Desperté deprimida, como cada mañana que aún pasaba en ese lugar, caminé lentamente hasta el baño y una vez desnuda hice lo que hacía cada día, mirarme de perfil.
— Ya casi empiezas a notar — sobé mi casi inexistente vientre frente al espejo.
Un mes más había pasado, ya llevaba dos y medio recluida en el lugar, y daba gracias a todo lo divino que existía, que mi embarazo iba muy lento.
Mi bajo vientre se sentía algo duro y ligeramente inflado, pero no era tan notorio, aún podía usar sin preocupaciones las ropas ajustadas que tenía dentro del armario, aunque prefería no hacerlo, incluso, le había solicitado a Karla un pantalón de uniforme un poco más grande, ella no se rehusó.
— Quisiera que tu padre pudiera ver estos pequeños cambios, no son muchos, pero estoy segura que estaría feliz. Como lo extraño.— algunas lágrimas rodaron por mis mejillas al recordarlo.
Me puse un vestido floreado que encontré en el armario y unas sandalias bajas, aquel sería un nuevo día en Isquia, solo que este sería distinto, con ayuda de Maurice intentaría enviar un nuevo mensaje a Vicky.
Fui directo al muelle al estar lista, me sentía nerviosa y ansiosa por dar a conocer que me encontraba bien y los nuevos planes que teníamos para salir del lugar, no quería que la organización entrara en guerra con otra por mi, nuestro plan era simple, Maurice me sacaría de la isla y me llevaría a Francia, donde seria mas facil para Vicky llegar a mi.
Sonaba muy simple, lo difícil era llevarlo a cabo sin levantar sospechas.
— Te ves más que radiante esta mañana.— Saludo Maurice con una sonrisa en su rostro, sonrisa que dejaba ver un hoyuelo en su mejilla derecha y que me recordaba demasiado a Patrick.
— Me siento más hermosa y feliz que nunca, hoy es un día importante — Uno de los guardias del barco me miró entrecerrando los ojos así que me corregí rápidamente, — Porque es mi cumpleaños.
— Tienes razón, te llevaré a comer los más deliciosos platos de la isla como regalo de cumpleaños.— siguió la corriente entendiendo que habíamos hablado de más en el lugar equivocado.
— Eso me agradaría — deje que me tomara la mano y me ayudara a subir al bote. — Buenos días William — saludé amablemente al anciano.
— Que le ves de bueno a madrugar para salir a aguas peligrosas, podríamos morir en altamar y tu tan sonriente.
— Siempre tan simpático y positivo— le di un abrazo que correspondió con una palmada en mi espalda.
William, tal y como dijo Karla, era un poco tosco para hablar, y aunque siempre parecía de mal genio y despreciable, últimamente me cuidaba como si fuera su hija.
— Pone un suéter, te vas a resfriar y no quiero cargar mocosas en mi barco.
— No traigo uno, y no hace tanto frío.
— Estas chiquillas de ahora que no salen preparadas— refunfuño hasta la cabina y regresó con una manta pequeña que lanzó sobre mi. — Abrígate con eso, la mañana está fría. Resfriada no te dejo subir a mi barco ni de chiste, antes te dejo caer a las profundidades del mediterraneo.
— Eres muy dulce Willi.
— Soy William.— reí mientras lo veía aletear con sus brazos dirigiéndose nuevamente a la cabina.
— Mi William es muy dulce, ¿No crees?
— Es encantador, no se que seria de mi sin ustedes.
— Una mujer fuerte capaz de todo.
— Gracias — me tomó del brazo y me llevó a una zona alejada del barco, miro a todos lados antes de acercarse a mi oído.
— Se quien eres linda, Maurice ya nos comentó tu verdadero origen. — me quedé sin aire por unos segundos sin quitar la vista del horizonte.
— Yo…
— No tengas miedo linda, William y yo estamos dispuestos a ayudarte a salir de aquí, gracias al señor Mosse estamos vivos, el nos rescato de aquella mansión en llamas hace muchos años, ni siquiera nuestro jefe fue capaz de salvarnos, en cambio, a Mosse no le importo que fuéramos enemigos, corrio a donde estabamos y nos rescato, era un buen hombre, desafortunadamente, seguirlo sería nuestra condena. Nadie sabe esto, juramos nunca decirlo, también juramos regresarle el favor algún día, él ya no está, pero tu si, y que podemos liberarte de este lugar es la mejor forma de retribuir lo que una vez hizo por nosotros tres.
Deje que mis lágrimas salieran libremente una vez más, mi bebe seria un llorón si yo seguía llorando, pero no podía evitarlo, saber que Patrick siempre fue una buena persona a pesar del mundo que lo rodeaba me llenaba de orgullo.
— Gracias Karla.
— No me agradezcas linda, cuando llegue el momento nos iremos.— la abrace con fuerza y deje salir unas cuantas lágrimas más sobre su pecho.
— ¿Qué sucede? — uno de los hombres llegó a nuestro lado con su arma en mano, —¿Qué pasa mujer?
— No tienes que apuntar con esa horrible cosa, le he contado la historia de mi hijo, mi pequeño Morris — Soltó un sollozo que a mi parecer fue muy falso, aun así la atraje hacia mí en señal de apoyo.
— Espero que sea cierto, no me gusta tanta secreteadera en el barco.