¿Quién iba a pensar que terminaría de esta forma? Empecé como humana, luego convertida en vampiro por error de Víctor, luego su sirvienta, su esposa, líder del clan y ahora encerrada en este lugar en castigo por ser demasiado humana. Suspiro y alzó la mirada hacia Volker que me mira en silencio después de tener que contarle todo eso. Junta sus manos sobre su escritorio y me contempla con una seriedad que no sé qué significara. Por suerte puedo llevar mi ropa habitual y no aquella bata blanca que pensé que acá obligarían a usar. Pero en mis muñecas llevo atadas unas cadenas de acero de drinke que son tan firmes que no hay vampiro capaz de huir de ellas. La oficina de Volker es un lugar enorme, de cielo alto, y viejos estantes llenos de libros, al igual que vi en la sala de estar. Un elegante escritorio, pulcro y bien pulido. Un ventanal enorme, tanto como el cielo con largas cortinas de tono oscuro. El suelo de madera también parece recién lustrado, podemos ver nuestros reflejos en él.
—Interesante historia —señala el vampiro cruzando los dedos de su mano con los dedos de la otra mano.
—¿Ya puedo retirarme? —le pregunté ante su silencio.
—Sí, puede hacerlo, llamaré a alguien a que te quite esas cadenas —tomó su teléfono y habló unos segundos antes de cortar de nuevo—. Solo los usamos con vampiros peligrosos, no veo en usted peligro alguno, creo que entiende que está aquí por su propio bienestar.
—No sé si eso último sea así, pero mis intenciones no son ir en contra de los ancianos —le respondí arrugando el ceño.
En eso un hombre entró llevando un enorme llavero con varias llaves consigo, de distintas forma y tamaño, y colocándose en frente de mí, sacó una de las llaves ingresándola a la cerradura y girándola hasta que me quitó las cadenas. Sobé mis muñecas, ya me sentía incomoda llevándolas atadas.
—Ya verá que este lugar le ayudara más de lo que quisiera —y dicho esto se puso de pie abriendo la puerta—. Vaya con libertad por el lugar, tenga cuidado con ir al piso tres, en ese lugar están los más peligrosos.
Salí de su despacho deteniéndome en los dos vampiros que resguardan su puerta, ambos se quedaron ahí sin siquiera mirarme. Luego titubeé sin saber a dónde dirigir mis pasos y solo caminé en busca de una forma de salir al exterior, aunque quisiera huir no es cauto que lo haga, pero me gustaría saber que haría Víctor en mi lugar. Luego torné en una mueca, él hubiera huido sin importarle nada, mejor pienso en como actuaria Cristóbal, creo que él si se quedaría tranquilo y huiría cuando fuera posible. Moví la cabeza hacia ambos lados, no son ejemplos de lo que debería hacer. Avancé por el largo pasillo, en donde ninguna foto o cuadro luce en aquellas paredes desnudas. El silencio es inquietante, más cuando piensas que en este lugar hay más vampiros de lo que pareciera. Pero hasta ahora solo me he encontrado con trabajadores, quienes solo saludan moviendo la cabeza.
Al fin logré encontrar un enorme ventanal que da al exterior, el aire frio se siente en la piel con una necesidad que me obliga a disfrutarlo, contempló la luna con cierta nostalgia de la libertad de solo hace unos días, y preocupada de como irán las cosas en aquel pueblo ¿Qué habrá dicho Francisca cuando volvió y no me encontró? ¿Se habrá molestado? Entrecierro los ojos además pensando en las palabras de Aukan, de mi debilidad “eres más humana que vampiro”.
—Pues tú también eres humano —mascullé molesta cruzando los brazos.
En eso un rico aroma a panecillos dulces me hizo curiosear al interior de esa sala, encontrándome con una mujer vestida a la usanza antigua, estilo del siglo XVIII con una gran peluca blanca, rostro pálido y labios rojos. Su vestido de azul con blanco crema, y una sombrilla del mismo tono. Camina de forma altanera y a la vez elegante, y avanza detrás de uno de los empleados del lugar que lleva una bandeja con una variedad de panecillos dulces. Se volteó a mirarme, y sus ojos se posaron en los mios que abiertos y curiosos no dejan de contemplarla, es una mujer de edad, aparentemente de unos 60 años, pero con un cuerpo robusto y bien cuidado, es claro que sí alguien se enfrentara cuerpo a cuerpo contra ella sería reducido en cosa de minutos. Me sonrió y no supe cómo reaccionar poco acostumbrada a esa reacción de los vampiros al ver a un desconocido. Con cautela la salude.
—Buenas noches —indiqué antes de voltear para seguir mirando el jardín desde el balcón.
—Buenas noches, señora Alcaraz —respondió y me giré hacia ella al escucharla decir mi nombre—. Será un honor que me acompañé a tomar el té.
Hubiese querido negarme a su invitación, pero parece tan interesada en que la acompañe que no pude hacerlo y terminé sentada junto a ella frente a otros de los ventanales que deja ver la esplendorosa Luna de esa noche.
—Disculpe, no me he presentado, soy Madame Boukal, un viejo amor de su anterior líder Sebastián Fuentes, que hombre ¡Dios mío!
Y dicho esto sacó un abanico de su vestido y comenzó a tirarse aire como si se sofocara. No puedo impedir sentirme extraña ante su reacción al recordar a dicho individuo, yo lo recuerdo y solo siento escalofríos, más cuando en mi mente solo está la imagen del monstruo en que se transformó cuando peleaba contra sus hijos.
—Sé que usted es la nueva líder del Clan Evis Enyris —dicho esto entrecerró los ojos con cierta seriedad—. Conociendo a Sebastián no la postuló por azar. Pero es extraño que la hayan enviado acá.
—¿Por qué lo dice? —le pregunté alzando ambas cejas.
—Acá solo vienen los renegados, aquellos que ya no somos parte de ellos, los que no pertenecemos a la lógica de los supremos ancianos —y dicho esto se engulló dos pastelillos a la vez.