Besos con sabor a Champagne

Capítulo 1

¿Saben qué es lo peor de tener un mejor amigo?, enamorarse de él. Si, así es. ¿Quieren saber otra cosa peor? Ser la maldita dama de honor en su boda.

Recuerdo la noche en la que me llamó. Yo estaba tranquilamente en mi departamento, depilando mis cejas mientras veía mi querida serie Outlander, cuando me llamaron por teléfono. Decidí ignorarlo, pero los cientos de llamadas sin cesar colmaron mi paciencia y como el Grinch me levanté de mi cama para contestar el maldito teléfono.

—¿Qué? —contesté con voz gruñona—. Escucha, estoy haciendo cosas muy importantes aquí—para mí era bastante importante mi serie—, así que no molesten o de otro modo...

Escuché una risita, la cual me hacía temblar las piernas.

Entiendo que tu querido Jamie Fraser es importante, pero dudo que lo sea más yo. —dijo Oliver.

Me puse rígida y todo semblante de rudeza desapareció de mi sistema, solo para que aparezca el sentimiento de nervios.

—Eso lo pondría en duda. —dije, enredando el cable del teléfono en mi dedo.

Me rompes el corazón.

—Lo último que haría es eso. —dije la pura verdad.

Bueno, ahora eso no importa. Necesito hablar contigo de algo importante—dijo, ganándose mi preocupación—. ¿Estás vestida para salir?

Me miré en el espejo que se encontraba en frente. Tenía una camiseta con pequeños tirantes, solo mi ropa interior inferior, estaba descalza y mi cabello rubio suelto y solo era sostenido por dos pequeños broches negros.

—Dame solo unos minutos. —murmuré.

Te espero abajo.

Corrí a mi habitación y abrí mi clóset. Suspiré al ver a esa bola de pelo gris dormir sobre las cobijas. Esa gata siempre aparecía en los lugares menos esperados, pero no podía hacer nada, Loli era especial.

Saqué unos pantalones y un simple abrigo y me vestí lo más rápido que pude y salí a su encuentro. Lo encontré esperándome en los escalones del edificio, junto a los timbres de donde, hasta hace unos segundos atrás, estábamos hablando. Tenía un smoking negro, se había quitado la corbata y tenía los dos primeros botones de su camisa abiertos. Su cabello castaño estaba un poco despeinado y sus ojos azules tenían un brillo que jamás le había visto antes.

Me dio un beso en la mejilla mientras yo sonreía con gusto.

—¿De qué querías hablar? Podías subir a casa. —señalé el edificio.

Negó con la cabeza.

—Te llevaré a cenar—abrió la puerta del auto para mí. Miré mi vestimenta, no era la indicada para salir a cenar—. No te preocupes, no es un lugar elegante.

Después de un largo viaje, llegamos al lugar donde solíamos comer cuando éramos niños y adolescentes. El restaurante Wolf. Nos sentamos e hicimos el mismo pedido. Hamburguesas con papás fritas, una cena muy estadounidense para mí, pero me encantaba.

—¿Ahora si puedo saber por qué me trajiste aquí? —señalé el lugar con mi papita a medio comer.

Suspiró, repiqueteando los dedos sobre la mesa y me miró con nervios. Metió la mano en el bolsillo de su pantalón y sacó algo de ahí.

—He estado pensando mucho en esto desde hace un tiempo y quería la opinión de alguien especial antes de esto—puso su mano sobre la mesa, ocultando el objeto bajo su mano—, y sé que esa persona eres tú.

—Entonces es un gran honor para mí.

—Bien, aquí voy—levantó la mano y dejó ver una pequeña caja roja de terciopelo—. Voy a pedirle matrimonio a Riley.

Abrió la caja, permitiéndome ver un anillo de plata con un diamante en el centro.

Me paralice, mi corazón parecía latir más rápido de lo normal mientras que un picor en mis ojos se hacía presente. Podía haber jurado que mi corazón hacía crack y se partía en miles de pedazos.

Oliver iba a casarse. No me lo esperaba.

—Ey, Ava, ¿Qué opinas? —preguntó con una sonrisa nerviosa.

Podía decirle que no. Sabía que mi palabra para él era ley y que si, simplemente le respondía un no, se lo hubiese tomado muy en serio y simplemente guardaría el anillo y nunca más sacaría el tema. Pero no podía, hablábamos de sus sentimientos, de lo que Oliver quería. Además, tampoco podía hacerle eso a Riley, era una chica agradable, quería mucho a Oliver y siempre que podía le profesaba su amor. Lo cuidaba, era atenta, todo.

Simplemente ignoré mis sentimientos y sin dejar de mirar el anillo, le hablé.

—Estoy... yo creo...estoy sorprendida—dije, tratando de ocultar el temblor en mi voz—, no me lo esperaba tan...

—¿Pronto? ¿Crees que es muy pronto? —se notaban los nervios en su voz.

Negué con la cabeza.

—No, claro que no. Llevan casi cinco años de relación, creo que es el momento indicado—ya no pude ocultar mis lágrimas, aún seguía viendo el anillo—. Creo que...no, no creo, estoy segura de que a Riley le va a encantar y seguro dirá que sí.

Sonrió alegre y alzó los brazos en forma de victoria.

—Sabía que me darías una respuesta favorable. —toda felicidad en su rostro desapareció al ver mi rostro—. ¿Ava, por qué lloras?

—Nada, solo es que mi mejor amigo de toda la vida se va a casar.

—No hagas eso—acarició mi mejilla, corriendo mis lágrimas con su pulgar—. Eres mi mejor amiga, y te amo muchísimo. Eres una de las mejores cosas que me han pasado y por eso te pedí opinión sobre esto tan importante.

—Yo también te amo, idiota—me puse de pie—. Ahora si me disculpas, me gustaría que me lleves a casa. Mañana debo ir a trabajar y creo que ya es muy tarde.

Después de eso me llevó a casa y durante todo el viaje fingió estar pidiéndole matrimonio a Riley, viendo distintas frases opciones de como pedírselo.

Lo primero que hice al llegar casa fue llorar desconsoladamente, lloré tanto que hasta Loli se acercó a mí y se acostó a mi lado, pegándose a mi cabeza mientras ronroneaba.

Al día siguiente Oliver me llamó para contarme la noticia.

¡Dijo que sí! —gritó y podría jurar que estaba alzando los brazos en modo de victoria.




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