Caprichoso Destino.

Capítulo 1.

Comerse las uñas sin lugar a dudas es un mal hábito, pero hay ocasiones en que nuestra vida parece pender de un hilo tan delgado que no queda otro remedio para calmar las ansias; sobre todo cuando has esperado algo con mucho fervor. Su mirada café se alzó hacia el reloj gris que cuelga de la pared blanca y sin gracia, detrás de la hermosa joven rubia de mirada exótica y ojos bonitos que viste como si fuera la dueña de la empresa. Maritza volvió a bajar las manos para entrelazarlas en su regazo, harta de saborear el esmalte de uñas rosado que se le pega en la punta de la lengua en forma de pequeños trocitos; se observó las manos y notó que se ha despintado un poco las uñas a causa de eso y los nervios. La chica rubia atrajo su atención cuando se puso de pie y entonces optó por observar lo que hace para familiarizarse un poco con el ámbito laboral; eso si la eligen por encima de las otras cinco chicas que esperan lo mismo que ella. Maritza y otra de las mujeres intercambiaron una mirada accidental y aunque ella tuvo la amabilidad de sonreírle a su contrincante, no recibió la misma respuesta; así que regresó su atención a sus uñas descarapeladas mientras ruega que le den el trabajo de secretaria. No es la gran cosa ni mucho menos su sueño hecho realidad, pero su trabajo de artista no paga las cuentas y mucho menos la operación que necesita su papá.

Una a una las chicas fueron pasando, y así como lo hacían se fueron retirando sin llevarse siquiera la esperanza de un “nosotros le llamamos”. Maritza pasó saliva cuando le dijeron que era su turno; ha estado varios días haciendo exámenes y pruebas, y aunque le parece un poco exagerado, ha estado esforzándose en todo como si en lugar de querer ser la secretaria, quisiera trabajar como astronauta o algo parecido a eso. –Buenos días señorita Benson Adams.

–Buenos días señora– Dijo a la mujer que se ha encargado de entrevistarla en numerosas ocasiones.

–Hemos llegado a la conclusión de que usted es la indicada para ocupar el puesto solicitado ya que ha pasado todas las pruebas de manera satisfactoria, y con todos los requisitos que reúne podría decirle que no tardaría mucho en escalar en esta empresa, ¿qué le parece?

–Es una excelente noticia de principio a fin.

–Esa es la actitud que esperaba. Pues entonces queda contratada y puede empezar mañana a primera hora.

–Muchas gracias por la oportunidad.

Después de revisar algunos detalles, el contrato quedó firmado por ambas partes y el compromiso se hizo también de palabra.

Cuando Maritza salió de la oficina de la gerente de recursos humanos, se encontró con su mejor amiga, quien fue la que le dijo sobre la oferta de trabajo. – ¿Y bien?

–Estoy dentro– Ambas se abrazaron.

–Esto hay que celebrarlo.

–Tengo que ir a casa y después prepararme para mañana.

–No dije que fuera hoy, ¿qué tal el fin de semana?

–Ya veremos– Se abrazaron de nuevo. –Muchas gracias Abby.

–Para eso y más estamos las verdaderas amigas– Le guiñó un ojo antes de despedirse.

Cuando Maritza llegó a casa les dio la noticia a sus padres, quienes la felicitaron y expresaron lo orgullosos que están de ella; lo cual hacen con cada cosa que emprende. –Gracias, ahora voy a prepararme para mañana.

–En cuanto esté la comida te avisaré– Le dijo su madre. –Pondré vino en la mesa para brindar porque es una ocasión especial.

–Gracias mamá– La besó y después a su padre, para después dirigirse a su habitación y así organizar todo lo referente a su nuevo empleo.

Cuando estaba buscando la ropa interior se encontró con una fotografía de hace cinco años, cuando apenas tenía veintitrés y estaba sumamente enamorada del joven que aparece en dicha fotografía; como todas las veces su corazón se estrujó y sigue preguntándose dos cosas: ¿Por qué todavía lo ama? ¿Y por qué las mujeres tienden a guardar las fotografías de sus amores en el cajón de la ropa interior? – ¡Habiendo tantos lugares y tantos hombres! – Bufó, volviendo a guardar la fotografía de su ex en el cajón.

Se metió a la ducha antes de reunirse a comer con su familia, con la mente ocupada por ese hombre al que amó y sigue amando a pesar de todo. Lo que más le gustaba era sin lugar a duda los dos hermosos hoyuelos que se le formaban en las mejillas cuando sonreía, junto con sus labios carnosos y su mirada de chico inocente, aunque Daven no era del todo inocente; sobre todo a la hora de hacer el amor. Sacudió la cabeza para despejarse de esos recuerdos, apurándose con la ducha antes de quedarse más tiempo del necesario. –Ya no será en tu honor– Replicó enjuagándose con prisa.

Fresca y relajada se reunió con su madre para ayudarla en todo lo necesario. –Y dime; ¿cuándo volverás a invitar a ese joven apuesto de la vez anterior?

–Arthur es sólo un amigo así que no te ilusiones mamá.

–No quiero ilusionarme yo, quiero que te ilusiones tú– Maritza blanqueó los ojos. –Llevas mucho tiempo sola…

–Pensé que ustedes contaban– Farfulló mientras corta las zanahorias en rodajas.

–No estaremos contigo para siempre, sólo date cuenta con tu padre y su salud tan precaria.

–Nadie es eterno en esta vida mamá, así que da igual. Aparte tengo mucho trabajo, y ahora más que he sido aceptada como secretaria; el tiempo que tenga libre voy a dedicárselos a ustedes, a Rufus y a mis esculturas– Volteó a verla con un toque de triunfo. – ¿Lo ves? Mi vida está completamente ordenada y no necesito a nadie que venga a desordenarla– Judith sabe que es imposible discutir con ella que es tan aferrada a sus ideas.

–Por cierto, Rufus rasgó una de las sillas.

–No quieras desquitar tu ira con mi hijo.

–Siempre creí dos cosas; que Rufus era nombre de perro y que los gatos no son hijos de las personas– Le guiñó un ojo y salió de la cocina con la ensalada lista para dejarla en la mesa.

Maritza se reunió con sus padres instantes después, llevando el agua de frutas para acompañar la comida.




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