Ema
Solo tomé mis cosas sin aun dilucidar lo que acaba de pasar “despedida” es todo lo que repite mi cabeza mientras bajo por el ascensor. Aquel tipo, el presidente de esta compañía, el hijo predilecto de Hades, a pesar de a veces mostrarse amable e incluso en que creí que sentía alguna consideración hacia mí, me ha desechado por no querer firmar el contrato de aquel pacto. No debería sorprenderme, como dice mi padre “Un akuni nunca da algo sin esperar nada a cambio”. Y con esto lo acabo de comprobar… muy a mi pesar ¿Qué haré ahora con la enfermedad de mi padre?
Las puertas de ascensor se abren y estoy a punto de bajar cuando veo a alguien justo frente a mí y de inmediato bajo la mirada sin saber si es otro humano o un Akuni. Por precaución prefiero evitar riesgos.
—¿Tan temprano y ya te vas a casa? ¿Qué falta de miramiento? Te crees que porque has hecho un pacto de concubinato con mi hermano puedes salir a la hora que se te dé la gana de esta empresa —el tono de voz despectivo, la semi mueca de desagrado, junto con la presentación que acaba de decir de sí mismo al llamar al presidente como su hermano, es evidente que se trata de Demian Vikar.
Entrecerré los ojos, mi ánimo no es de lo mejor, aun me pesa ese despido injusto.
—No sé preocupe, no es un permiso, es un hasta nunca —señalé y luego de inclinar la cabeza como despedida seguí mi camino.
—Supongo entonces que Arturo recapacitó y anuló ese estúpido pacto sin sentido, ¿Cómo se le ocurre pensar que podía acostarse con una humana, y peor una tan patética y poco agraciada? —agregó en un sentido hiriente.
Solo detuve mis pasos y me mordí los labios impedida por responderle. Pero en cuanto opté por seguir mi camino de improviso me agarró de la muñeca con tanta fuerza que si no fuera porque el mismo que me levantó hacia arriba me hubiese botado al suelo. Se quedó contemplando el dorso de mi mano sin importarle el dolor que me produce la forma como sostiene mi muñeca.
—El pacto sigue presente —replicó apretando los dientes—. ¿Y el contrato?
No respondí, solo desvié a mirada y me soltó de golpe.
—La verdad me importa poco lo que pueda pasarle a una humana, y veo que a Arturo le pasa lo mismo. Mujer con un pacto y sin contrato, vas directo a tu propio sacrificio, te deseo suerte porque la vas a necesitar si quieres llegar viva a la ciudad de los tuyos. Las noticias vuelan, señorita Ema —susurró esto último amenazante antes de subir al ascensor y que aquel cerrara sus puertas.
Sentí escalofríos por sus últimas palabras. Sin embargo, no me fio en un individuo como él.
Al salir del piso observo el sol brillante y las calles tranquilas, aun así, afirmo mi cartera contra mi cuerpo y avanzo a paso rápido, a estas horas no hay bus y el único medio disponible es el tren subterráneo de los humanos. Solo debo caminar en dirección opuesta de la ciudad de los Akunis y entrar a la primera estación. A medida que avanzo me siento más tranquila, a pesar de las malas noticias que cargo sobre mis hombros, no sé ni siquiera que le diré a mi padre, y aunque sé que va a pensar que fue lo mejor en vez de asociarme con un tipo como Arturo Vikar, perder un trabajo como este y además haber sido exiliada del mundo de los Akunis no me deja otra opción que buscar un trabajo mal remunerado en mi ciudad con los míos, que no podrá cubrir la enfermedad de mi padre.
—Disculpa, ¿A dónde crees que vas? —un tipo en auto se detuvo subiéndose incluso sobre la calzada frente a mí.
Estupefacta retrocedí por el tono amenazante, además porque es uno de ellos, un Akuni, su cabello claro, castaño y alzado en forma antinatural, sus ropajes de pandillero, y su tamaño sobre el metro ochenta más el auto deportivo que conduce evidencian que es así.
—Mi jefe, un hijo de Hades acaba de ordenarme que regresé a la ciudad de los humanos —intenté responder con seguridad luego de atemorizarme la actitud de este individuo.
—¿Y no te enseñó ese “jefe” que una chica con un pacto y sin un contrato de protección es como lanzar una carnada a un mar lleno de pirañas hambrientas? —y sonrió mostrando su hilera de dientes blancos.
Retrocedí en el acto, ¿Cómo puede saber eso? Ni siquiera alcancé a correr cuando un fuerte golpe en mi cabeza me hizo ver todo negro y perder el sentido sin aun entender ¿Por qué está pasando esto? ¿Por qué a mí?
Arturo
Dubitativo me puse de pie. No suelo dudar de mis decisiones, pero me siento inquieto desde que esa humana abandonó mi oficina. La verdad es que no puedo estar al gusto de que una de esas criaturas me haga esperar que firme un contrato casi rogando que así lo haga. ¡Maldita sea! Soy Arturo Vikar, el hijo de Hades, y nunca en la vida he rogado por una mujer y no voy a hacerlo ahora menos por una humana infame.
Salgo de la oficina a paso apresurado, con ansias de salir de aquí y respirar aire puro, pero no puedo evitar detenerme en aquel escritorio ahora vacío igual que todos los que están a mi alrededor. Aprieto los dientes, y no puedo olvidar el incidente con mi anterior asistente. Desvío la mirada ante aquellos dolorosos recuerdos. Debo salir pronto de aquí. Bajo por las escaleras impaciente de que los ascensores no respondan y cuando entro a uno de los pasillos me cruzo con otra de esas inferiores humanas tomándola del brazo con brusquedad y espantándola.
—Te ordeno que me mires a los ojos —exclamo con sequedad.
—¿Señor presidente? —masculla sorprendida.
—Es una orden —replicó con dureza.
Y alza sus ojos hacia mí. Es una humana bastante bonita, con un tono de ojos similar a Ema, más sin embargo… no siento nada, no siento esa inquietud ni esa curiosidad que me taladra el pecho cuando veo los ojos de aquella mujer. Eso me intriga, porque con esto me doy cuenta de que hay algo más que no puedo entender. O bien será que ya no es novedad ver otra vez este tono de color en los ojos de otra mujer, como dice Ángel, es lo exótico lo que nos produjo a ambos ver unas pupilas tan oscuras cuando estamos acostumbrados a los ojos claros de nuestras mujeres Akunis.
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Editado: 05.03.2022