Convénceme de ser tuya

Capítulo 1: Un sueño hecho pesadilla

Considero si es necesario pellizcar mi brazo de nuevo y concluyo que sí, pues aún no me creo que esto me esté sucediendo, pero temo sacarme un feo moretón si sigo haciéndolo. En un gesto infantil, meto el teléfono celular al desvencijado cajón de mi buró, como si eso cambiara en algo mi presente. Las palabras del mensaje aún retumban frescas en mi mente: POSITIVO.

Salí positiva en mi prueba de fertilidad. Mi vida entera va a cambiar radicalmente a partir de este momento. Un resultado positivo significa un vuelco en la vida de una ciudadana de Aequitalia. Debido a la baja tasa de natalidad, al cumplir 19 años todas las personas debemos tomar una prueba de fertilidad; en el caso de las mujeres, si la prueba sale positiva te conviertes en lo que se conoce como Vasija: una ciudadana dedicada a dar hijos al Buen Régimen. A las Vasijas se les asigna una pareja masculina fértil para fines reproductivos según el Comité de Asignación vea apropiado. La edad de asignación para las mujeres es 19 años y para los hombres 25, por lo que de entrada ya sé que el chico que me asignen va a ser unos años mayor que yo. Eso no me molesta, siempre y cuando no resulte ser un viejo; las mujeres positivas somos tan escasas que a veces hay demasiados hombres fértiles esperando una pareja y no se logra asignar una Vasija para cada chico de 25, el comité siempre le da prioridad a aquellos que tengan un alto rango en el Buen Régimen; por lo que para algunos, los años pasan y a veces te puede tocar un hombre de mediana edad de rango inferior que lleve varios años esperando una pareja.

Eso es lo único que me preocupa, por lo demás, me siento bastante optimista. Ser Vasija significa tener una oportunidad muy rara para la gente de Aequitalia: formar una familia. La sola idea me hace sonreír, una familia propia, cenas todos juntos mientras charlamos de nuestro día, apoyo incondicional siempre, vacaciones en familia, gente que te ame por quien eres... yo perdí eso a muy temprana edad y ahora tengo la oportunidad de recuperarlo. Sonrío para mis adentros, esto va a ser algo bueno para mí.

Escucho los pasos de Leonardo en el cubo de la escalera, las paredes del viejo edificio en donde habitamos son tan delgadas que uno puede escuchar lo que pasa en todos los pisos, quién llega y quién sale y qué apartamento está teniendo una riña, eso incluye saber cuándo llega mi hermano pues su andar pausado es muy característico de él. Quien no lo conoce creería que se acerca un hombre de la tercera edad y no un muchacho de 19 años, pero Leonardo definitivamente no es el típico chico de su edad. Tal vez por falta de los nutrimentos adecuados, mi hermano no desarrolló el cuerpo de un hombre promedio; mi gemelo y yo compartimos más que nuestra fecha de nacimiento: pesamos casi lo mismo y somos de la misma altura, a pesar de que yo soy una chica de estatura promedio y bastante delgada. Su cuerpo esbelto y casi carente de musculatura le ganó muchas burlas durante la primera escuela, lo cual fue más difícil de soportar por la falta de padres que nos defendieran; mi abuelo, aunque de buenas intenciones, no estaba en condiciones de intervenir a favor de su raquítico nieto. La primera escuela acabó hace años y el abuelo ya tampoco está con nosotros, pero aún hay quienes se burlan de Leonardo por su aspecto lánguido y facciones delicadas.

La puerta de nuestro diminuto apartamento se abre y mi hermano entra con una sonrisa de oreja a oreja, de esas que no son nada típicas en él.

—¡Jamás vas a creer la noticia que te tengo! —exclama entusiasmado.

Le devuelvo la sonrisa, adivinando qué es lo que va a decirme.

—¿Tú también saliste fértil en tu prueba? —le pregunto con voz aguda por la emoción. Ambos tomamos la prueba el mismo día, era de esperarse que a ambos nos llegara el resultado al mismo tiempo.

Leonardo resopla, como si la sugerencia fuera absurda.

—¡Qué va! Por supuesto que no... —dice manoteando en el aire. De pronto su expresión cambia y me mira atento, sus ojos se abren como platos mientras me contempla boquiabierto—. Espera, ¿dijiste “tú también”? Lorena, eso significa que... ¿saliste positiva?

Asiento entusiasmada.

—Me acaba de llegar el resultado al teléfono hace como media hora —contesto con la voz cargada de entusiasmo.

—Oh, Lorena, eso es fantástico —exclama al tiempo que me alcanza de una zancada para darme un abrazo—. Supongo que eso significa que vas a dejar el Ministerio de la Amistad.

A los 16 años, todos en Aequitalia entramos a uno de los numerosos ministerios para aprender una función para servir al Buen Régimen. El tiempo de aprendizaje dura hasta los 19 años, momento en el que uno pasa a formar parte del ministerio elegido. Solo hay dos casos en los que las personas no entran formalmente al ministerio de su elección: si desempeñan un mal papel durante el tiempo de aprendizaje son expulsados y se convierten en Sin Grupo, gente que no aporta nada a la sociedad; o, en el caso de las mujeres fértiles, somos reasingnadas al Ministerio de la Mujer de forma automática.

—Sí, mañana mismo debo presentarme con las Nanas —respondo sin poder dejar de sonreír.

—Me alegra que estés contenta, muchas chicas no se lo toman a bien.

—¿Por qué no habría de tomármelo bien? ¡Esto es fantástico! —exclamo en tono alegre.

—Porque vas a tener que pasar la vida entera obedeciendo a las mujeres más insufribles de la nación: las Nanas —dice como si fuera obvio.




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