Mi ánimo había mejorado bastante desde mi charla con Charles. Luego de la conversación, ambos hablamos tranquilamente y disfrutando tanto de la comida como de nuestra compañía.
Era un chico agradable a quien le gustaba conversar y, al parecer, siempre tenía un tema de conversación para sacar a la luz, era como si se los guardará bajo la manga de la camisa y las sacara sin problema.
No me sentí incomoda en ningún momento y mucho menos después de descargarnos el uno con el otro, todo lo contrario, fue lindo hablar con él y hasta podría jurar que logré sentirme segura.
Nos cruzamos un par de veces por las veces que fui a la veterinaria para ver a Loli, pero no volví a verlo después de que la llevé a casa.
Ahora estaba contenta, tenía a mi compañera, por tal motivo podía estar tranquila para hacer bien mi trabajo y poder ver con más placer Outlander. Antes lo veía con angustia.
Acaricié la cabeza de mi amiga felina, quien se acomodó mucho más sobre mi pecho mientras subía el volumen del televisor. La puerta principal se abrió, tomándome por sorpresa, y un Reece con una enorme sonrisa apareció en mi sala.
—Llegó la felicidad de tu vida.
Extendió los brazos y se dejó caer sobre mí, aplastandome en el proceso. Siempre hacía lo mismo.
Por suerte Loli logró escapar a tiempo.
—Ya quisieras tú ser la felicidad de mi vida—dije con la voz aplastada, quitandolo de encima—. Sigo sin entender como es que aún no te quité las llaves de mi casa.
—Porque me amas—se dejó caer a mi lado, por suerte mi sofá era lo suficientemente grande—¿Qué haces vestida así? Ve a cambiarte.
—¿Qué tiene de malo?—miré mi pijama de One Direction—Además, no planeo salir.
—Sigo sin entender cómo es que eres capaz de utilizar eso. —levantó la ceja en forma de disgusto.
Le hice un puchero en forma de reproche. Mi pijama consistía en una camiseta con una fotografía de One Direction y unos shorts rosas con rostros en miniatura de ellos esparcidos por doquier.
A decir verdad, no le veía nada de malo.
—Levántate—tomó mis manos y me tiró hacia delante para ponerme de pie—, tenemos una cena en casa de Oliver.
Dejé la pereza a un lado y lo miré sorprendida. No tenía ni idea que habían regresado de su viaje.
—¿Cómo que a casa de Oliver? ¿Cuándo regresaron?
Negando con la cabeza, suspiró.
—Anoche. Envió un mensaje avisando que aterrizó y que nos invitaba a su casa para cenar—se dio media vuelta, dirigiéndose a mi habitación. Lo seguí—. Como no contestaste los mensajes decidí venir a verte y ver si todo estaba bien.
Abrió mi closet y comenzó a arrojar mi ropa, descartando prendas. Sacó unos pantalones ajustados y un suéter beige y me los extendió.
—Ponte eso—sonrió—. Deberías arreglar tu habitación es un desastre. —arrugó la nariz al ver mi ropa interior tirada en el suelo.
—Pues tú le agregaste más desastre a mí desastre.
Señalé mi cama, donde Loli salía de entre las prendas mirando a Reece con odio al tiempo que alzaba su pata y soltaba un gruñido de mala gana a su dirección.
—Esa gata me ama. —dijo con orgullo alzandola en brazos. Soltó un sonido de protesta cuando mi amigo le frotó la cara con la suya.
—Ya déjala. —se la quité de las manos y la dejé sobre la cama nuevamente—¿Acaso no recuerdas que no le agradas?
A Loli no le agradaba Reece desde aquella vez en la que vino a visitarme a casa y como había comenzado a llover él cerró las ventanas, dejándola sola y empapada en la terraza. Desde entonces ni siquiera podía mirarlo y cada vez que iba a casa ella huía a otra habitación.
—Yo sé que me ama—sonrió como si de un ángel se tratara, pero más bien parecía la sonrisa malvada del Grinch—. Ahora cámbiate que nos están esperando.
—No sé si tengo ganas de ir—dije, aunque ya me estaba cambiando de atuendo—. No tengo tantos ánimos.
Colocó sus manos sobre mis hombros y me dio un pequeño en la mejilla. Sonreí ante su caricia.
—Es difícil hacer estar cosas con los sentimientos que tienes hacia Oliver, pero la mejor manera de afrontarlo es hacerlo de frente.
La verdad es que tenía razón, no podía solo evitarlos como si no existieran y encerrarme en mi propia burbuja. Me estaba privando de muchas cosas a causa de mis sentimientos y si quería seguir adelante y avanzar, debía ser valiente y aceptar la situación. Después de todo, había vivido muchos años viéndolos juntos, podía con una cena.
Al final terminé aceptando y cuando me di cuenta ya estaba frente a la casa de la nueva pareja.
Movía mis piernas mientras esperábamos a que nos abrieran. Estaba comenzando a hacer frío.
—Al parecer tienen más invitados—señalé el auto azul estacionado frente a la casa, se me hacía familiar—¿Crees que hayan invitado a las amigas de Riley?
—A lo mejor—contestó y antes de que pueda decir algo más, la puerta se abrió de par en par, dejando ver a una alegre Riley—. Pero si es la señora Murphy. —dijo, haciéndola sonrojar.
—Pasen—se hizo a un lado para dejarnos el camino libre—. Cuelguen sus abrigos si quieren, la calefacción está encendida.
Inhale fuerte al sentir un agradable aroma.
—¿Eso que huelo es lasaña?—pregunté sintiendo nuevamente el aroma delicioso.
—Así es—contestó Riley—. Vengan, Oliver esta en la sala.
En cuanto nos dirigimos a la sala no pude evitar ver el lugar. Oliver la había comprado a un precio bastante accesible debido a que la casa no estaba en las mejores condiciones, y cuando digo eso es porque apenas y tenia ventanas, las paredes estaban llenas de humedad y la madera de los suelos estaba podrida.
Cuando me enseñó la casa, la verdad es que tenía pocas expectativas. Le había aconsejado que era mejor buscar otras opciones mientras que él y Riley se encontrarán en mejores condiciones económicas, pero insistió en que podrían arreglarla.
La casa había quedado increíble. Los bonitos sillones verdes, los muebles de roble y las paredes blancas que recordaba haber ayudado a pintar.