Conquistar su Amor

Capítulo 4.

Isquia era un lugar maravilloso, sus playas, sus edificaciones, cada lugar que miraba me dejaba mas y mas sorprendida, lo más sorprendente fue llegar al borde del puente que conecta la isla con un hermoso castillo antiguo que me dejó deslumbrada.

Nunca imaginé que estar lejos de casa, aunque no fuera por voluntad propia, me permitiera conocer algo tan majestuoso como lo que estaba viendo.

— Es el Castillo Aragonés — Maurice se mantuvo a mi lado desde que bajamos de la embarcación, parecía mi guardaespaldas personal.

— Es un lugar hermoso, nunca había visto algo semejante.

— Si me permites invitarte, algún día podremos venir juntos y caminar por el castillo, de cerca es aún más majestuoso—. lo miré con una media sonrisa, la única persona con la que quería conocer lugares majestuosos era Patrick, pero él ya no estaba.

— Eso estaría bien— susurré algo desganada.

—¿Estás bien? Pareces llena de tristeza.

— Estoy bien, solo algo nostalgica.— mire al cielo en busca de consuelo, mi Patrick, mi amor, estaba segura que se encontraba cuidandome, no, cuidandonos desde allí.

— No lo pareces, pero si no quieres hablar no puedo obligarte — se puso de rodillas y cortó unas cuantas flores que crecían en el camino al puente y me las extendió, — si en algún momento quieres hablar con alguien, yo estoy aquí.— recibí las flores con una media sonrisa.

— Gracias.

— Ven, el camino al mercado es por aquí, si nos tardamos mucho pensaran que nos hemos fugado — tomo mi mano con delicadeza y me halo hacia el lugar contrario a donde estábamos.

Su toque fue algo extraño, produjo un escalofrío en todo mi cuerpo, pero no como algo bueno, fue una especie de mala vibra, Maurice parecía tan confiable, pero al mismo tiempo tan siniestro.

¿Quién era Maurice? ¿Qué puesto tenía en esa mansión? ¿Podría ser mi aliado o contrario a ello era un enemigo? eran preguntas que debía resolver con el tiempo. Ser cautelosa era mi mas grande necesidad no podía poner en evidencia mis planes, tampoco mis anhelos por escapar.

Mientras caminaba por la isla más me daba cuenta que el dominio y control del lugar era de Price, la mayoría de la gente mostraba su respeto por los hombres que se encontraban en el lugar, también, pude notar algunas viviendas y negocios donde se encontraban los hombres de Price que aquel día descansaban.

No solo estaban en la isla privada, también aquí, si quería escapar, esta no era una buena ruta de escape, pero si era un lugar adecuado para enviar una señal, una señal a la persona que seguramente estaba loca buscando por cielo y tierra, Vicky.

Mire a mi alrededor haciendo énfasis en los negocios que habían por la calle que bajabamos, a lo lejos un anuncio de cabinas telefónicas y mi mente inmediatamente trazó un plan, uno pequeño que por ahora era posible funcionara.

— Maurice — susurre tirando un poco de su brazo y haciendo una mueca con mis piernas.

— ¿Qué sucede?

— Tengo una urgencia.— me miró con algo de confusión.

— ¿Urgencia?— al ver que los demás hombres que nos acompañaban se detuvieron para mirar en nuestra dirección decidí ponerme de puntitas para susurrar en su oído.

— Debo usar un sanitario.— un largo “oh” salió de sus labios e inmediatamente buscó con la mirada algún lugar donde pudiéramos entrar. — Tal vez en aquellas cabinas, si pido permiso— señale el lugar con algo de esperanza.

— Esta bien, vamos— deje que me acompañara hasta el lugar, por suerte, los dueños del lugar no tenían nada que ver con los hombres de Price, aunque mostraban respeto por ellos. Me encerré en el baño armándome de valor para el paso siguiente.

— ¿Maurice? — llame desde el interior del baño, confirmando así que se encontraba del otro lado.

— ¿Qué sucede ahora? — entre abrí ligeramente la puerta para mirarlo con un puchero.

— Sucedió algo malo, necesito algo, algo urgente, pero me da vergüenza decírselo a alguien más.

— ¿Qué sucede? — pregunto de nuevo, esta vez con su rostro completamente serio.

— Necesito toallas sanitarias, pero me da vergüenza que alguien más vaya a comprarlas — hice mi mejor cara de sufrimiento, cara que funcionó, pues Murice salió del lugar dejando el local vacío.

— Chica, ¿Necesitas toallas?, tengo aquí, puedo prestarte una, la farmacia está un poco lejos, le tomará un tiempo ir y volver.— una mujer mayor se acercó al baño mirándome de arriba a abajo como analizando, acepte con mucho gusto su amabilidad.

— Muchas gracias, eres un ángel caído del cielo — espere que la mujer volviera con la toalla y con una sonrisa lleve a caba mi plan. — Disculpa, ¿Te puedo pedir un nuevo favor?

— Por supuesto, ¿Qué necesitas?

— Me prestas tu teléfono para llamar a mi compañero, así puedo pedirle un medicamento para las molestias, siempre me dan dolores muy fuertes.

— Claro, sin problema, entiendo por lo que pasas, antes de tener a mis hijos me sucedía lo mismo, fue hasta que tuve el tercero que aquellas molestias desaparecieron — me extendió su teléfono y con rapidez agende el número de Vicky y le envie un mensaje por Whatsapp.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.