Asistente de un dios

6.- Un pacto para protegerme

Arturo

 

Llegué a la oficina fijo con una idea. Mandar a repetir las pruebas de sangre de esa mujer, me siento hastiado de que haya besado a una humana para formar aquel pacto y esa marca para nada. Subo a mi piso y apenas las puertas se abrieron la veo sentada en su lugar. Parece no notar mi presencia ya que parece fija en unos documentos. Avanzo unos pasos y el ruido la obliga a girar su atención hacia mí y desvía la mirada evitando el contacto visual.

 

—¿He recibido llamadas? —le digo mientras no detengo mi caminar.

 

—No, señor presidente —responde poniéndose de pie.

 

Paso a su lado mirándola de reojo, es cierto que tiene esas ojeras, aunque no tan exageradas como me dijo la llorona de Marta. Sus pestañas son muy largas y sus labios están bien dibujados. Me detengo y la tomó de la barbilla obligándola a levantar su cabeza en mi dirección. Sus ojos de inmediato vuelven a evitar los míos y notó el color de ambos, son marrones, pero tan oscuro que parecen ser negros, las Akuni suelen tener los ojos de colores por eso me hace sentir extraño ver a una criatura con ese tono. Sin decir palabras le tomó de la muñeca, de verdad que es muy delgada, pensé que el hecho que fuera tan liviana fuera por su estatura no por su peso, carraspeo.

 

—Señor, me duele —se quejó mientras le presiono la muñeca.

 

La dejo libre de golpe, no había sido mi intención, pero me molesta darme cuenta de que es muy probable que no me sirva para lo que necesito. Chasqueó la lengua con fastidio.

 

—No voy a recibir llamadas por la mañana, no me comunique con nadie —le digo antes de darle la espalda y entrar a mi oficina.

 

Tomo asiento impaciente y contemplo los papeles de mi mesa con molestia. Agarro mi teléfono y llamo a recurso humanos.

 

—Quiero hablar con Claudio Baenza, sí se lo ocupado que esta, pero supongo que no para atender al presidente de la compañía —mascullé con altanería ante la voz que se quedó callada del otro lado para luego decir “discúlpeme, lo comunico enseguida”.

 

—¿Quiubo primo? —me respondió del otro lado.

 

—No me hables así, dime ¿Estás seguro de que las pruebas de sangre de la señorita Ema Wilson son correctos? —le pregunté con seriedad.

 

—Seguro —respondió en el mismo tono—. Yo mismo las mandé a repetir cuando vi los resultados, sana y sin enfermedad alguna. Es tan distinto a lo que dice su apariencia, solo aparece la falta de hierro y algunas vitaminas, pero eso es normal en los inferiores debido a su mala alimentación. ¿Por qué tienes dudas? Podría buscarte otra que luzca mejor.

 

—No —lo interrumpí pensativo—. Dejémoslo así…

 

Colgué el teléfono pensativo, podría ser que su mala apariencia solo sea a causa de su mala alimentación. Se que aquí en los casinos de la empresa comen mejor de lo que comen en sus casas, aunque se alimentan con una calidad inferior a la nuestra, pero ella solo lleva días trabajando para mí, así que desconozco como se alimentaba antes de llegar aquí.

 

 

***************O***************

 

Ema

Lo quedé mirando confundida antes de que cerrara la puerta de golpe. Tomé mi muñeca adolorida con la otra mano. No entiendo que significó esto, pero si no fuera por la enfermedad de mi padre… me mordí los labios pues por un momento estuve a punto de recriminarle cuando me tomó de esa forma, aunque eso traería consecuencias más allá de una simple amonestación.

 

Me di vuelta y tomé asiento, e intenté volver a concentrarme en los papeles que debo dejar listo y revisados antes de la hora de comer. Mi teléfono comenzó a sonar haciéndome saltar, más cuando la llamada apunta a presidencia. Suspiro para darme ánimos.

 

—Ema, ven acá —dijo antes de que le preguntara algo y me colgó.

 

Quede estupefacta con el teléfono aun en la mano ¿Quiere que entre a su oficina? Me puse de pie tragando saliva antes de dar dos golpes en una de sus puertas avisándole que iba a entrar. Me asomé con cautela.

 

—¿Señor presidente? —y mi voz sonó más débil de lo que hubiese querido.

 

—Pasa, ven acá —habló con severidad.

 

Me acerqué a su lado esperando cualquier cosa, debo tener cuidado como dijo mi padre, más aún cuando todavía no he podido aclarar el tema del beso y la marca con él.

 

—¿Tomaste desayuno? —me preguntó y eso me tomó por sorpresa.

 

Balbucee pues la verdad no estoy en condiciones económicas para tomar más que una bebida láctea complementaria que es el desayuno usual de los humanos, cada mañana. Pensaba decirle eso, pero me interrumpió ante el solo gesto de hablar ya que justo tomó su teléfono en ese momento.

 

—Buenas, necesito que me suban dos desayunos a presidencia, si hay huevos inclúyalos, frutas y cereales también, gracias —y colgó antes de volver a mirarme—. Quiero que coma conmigo.

 

¿Comer con él? De solo pensarlo me siento incomoda, no podría comer con alguien que me mira como si estuviera siempre molesto conmigo. Además ¿Por qué un Akuni se preocuparía de la alimentación de un humano?

 

—Lo agradezco, pero yo…

 

—Es una orden, Ema, desde hoy vas a empezar a desayunar contigo, no puedo tener una asistente a mi lado que en cualquier momento se va a desmayar debido a lo mal que se alimenta —señaló como si estuviera reprendiéndome por eso.

 

No pude evitar aun así dejar escapar una leve risa.

 

—Los humanos estamos acostumbrados a vivir así, no tiene que preocuparse, lo agradezco, pero no es necesario y…

 

—No te confundas no lo hago por ti —me interrumpió arrugando el ceño—. Lo hago por los hijos que procrearas, esos niños van a nacer enfermos si no te alimentas en forma adecuada.



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En el texto hay: distopia, dioses, embarazo

Editado: 05.03.2022

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