—No creo que sea para tanto. —dijo Amelia en un intento por levantar mi ánimo.
—Soy una idiota. —murmuré ocultando mi cabeza entre mis brazos, enseguida sentí el frio del mármol del mesón de casa.
Se suponía que debíamos ir a cenar y divertirnos para olvidar todos nuestros problemas, pero entré en crisis luego de lo sucedido, me alteré tanto que Joey me envió a casa temprano.
—Bueno...sí, eres un poco idiota—me extendió una taza de café—, digo ¿Quién en su sano juicio le da like a una publicación de un perfil que no sigue?—se encogió de hombros.
—Una idiota, o sea yo—le di un gran sorbo a mi bebida—. Quiero ahogarme en mis penas, son tantas que me hundiría con rapidez y jamás me encontrarían.
—Eres tan trágica—hizo una mueca—. Tranquila, suele suceder.
—Sí, pero...
—¡Pero nada!—alzó su mano mientras una sonrisa se extendía por su rostro— Tú y yo saldremos y nos olvidaremos de todos nuestros problemas—traté de refutar, ganándome un pellizco de su parte—. No acepto un no por respuesta. Es más, invita a esa amiga tuya Fabricia y que se una a nosotras, que sea una noche de chicas.
A regañadientes acepté y me acerqué a mi clóset en busca de un lindo atuendo bajo la atenta mirada de Amelia.
Después de unos minutos me decidí por una falta de cuero negro con unas medias largas ya que hacía frío junto con unas botas marrones mientras que para la parte de arriba me decidí por una remera roja sin mangas y con cuello.
—Deberías llevar tu chaqueta. —sugirió Melia y asentí.
Luego llamé a Fabricia, quien en un principio se negó ante la idea, pero después de insistirle, varias veces, terminó por aceptar, diciéndome que parecía un disco rayado.
Mi amiga estacionó frente a un bar un tanto conocido en la zona. Me dio un suave apretón en el hombro y me sonrió.
—Sé que no te gustan los sitios con demasiada gente, solo que necesito ahogar mis penas.
—¿Qué fue lo que sucedió?
—Murió un paciente. —sus ojos se cristalizaron tras soltar esas palabras.
Muchos creen que al tener un oficio relacionado a la salud significa que somos lo suficiente fuertes mentalmente para dar y recibir noticias trágicas como esas, pero el saber que puedes o pudiste salvar la vida de una persona, que su bienestar estuvo en tus manos y que no pudiste hacer nada puede llegar a partirte el corazón en mil pedazos. En especial si se trata de niños.
Éramos personas, nosotros también sufrimos y tener que enfrentar estas situaciones eran difíciles y complicadas a veces. Sin contar lo agotadores que eran las guardar y se complicaba aun más cuando los familiares eran difíciles.
Las personas suelen olvidar que los doctores, enfermeros y todos los miembros trabajadores de la salud somos seres con sentimientos.
—Lo siento muchísimo. —la envolví en un abrazo.
Unos pequeños golpes se oyeron de la ventana, Fabricia nos sonreía. Bajé el vidrio.
—¡Hola! Las vi desde mi auto. —dijo, ambas bajamos del auto y después de los saludos decidimos entrar.
Tomamos asiento junto a la ventana y no tardamos mucho en ponernos al día. A Melia no la vea hacia dos semanas y Fabricia ni hablar.
—Para mí un martini y para ellas una cerveza y un whisky, por favor. —pidió Fabricia al camarero.
—Y unas papas y también maní. —no pude evitar pedir, ambas sonrieron, era muy sabido que era una glotona— ¿Qué? Soy una glotona feliz.
—Extraño el sexo—soltó Fabricia de repente tras un suspiro—. Nunca creí que lo extrañaría.
—Bueno, el sexo es estimulante y relajante—el mesero dejó lo pedido sobre la mesa—, yo por eso suelo hacerlo mínimo unas cinco veces por semana.
—¡Por semana! Eso es impresionante—elogió Fabri, mordiendo una aceituna—. No sabía que tenías pareja o ¿Son encuentros casuales?
—Claro que no—respondí por ella—. Tiene algo así como una relación abierta—Melia me lanzó una mirada de advertencia, rodé los ojos—. Bien, son como amigos con derechos, según ella.
—Y eso somos, amigos y nada más.
Me encogí de hombros y tomé un puñado de maní para meterlo a mi boca.
—Yo no necesito de eso, estoy bien así.—ambas me miraron—¿Qué?
—Por favor, Ava, todos lo necesitamos de vez en cuando.
—Y tú de seguro lo necesitas, con urgencia.—rio Fabri.
—¿Qué quieres decir con eso?—cuestioné, masticando mi maní.
—Bueno, según Joey has estado muy estresada—movió su cabeza de un lado a otro—, a lo mejor si debas tener una noche alocada. —levantó una y otra vez las cejas, enseguida Melia le siguió el juego.
—¿Él dijo eso?—asintió—¿Por qué?
—Dice que te distraes con facilidad y esas cosas.
—Y yo apoyo eso—le arrojé un maní a Melia—¡Oye! Tiene razón. Además, cuando tuviste la oportunidad no la supiste aprovechar.
—¡Eso no fue...Mierda!—Fabri sonrió al escuchar las palabras de mi amiga—Yo, puede que tal vez, solo tal vez, haya besado al mejor amigo de la esposa de mi mejor amigo.
—Tienes que contarme toda la historia.
Y así fue, durante casi una hora le conté todo lo sucedido en la boda y un trago tras otro me hicieron aflojar un poco la lengua y terminé entre lágrimas mientras le contaba sobre mi enamoramiento hacia Oliver. Ella me escuchaba con atención y cada tanto limpiaba mis lágrimas con sus pulgares. Cuando terminé de hablar me regaló una sonrisa.
—No te preocupes, cariño—acarició mi cabello—, todo pasará y cuando te des cuenta estarás mejor.
Odiaba hablar del tema, contárselo a alguien más, solo que cada vez el secreto se hacía más grande y se me hacía imposible guardarlo, parecía que el secreto explotaría en cualquier momento.
Preferimos olvidarnos de la conversación y seguimos hablando como si nada. La verdad que se los agradecía.
De un momento a otro el lugar comenzó a llenarse de personas.
—¿Qué sucede?—cuestionó Melia.
—Al parecer hoy hay partido—respondí observando las camisetas de fútbol de las personas—. Se está llenando. —dije al notar como de a poco las mesas y barra se llenaban por los aficionados.