Conquistandote

Capítulo 4: Andrea

Haber besado a Travis fue un error, no importa cuanto lo haya disfrutado. Ahora deseo volver a besarlo y hacer mucho más que eso, algo que no es posible.

Pensaba que besar al hermano de mi mejor amiga sería una acción calculada y fría, tal como es él, sin embargo, fue cálido y besa muy bien. Sus labios son suaves y tenía un leve sabor a vino. Lo disfruté tanto que creo que solté un gemido que se vio interrumpido cuando el matrimonio Glove nos interrumpió disculpándose porque se iban y querían despedirse de nosotros.

—Fue un placer conocerlos—exclama Alberth Glove—. Travis, el lunes hablaremos de negocios—me brinda una sonrisa—. Andrea, un placer conocerte.

—Gracias. Igualmente.

Sienna toma mi mano.

—Eres un encanto y como veo que ustedes van por el mismo camino que nosotros, ansiosos por llegar a su casa—le guiña un ojo a Travis y yo río. No hay posibilidad de que Travis y yo terminemos juntos en una misma cama—. Los invito a ambos a la casa en las montañas que tenemos en Carolina del sur el otro fin de semana.

—¿A los dos? —pregunto.

—Claro. Quiero que pasen el fin de semana con nosotros.

—No sé si sea posible… —comienza a decir Travis y lo detengo.

—Lo haremos posible. Ya sabes que amo la montaña, caminar, cabalgar y escalar. Lo bosques de Carolina del sur son preciosos y no puedo decir que no a eso. A ti también te gusta ese tipo de actividad.

Travis suspira.

—Sí, es verdad, sin embargo, tomarme un fin de semana de una semana a otra.

—Yo te ayudo a organizarte—le sonrío a Sienna—. Es un maniaco del control y necesita un mes para organizar un viaje de fin de semana—río—. Yo me encargo.

—Mujeres tomando el control, eso me gusta. —comenta Sienna enganchándose al brazo de su esposo.

—Bien, nos vamos. Estamos en contacto.

La pareja se despide y exhalo suspiro, sintiéndome orgullosa de mí misma. Todavía no los conseguí como clientes, pero puedo hacerlo si voy hablando con Sienna durante la semana y el próximo fin de semana echarle la red. Mi jefe me dejará tranquila sabiendo eso y podré evitar a Meyers. Que otro agente se ocupe de él.

—Vamos a tener que seguir fingiendo que somos pareja porque no podemos terminar de un fin de semana a otro. —escucho decir a Travis.

Volteo hacia él.

—¿No puedes relajarte un rato? Piensa menos y vive más. No es para tanto.

—¿No es para tanto? Tendremos que compartir habitación y fingir que estamos enamorados. El beso que me diste no se puede repetir.

Enarco una ceja.

—¿El beso que yo te di? Tú me respondiste, así que no me eches la culpa de todo.

Abre la boca y la vuelve a cerrar.

—Claro que sí porque hubiera quedado mal que me apartara.

Y yo creyendo que a él le gustó el beso. Debo recordar que cada movimiento que Travis realiza está perfectamente calculado y todo tiene una explicación lógica que se aleja de los sentimientos.

Como sea, no dejaré ver que me molesta su rechazo. Habla como si sintiera asco de mí, aunque probablemente así es. Más de una vez ha manifestado su desagrado que me acueste con hombres sin compromisos. Como si él no se acostara con mujeres sin compromisos, solo que él es discreto y yo no porque me vale una mierda lo que las personas opinen de mí.

—Bien, si tanto te desagrada estar cerca de mí, no tiene que se así. Iré sola al viaje y diré que no pudiste ir porque tienes diarrea o algo así.

—¿Diarrea?

—¿No te gusta eso? Piensa que enfermedad o problema quieres tener para decírselo a los Glove.

—Andrea…

—Tú ya conseguiste lo que querías, a Alberth Glove como tu cliente. Yo todavía no y no me voy a rendir. Y me da igual que pienses mal de mí porque mentí o porque me acuesto con hombres sin compromisos. Alcanzaré mi objetivo y no sentiré culpa. Y ahora, si el señor perfecto puede dejar de juzgarme, me voy a ir a mi casa a ver mi serie.

—No pienso mal de ti…

—Vaya, recién los dos parecían enamorados en la pista y ahora están peleando—comenta el petiso con cara del señor Miyagi—. Espero que el otro fin de semana sea más relajado. Un pase por las montañas.

—¿Tú irás? —pregunta Travis desconcertado.

—Por supuesto. Los Gloves nos invitaron—toma al ente de su esposa de la cintura—. Si nos disculpan, nos vamos a casa.

La mujer sonríe y asiente.

—Claro, vayan—exclamo—. Si tu amigo no funciona, toma viagra.

—Qué grosera—exclama Gibbs y mira a Travis—. Deberías educar a tu mujer.

Doy un paso al frente, dispuesta a responder al momento que Travis se me adelanta.

—No me interesa tratarla como a una perra entrenada. Que a tu mujer no le importe ser tratada así, no quiere decir que a la mía tampoco—declara mi prometido falso—. Si no puedes lidiar con sus comentarios, mejor evita hacer alguno. Ve a complacer a la tuya.




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