —Hizo referencia al conjunto y arreglo de la joven, quien lleva el cabello castaño claro perfectamente recogido, con apenas con unos sutiles caireles sueltos; sus ojos cafés, (también claros), combinan con el discreto delineador, y sus rosadas mejillas con su labial—. Espero que le agrades al señor Dietrich. —Isabella se puso nerviosa al recordar que no ha conocido al que será su jefe; hasta ahora lo único que sabe de él es que su carácter es un poco difícil de tratar. «¡Seguramente es un señor amargado!» Pensó de inmediato, y se imaginó a un hombre de edad avanzada. Adalia revisó el reloj que cuelga de una de las paredes de la sala, y le hizo una señal de «ven conmigo», a Isabella; ambas se dirigieron a la cocina, un lugar muy grande e iluminado, con una puerta de cristal que deja ver el perfecto jardín; todo es impecable dentro de la cocina, pero: ¿Qué se podía esperar de una mansión? Todo es lujo en el lugar; desde el suelo de madera, la cocina integral, el refrigerador y los utensilios—. ¿Quieres desayunar algo?

     —Muchas gracias, señora Adalia, pero lo he hecho en casa.

     —Solo llámame Adalia. —La señora de cincuenta años le sonrió amable a la dulce jovencita de ojos color miel—. En un momento el abogado Dietrich pedirá café, se lo llevaré a su despacho y aprovecharé para presentarte con él. —El horario de Alexander es sumamente estricto, y eso pone más nerviosa a Isabella. Adalia observó el reloj y comenzó a servir el café en la jarra de porcelana; tomó una taza, un plato extendido y pequeño del mismo diseño de la jarra, (blanca con toques azules), puso la cuchara de plata y la azucarera; todo sumamente acomodado sobre la charola también de plata—. Siempre debe estar acomodado de esta manera. —Isabella observó la charola, y repasó el acomodo de esta; el plato sobre la charola, la cuchara a un lado, la taza bocabajo del otro lado, la jarra y la azucarera—. No le gusta que le llenen la taza, debe ser un poco más de la mitad, y solo lleva una cucharada de azúcar.

     —Demasiado amargo. —Isabella hizo un gesto como si estuviera probando el café en ese instante.

     —Así lo toma él. —Explicó Adalia—. No le gusta que hagan mucho ruido al mezclar el azúcar con el café; le desagrada mucho. —Isabella asintió, poniéndose más nerviosa aún—. Vamos para que lo conozcas. —Adalia guio a la joven escaleras arriba, y fue imposible para Isabella no percatarse del lujo de la madera que compone la amplia escalera, en la cual podrían ir cinco personas al mismo tiempo si quisieran, (todas, escalón por escalón).

     Al llegar a la planta alta, se dirigieron a la derecha, entrando a un pasillo con un conjunto de puertas; la última lleva por título:

«Alexander Dietrich.

Abogado.»

     Escrito en una placa dorada.

     —Es aquí. —Advirtió Adalia antes de abrir la puerta color caoba. Al hacerlo, invitó a pasar a Isabella con un gesto; una vez dentro las dos, ella se dirigió a mano derecha, y puso la charola en la mesita de centro de cristal; Isabella notó que enfrente de la mesa está un sillón de dos plazas color negro de piel, y otro de una plaza del mismo diseño y color. Adalia dejó todos los utensilios sobre la mesita, y se paró junto a Isabella, (justo enfrente de un hombre que está leyendo el periódico).

     —Gracias, Adalia. —Dijo la voz masculina, mientras cambia de página.

     —Señor Dietrich, aquí está su nueva asistente, la que contraté ayer.

     —Buenos días, señor Dietrich. —Respondió la joven con un nerviosismo que se expresó hasta en el tono de su voz.

     —Muy bien. —Respondió Alexander, sin dejar de leer el periódico—. Puedes retirarte, Adalia.

     —Sí, señor. —Adalia le lanzó una mirada compasiva a Isabella, y eso aumentó el nerviosismo de la muchacha—. Con su permiso.

     —Adelante. —El sonido de la puerta al cerrarse a penas y se escuchó. Isabella se mantiene de pie, esperando indicaciones, pero nada.

     Justo diez minutos después, el hombre que está sentado en la silla, bajó el periódico, poniéndolo sobre el escritorio de madera fina color caoba; de pronto una mirada café oscura se posó sobre Isabella, quien se sorprendió al notar lo joven y atractivo que es su jefe.

     — ¿Cuál es su nombre? —Preguntó imponente.

     —Isabella Hertz.

     —Señorita Hertz. —Se levantó de la silla negra, y quien salió de detrás del escritorio fue un hombre alto y fornido, vestido con un traje impecable color gris; su cabello negro y bien peinado combina a la perfección con su tez morena y ojos marrones—. Prepare mi café. —Acompañó esa orden con un movimiento de cabeza; Isabella enseguida se dirigió a la mesita de cristal, y comenzó a preparar el café como se lo había enseñado momentos antes Adalia; la taza servida un poco más de la mitad, y una cucharada de azúcar; meneó el café, procurando hacer el menor ruido posible, mientras Alexander regresa a su escritorio para sumergirse en su computadora; después de preparar el café, se dirigió hacia el escritorio, dando aproximadamente diez pasos para llegar a él.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.