Me apoyé en la pared del solitario pasillo y me dejé caer. Le di un gran sorbo a la botella de champagne que robé de la fiesta mientras los miles de recuerdos de la ceremonia inundaban mi cabeza.
Los votos, el acepto de ambos, las alianzas, la firma de los testigos y el beso, el maldito beso. Fue una tortura. Por cada uno de esos recuerdos, un sorbo más le daba a la botella.
Sentí un cuerpo sentarse justo a mi lado y despacio desvíe mi atención. Un chico con cabello azabache despeinado a sus lados, ojos azules, nariz recta y clavícula marcada se encontraba junto a mí. Llevaba un traje azul oscuro, con zapatos elegantes, el moño que llevaba por corbata estaba desatado y colgaba débilmente sobre su cuello y los primeros botones de su camisa estaban desabrochados.
Se llevó las manos al rostro mientras negaba furtivamente con la cabeza.
—Dios, no creí que esto fuera a ser tan difícil. —murmuró.
—Bienvenido al pasillo de los lamentos. —le dije dándole un sorbo a la botella.
Quitó sus manos del rostro y me observó con una ceja encarnada.
—Así que no soy el único con lamentos esta noche—asintió—. Aunque dudo que tengas una pena tan grande como la mía. —dijo con una sonrisa débil.
—Lo dudo mucho. Créeme, mis penas superar a las de cualquiera esta noche.
—¿Y se pueden saber cuáles son? —preguntó con curiosidad, acomodando su cabeza en la palma de su mano.
—Soy la mejor amiga del novio y estoy enamorada de él desde hace muchos años. —ahora alguien más sabía mi secreto, pero ya poco me importaba.
—Bueno, pues ya somos dos. Soy el mejor amigo de la novia y estoy enamorado de ella—confesó—. Creo que estamos empatados.
No tenía idea de que Riley tuviera un mejor amigo. De hecho, nunca se me cruzó por la cabeza. Recordaba alguna que otra mención sobre un amigo, pero jamás había conocido a alguno además de sus dos amigas. La verdad que me sorprendía ese nuevo dato, pero no lo hice notar.
—Si, pero yo fui testigo y dama de honor de la novia. Supera eso. —le dije con una sonrisa triunfadora.
—Mierda.
—Si, mierda.
Nos consumimos en un silencio absoluto. Nadie pasaba por el pasillo, pues todos estaban en la fiesta festejando a los recién casados. En pocas palabras, no pasaba ni un alma.
—¿Me convidas un poco de tu bebida? —preguntó después de unos minutos. Le acerqué la botella, la cual él aceptó con gusto—. Gracias. —dijo después de beber.
—No te vi en la ceremonia. —mencioné, tratando de sacar charla.
—No iba a asistir, pero luego llegué a la conclusión de que no podía hacerle tal desplante a Riley. De hecho, acabo de llegar, solo que cuando la vi con su vestido de novia salí de ahí y vine aquí para encontrarme con una señorita en la misma situación.
—¡Oh, que afortunados somos! —alcé los brazos.
Rio y extendió su mano en mi dirección.
—Charles Wilson—se presentó—. Es un placer...
—Ava Mackenzie.
—Escocesa. —dedujo al escuchar mi acento, asentí.
—Del Clan Mackenzie, inglés. —le dije.
Elevó las cejas, sorprendido ante mi revelación.
—No te veo muy pelirroja. —dijo al ver mi cabello rubio.
—No te guíes por los estereotipos, inglés. Además, me decolore el cabello.
—Ósea que tengo razón, pelirroja Mackenzie.
Reí por primera vez en el día y negué con la cabeza ante el apodo.
—Beurla górach.—susurré en gaélico. «Estúpido inglés».
—¿Y eso que significa? —cuestionó también riendo.
Ambos reímos por unos instantes y luego volvimos a estar en silencio.
—Muy divertido y todo, pero tengo que hacer presencia. El señor Murphy debe estar buscándome.
—Te acompaño. —se puso de pie.
Ambos nos acercamos al salón donde se estaba haciendo la fiesta. Pronto divisé a los novios bailando alegremente en la pista. Dejé la botella en una de mesas y me acerqué.
—¡Ava!—gritó Oliver al verme, pero rápidamente desvió su atención a Charles, quien me acompañó hasta allí, después de todo debía saludar a su amiga—. Charles, creí que no vendrías.
—Tuve un problema y se me hizo tarde, por suerte pude llegar a la fiesta—se acercó a Riley y le rodeó la cintura—. Felicidades.
—No tenía ni idea que tienes un mejor amigo. —le mencioné a Riley.
—Bueno, es que estuvo fuera de la ciudad por un largo tiempo. Tampoco es que ambas habláramos mucho y nunca tuve la oportunidad de mencionarlo.
Eso era cierto. Me llevaba de maravilla con ella, pero jamás surgió una amistad por más de que lo intentará. Sentía que la estaba traicionando si llegábamos a tener algún vínculo fuera del que nos unía Oliver, pues me hubiese sentido terrible ser su amiga mientras yo tenía fuertes sentimientos hacia su novio, me iba a sentir mucho más culpable. Ya de por sí me sentía así sin ser su amiga.
—No te preocupes, ya nos presentamos. ¿No es así, pelirroja Mackenzie? —dijo con ironía Charles, mirándome con una ceja encarnada.
Sonreí y asentí furtivamente.
—Así es, Beurla górach.
Mi amigo elevó las cejas con sorpresa al entender el significado.
—¡Ava! ¡Por Dios! —comenzó a reír.
—¿Qué significa eso? —Riley pareció curiosa.
—Es gaélico—le respondió su esposo—. Luego te diré que significa.
Me alejé de ellos y me acerqué a Reece que se encontraba sentado y le extendí la mano para sacarlo a bailar. Quería despegar mi mente y sabía que él me seguiría el ritmo sin dudarlo ni un segundo. Comenzamos a bailar al ritmo de la movida música sin descanso.
Oliver se acercó a nosotros y, a pesar de no ser el mejor bailarín del mundo, trató de seguirnos el ritmo sin éxito alguno, aun así, siguió bailando con nosotros mientras su esposa bailaba alegremente con Charles.
Me acerqué a la mesa con la excusa de beber algo y me senté en la silla, me quité los tacones y bebí la cerveza que se encontraba sobre la mesa.
—Eva, querida. —dijo una voz que me alegraba los días.