Ema
He vuelto del almuerzo, tomé los documentos que revisé durante la mañana y los fui a dejar al escritorio del presidente, no está en su oficina, eso esperaba, aun así, primero tomé la precaución de golpear, pero al no haber respuesta, entre al lugar.
Luce tan intimidante e inmenso como siempre, aunque sin él me siento menos tensa, su presencia, aun se siente en la sala. Dejé las carpetas sobre su mesón y me di vuelta para salir pronto de ahí, pero unos pasos aproximándose me detuvieron en seco.
—Tomás es un imbécil —masculló una voz que se me hizo reconocida.
—No deberías tomártelo tan a pecho —le respondió otra voz.
—Mira, no es la primera vez que organiza una reunión con cinco minutos de anticipación ¡Mierda! Soy el presidente de esta compañía ¿Acaso nadie me respeta? —refunfuñó indignado.
Quien lo acompañaba se comenzó a reír.
—Después de lo que pasó con tu anterior asistente nadie aquí se atrevería a faltarte el respeto...
—No me hables de ese tema —lo interrumpió de golpe.
Ambos se quedaron callados al notar mi presencia. Tragué saliva desviando la mirada de inmediato. El presidente chasquea la lengua antes de seguir caminando, seguido por el desconocido que antes hablaba con él. Tomó asiento con actitud molesta. Solo moví la cabeza como saludo y me apresuré a salir del lugar.
—Ema —me interrumpió y su tono severo engrifó todos los vellos de mi cuerpo.
—Señor presidente —musité girándome hacia él.
—Entiendo que sea mi asistente, y que este acostumbrada a trabajar de esa forma, pero le advierto que ahora que trabaja para mí, no vuelva a entrar a mi oficina sin que yo se lo autorice. Si no estoy usted no entra ¿Le quedó claro? —dijo esto en tono duro.
Me mordí los labios antes de mover la cabeza de forma afirmativa. Esta tan metido en nuestra enseñanza que debemos escuchar y acatar en silencio cada orden de los tipos como él que ni siquiera pensar en ir contra ellos es factible. Aunque no niego que la curiosidad de aquella orden es más fuerte que mi sumisión.
—Puede retirarse —dijo antes de girar su asiento y darme la espalda.
—Permiso —musité ante ambos y salí rumbo a la puerta.
Pero apenas la estaba cerrando escuché:
—He visto inferiores patéticos pero la tuya no solo luce así también luce enferma ¿Estás seguro de que esta tan sana como te dijeron los exámenes de sangre? Esta en los huesos ¿Viste sus ojeras?
Luego de eso cerré la puerta.
**************O**************
Arturo
—¿Te parece? —alcé ambas cejas mirándolo a los ojos.
Me contempló estupefacto antes de reírse. Ordenó su rubio cabello y fijó sus ojos verdes en mi con gesto irónico como si pensara que intencionalmente yo fingía no entender lo que acababa de decirme.
—Ahora entiendo porque se te morían todas tus mascotas cuando niño ¿No la has mirado? Esas ojeras, esa delgadez —señaló divertido—. Sí, entiendo que es la norma de la mayoría de ellos, pero esperemos que luego de un tiempo luzca más saludable. No sería capaz de dar a luz a ninguno de tus hijos. A esta la preñas y se te muere en pleno acto sexual.
Lo miré antes de arrugar el ceño, molesto. No me parece gracioso. Sea como sea que se vea esa humana pasó las pruebas de sangre, limpia, sin enfermedades, edad adecuada, y sin familia detrás más que un padre enfermo que no le queda mucho tiempo de vida. El resto no es un tema que me incumba.
—¿Le has hablado de esto a tu padre? Porque tus hermanos ya están alborotados, Demian y Marta no parecen estar de acuerdo con esta idea…
—A Hades no le interesa lo que hagamos, tú sabes que ni siquiera Apolo, tu padre, que es el más indulgente de todos le ha importado el tema que desde hace quince años no ha nacido ningún niño entre nosotros, mientras los humanos se siguen multiplicando como ratas —dije esto poniéndome de pie—. Ya viste lo que pasó cuando se sublevaron, y la decisión de nuestros pares de interferir otra vez con su planificación familiar es algo que va a levantar los ánimos.
—¿Temes otra alteración de los inferiores? —me preguntó sonriendo irónico.
Lo contemplé antes de reírme y volver a sentarme.
—Claro que no, ni mil de ellos podrían con dos de nosotros —luego me coloqué serio—. Pero, aunque nuestra vida es más larga que ellos, si seguimos así iremos desapareciendo sin que ellos hagan algo. Nos habrán derrotado sin mover un dedo.
—Creo que tampoco tu idea de tomar a sus mujeres para que tengan nuestros hijos vaya a ser muy… popular —se alzó de hombros.
—Lo sé, tampoco es algo que me gusté —hice un gesto de desagrado—, he evitado por años tener contacto con estos peones inferiores…
—Pero ahora tienes relaciones carnales con uno de ellos —me interrumpió con una sonrisa maliciosa.
Carraspee antes de darle la espalda.
—¿No me digas que aún no le has puesto un dedo encima? —me preguntó dando un golpe en el escritorio con ambas manos.
Me giré hacia él desviando la mirada pensando que decirle, pues lo conozco lo suficiente para que esa respuesta signifique una burla.
—¿No? —respondió antes de que yo hablara—. Con razón no te has dado cuenta de lo flacucha que estas, ya me imaginaba que no podía ser que le hubieras metido mano sin darte cuenta ¿Qué ha pasado, Arturo, hijo de Hades? Te dan aun tanto asco los humanos que, aunque propusiste esa idea no eres capaz de ejecutarla.
#1398 en Fantasía
#854 en Personajes sobrenaturales
#2047 en Otros
#136 en Aventura
Editado: 05.03.2022