THE
RETURN
OF
VAMPURR
—Mejor que no os mováis si no queréis perder algo más que un brazo.
Es satisfactorio verlos ahí estáticos y con los ojos muy abiertos.
—¿Qué es esto?
—Es un mecanismo avanzado de seguridad —lo resumo porque en realidad es bastante más que eso, pero solo hay una cosa que necesitan saber—. Es simple, si cualquier parte de vuestro cuerpo toca el láser, moriréis.
—Tal vez sea un farol —especula Saya, observándome con desconfianza—. Puede que sea un mecanismo antirrobo normal y lo único que pase es que suene una alarma y se active el protocolo.
—Puede ser —respondo sonriéndole—. ¿Por qué no lo compruebas?
Veo el debate que sucede en su interior; nada le gustaría más que probar que miento y atacarme cuando estoy desprotegida, pero no es tan tonta para no temer que no lo esté.
—Mientras os lo pensáis, ya que no tenéis nada mejor que hacer ahí de pie, yo voy a tener una pequeña charla.
Lo que veo frente a mí altera mis niveles de dopamina. Así ha sido siempre. Frente a mí, un conjunto de caras ansiosas y temerosas, con el odio asomando en sus ojos, indefensos ante mi próximo movimiento. Esperando por mi inexistente piedad. Es como si volviera a mi ser, a mi vida.
—Simi, libera el A-17 y el A-23.
—Liberando las coordenadas designadas.
Un segundo después, la red de láseres que rodea a César y Zarek desaparece.
—Venid conmigo —les digo y me giro para volver a donde dejé a Ada.
Trato de calmarme mientras paso las estanterías de juguetes. El poder es peligroso y tengo que tener cuidado; ya no estoy en mi casa con mi familia para respaldarme, estoy sola y jugando un juego peligroso. Si quiero llegar a mi objetivo, voy a tener que confiar en alguien hasta cierto punto. César es mi mejor opción para eso; en cuanto a Zarek, al enemigo más peligroso es mejor tenerlo cerca y llamarlo amigo.
Me giro en cuanto llego a la esquina con mis cosas y me encuentro con sus miradas enfadadas. Tardo un segundo de más en despegar mi mirada de la de Zarek porque el hecho de que una emoción pueda reflejarse en esos ojos de hielo me parece fascinante.
—Tu plan ha fracasado —le digo a César—. Está claro que no puedo fiarme de esa gente.
—Tal vez hubiera funcionado si realmente lo hubieras intentado —me reprocha—. Seguramente sabes mucho de política y diplomacia. ¿No podrías haber usado algo de eso para decirles de una mejor manera tus condiciones y convencerlos?
—Precisamente porque sé de política es que he actuado así, pero da igual, no espero que tú lo entiendas. Lo que espero de ti es que uses tu experiencia para ser un líder, uno que esté de mi lado, para ser más clara.
A César no le gusta lo que implican mis palabras; ya he notado que tiene un fuerte código moral, lo que solo me hace tener más curiosidad por la razón detrás de su temprano retiro de sheriff.
—Todos estamos en la misma situación desesperada; si podemos llegar a un acuerdo del que todos nos beneficiemos y trabajamos juntos, sobreviviremos lo suficiente para encontrar un lugar seguro.
—Si hay un tipo de persona en el que definitivamente no voy a confiar es en la que está desesperada. Prefiero aprovecharme de ese sentimiento.
César suspira con desaprobación. Me molesta tener que justificarme, pero tengo que convencerlo de que esté de mi lado.
—Les he ofrecido un trato, ¿cierto? ¿Y qué han hecho? Tratar de pegarme, acuchillarme y planear hacerme su rehén para atacar a mi theío y apoderarse del refugio. Incluso si no les gustaban mis condiciones o la forma en que las dije, ¿no podrían simplemente haberlas rechazado? ¿O tratar de negociarlas? ¿La desesperación es una excusa para que recurran a la violencia? ¿Cómo sabemos que no harán cosas peores en otras situaciones desesperadas? ¿Y todo eso acerca de que este ya no es mi mundo, sino uno nuevo? ¿No me dijo lo mismo Wendy en el taller? ¿Estás seguro de que lo que todos quieren es un refugio y no aprovecharse de la situación para tener poder?
César se queda callado y frunce el ceño mientras le da vueltas a toda la situación. Ojos de anguila no es el único que sabe cómo engatusar con sus palabras.
—¿Cuál es tu plan? —pregunta y sé que la balanza se ha inclinado a mi favor. Solo me queda conseguir su palabra.
—Les ofreceré un nuevo trato, su juramento a cambio de desactivar la red.
—¿Todavía quieres formar un grupo con ellos? —pregunta, sorprendido.
—Me gusta la idea de tener escudos tal como me sugirió Flotsam, pero no me vale solo con su juramento; quiero que tú te ganes su confianza, quiero que piensen que pueden acudir a ti para que me contengas o cuando tengan un problema conmigo. Básicamente, quiero que dejen de escucharlo a él para escucharnos a nosotros.
—¿Por qué me pides esto a mí?
—Porque sé que puedes hacerlo y porque puedo fiarme de ti gracias a Jude.
Los ojos de César se llenan de nostalgia al escuchar el nombre de su hija y sonrío para mis adentros; sus sentimientos por ella son la única cosa segura a la que puedo aferrarme ahora.
—¿Qué hay de él? —pregunta señalando al silencioso muñeco de nieve a su lado.
—Es mi guardaespaldas —contesto y al encontrarme con sus ojos me invade la sensación de que mi cerebro es diseccionado hasta que mis pensamientos quedan expuestos para él—. ¿Cierto?
Él asiente y aparto la mirada, tratando de sacudirme ese absurdo miedo. Incluso si puede adivinar mis intenciones, no puede oír lo que pienso. Nadie puede y tal vez esa sea la única suerte que tenga en mi vida.
—Entonces en este "grupo" solo puedo confiar en ustedes dos, por eso espero que seamos un equipo hasta llegar a nuestro destino.
Mis palabras suenan sinceras, pero no sé si ellos intuyen la falsedad en ellas; no me importa mientras hagan lo que quiero. Si no lo hacen, bueno, más personas también implica más opciones.