Calima Roja

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18 DEKÉMVRIOU

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Cuenta una leyenda que Artemisa y Apolo nacieron en el séptimo día del séptimo mes después de siete meses de ser engendrados.

La mujer más importante de mi árbol genealógico, aquella que nombró a Tasmanti, también tenía un mellizo sietemesino.

Supongo que fue por eso que se convirtió en una tradición familiar. El culto a esos dos dioses, el número siete y los mellizos.

Sentada en la limouzína, reviso mi diario de mneme mientras la sonata n.º 11 de Mozart suena por los altavoces. Tengo mi rutina diaria de lunes a domingo perfectamente programada. Todo, desde que me levanto escuchando la misma canción hasta lo que como y la hora a la que finaliza mi día, está en un horario que rara vez varía.

Pero estos últimos días algo ha interferido con mi cuadriculada vida.

—¿Sabes cuándo va a terminar la calima? —le pregunto a Stan con la esperanza de que me diga algo mejor que el "solo durará unos días" de mi padre, quien obviamente o no tiene ni idea o no quiere decírmelo porque ya ha pasado casi una semana desde que la calima empezó.

—En las noticias de anoche dijeron que como máximo durará hasta el viernes —contesta Stan, encontrándose con mi mirada en el espejo retrovisor—. Para el fin de semana, el cielo estará despejado.

Llegamos a la entrada de Silver Foxley Academy y salgo por la puerta que Stan me abre mientras sujeta un paraguas bajo el que me refugio de la molesta arenisca. Se despide con una educada reverencia tras acompañarme hasta la puerta.

Hoy es el último día de clases antes de las vacaciones de verano, por lo que solo tenemos jornada escolar hasta la ceremonia de final de periodo que se celebra al mediodía.

Tres meses más hasta mi graduación. Para entonces ya se habrá celebrado mi τεlετου por lo que podré comenzar mi carrera universitaria en el Lycēu en abril.

Cuando entro al salón de mi primera clase, Miss Coral no ha llegado todavía y mis compañeros me observan de manera disimulada en un expectante silencio.

Parece que la calima no es lo único que va a romper mi rutina hoy.

Avanzo con tranquilidad hasta mi escritorio mientras me quito los guantes. Retiro el sillón gris azulado para sentarme y, dejando el bolso maletín en el gancho, observo lo que alguien ha dejado sobre mi escritorio.

Un libro cuya portada es un fondo blanco con ramas doradas entretejidas.

Una corona de oro está sujeta entre las ramas.

El Príncipe Cruel.

Capto el mensaje.

Levanto la mirada y mis compañeros apartan rápidamente la suya, aunque no antes de que vea su deleite. No se atreven a ser ellos los que "digan" algo sobre mi despotismo, pero disfrutan de que haya una persona dispuesta a hacerlo.

Y solo hay una persona.

Una persona que me regala un libro de fantasía juvenil para decirme que soy mala.

Se merecen todo el bullying que les hago.

Y la tonta de Ariadne ni siquiera ha hecho el punto que cree.

—¿De quién es? —mi pregunta es al aire porque me encantan mis juegos.

—Es mi regalo para este día tan especial —Ariadne gira en su asiento para mirarme con una presumida sonrisa—. Pensé que lo podrías encontrar interesante.

Sí, hay una gran ironía en recibir este libro justo hoy. Tal vez ha hecho medio punto.

Y en realidad es un gran regalo. Nosotros podemos leer libros de autores de otros continentes gracias a Internet, pero obviamente los libros en físico no llegan aquí. Las veces que mi theío hace un viaje, suele traerme algunos. La lectura siempre ha sido uno de mis pasatiempos, y me gusta tener mis favoritos en papel, cosa que a mis padres les disgusta porque el papel que se usa en otros continentes proviene de la tala de árboles.

—Me pareció interesante lo hipócrita que era Jude odiando a Cardan cuando en realidad todo lo que quería era ser como él y tener la aprobación de un montón de gente que la despreciaba por ser humana. Se hubiera casado con un troll si eso la hacía un hada. Su obsesión por eso me recordó a la de Bella por ser un vampiro. La conclusión que puedes sacar de ambos libros es la misma: los seres humanos comunes envidian a los que son mejores que ellos y su obsesión por igualarlos a veces les lleva al amor y otras al odio. Aunque detrás de eso lo que hay en realidad es ambición y envidia.

La sonrisa se marchita en la boca de Ariadne. Obviamente, es del tipo que ni siquiera hace un análisis de lo que lee. Ella simplemente ve a la prota odiar a otro personaje y asume que son la buena y el malo.

Probablemente crea que es lo mismo en nuestra historia. Ella siendo la heroína que lucha contra la malvada villana. Aunque, como la buena de Jude, si le ofreciera un lugar en mi círculo de poder, aceptaría y ahí se terminaría su complejo de justiciera.

—Lo que no entiendo es qué quieres decirme a través del libro —continuo sin dejarla responder—. ¿Que me odias, pero quieres un hueco en mi mundo porque lo amas? ¿Que te sientes atraída en secreto hacia mí y quieres que nos casemos y gobernemos juntas? ¿Y que incluso si te mando al exilio no te rendirás?

Varios de mis compañeros se ríen y no es tanto por adularme como porque en el fondo les divierte ver a dos personas destrozarse verbalmente una a otra. Es algo innato en el ser humano. Algo que se puede ignorar, pero no cambiar.

—En realidad, el mensaje del libro es que, por muy poderoso que sea un tirano, el ingenio de una persona común es capaz de derrotarlo —explica Ariadne recuperando su sonrisa—. Cardan cometió un error al subestimar a Jude porque la veía por debajo de él.

—La veía por debajo de él porque ahí es donde siempre estuvo y donde terminó. El ingenio de Jude solo le sirvió para engañarse creyendo que tenía poder y convencerse a sí misma de que estaba haciendo algo bueno por alguien más que por sí misma al llevar una corona a juego con la de su malvado rey. Ni siquiera se dio cuenta de que solo era usada como un peón en el juego de alguien más siniestro. Al final terminó como siempre, humillada por Cardan.




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