Observé con atención el rostro de Séfiros, a pesar del "odio" mutuo su expresión altanera parece haber desaparecido. Entrecierro los ojos suspirando, la verdad es que no sé qué decir al respeto. Él guarda silencio esperando una orden. Me levanto de mi asiento y camino hacia las ventanas, la Luna brilla magnificente en aquella oscura y tibia noche.
—Refuercen la seguridad —agregó sin mirarlo.
—Sí, señora —responde inclinando la cabeza.
—Y cualquier otra noticia avísame en forma inmediata —señaló.
Séfiros afirma con sinceridad. Y aunque es agradable no ver su acostumbrada ironía me desconcierta su brusco cambio. Es extraño, sin embargo, la información que acaba de darme me obliga a dejar eso, por ahora, de lado. Suspiró preocupada, apenas él ha salido del despacho, apoyando mi cabeza en el frio ventanal, buscando de esa forma calmar mis ideas, pero es imposible y empuño la mano golpeando el vidrio antes de alejarme inquieta de ese lugar.
—Dos vampiros degollados de nuestro clan y cuyo culpable es desconocido —repito dando vueltas en la sala. Pero ¿quién podría hacer algo como eso? ¿Ellen? ¿Los cazadores? Sin embargo, conozco a Francisca y no es su forma de actuar, o están siendo empujados a hacerlo buscando a los asesinos de los humanos.
Tomó asiento apoyando la cabeza en el escritorio, si Cristóbal hubiese asumido el liderazgo en cuanto volvió no tendría yo porque estar preocupada de este tipo de cosas. Pero apenas tuvo la oportunidad se fue a Europa y desde entonces no hemos recibido noticias de él. No es justo. No solo ahora debo lidiar con este asunto, sino que además seguir en mi puesto sabiendo que muchos vampiros del clan me odian por mi sangre no pura, por mi vida anterior como humana.
En eso, sin esperármelo siento que alguien me acaricia la cabeza como si me intentara consolar, pero por su aroma se de quien se trata y con tranquilidad apoyo mi cabeza sobre mis manos buscando olvidarme de este problema.
Cierro los ojos agradecida por la muestra de cariño de aquella cálida mano que no deja de acariciar mi cabello.
—Es bueno a veces quitarse el estrés un poco de todo esto —indicó Víctor ahora masajeándome los hombros— ¿Puedo hacer algo por ti?
—Sí —me quejé de inmediato arrugando el ceño—. Busca al malvado de tu padre, a Cristóbal y que asuma el liderazgo de su clan como le corresponde. Cree que ahora andar fabricando sus extraños artefactos y dando la vuelta al mundo nos ayuda de algo, son momentos cruciales y lo necesitamos acá, sino voy a mandar a buscarlo con la guardia.
Víctor se rio, aunque trato de mantenerse serio, no entiendo que le puede parecer gracioso, aunque su risa me hace sentir más tranquila.
—Mi pobre gatita quejumbrosa —masculló sonriendo hablándome al oído.
—No me pongas apodos raros —suspiré desviando la mirada nerviosa por su cercanía.
—Es que me gusta ver lo incomoda que te pones cuando te pongo apodos raros y te hablo de esa forma —susurró en mi oreja—. O cuando hago esto.
Y empezó a besarme el cuello, sabiendo que eso me hace perder los sentidos, cuando sus besos húmedos me provocan hasta dejarme llevar por el calor que sube a mi cabeza. Pero no puedo, tengo temas que arreglar, en este momento, me volteé dispuesta a reclamarle, cuando sentí sus labios sobre los míos en un beso apasionado que recibí gustosa.
Me tomó en sus brazos subiéndome a la mesa sin importarle tirar al suelo los documentos que había sobre esta. De inmediato hice el gesto de recogerlo, pero me tomó de ambos brazos mientras se sube encima de mi cuerpo.
—Olvídate del trabajo, un rato, sé que eres nuestra líder, pero lo más importante es que eres mi esposa, y es mi deber como esposo ayudarte a quitarte algo de ese estrés —me habló entrecerrando los ojos con malicia.
No supe que decir, aunque siento que debo reprocharle por dejar caer todo al suelo de esa forma, sin embargo, vuelve a besarme, y me olvidó de todo, dejándome llevar por sus caricias, en una ansiedad propia que demuestra que lo que Víctor me ha dicho es cierto, lo necesito, más de lo que pensaba, sentir su aroma, su piel tocar a la mía, el éxtasis a su lado.
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—¿Por qué siempre que vienes a mi despacho terminamos de la misma forma? —suspiré cubriéndome con mi ropa mi torso desnudo mirando como él se viste con tranquilidad.
—¿De qué hablas? —me contempló con gesto inocente abrochándose la camisa.
—Mi escritorio vacío, los papeles en el suelo, tu y yo desnudos —desvié la mirada molesta por su gesto divertido.
Me tomó el rostro con ambas manos colocando su frente junto a la mía.
—Porque te amo, porque te deseo, porque me gusta hacer el amor contigo —habló con sinceridad.
—Vic… —musité sin saber que decirle mientras él se inclina a recoger los papeles del suelo.
—Vamos fuerza, yo estoy aquí para apoyarte. Además, conociendo a Cristóbal si decidió irse en un momento como este viajar a Europa debe ser por algo importante—. Es un idiota, pero nunca al nivel de despreocuparse de esa forma, un vampiro como él, no se desligaría tanto de sus obligaciones sin una razón de peso.
Se que tiene razón por lo que solo muevo la cabeza intentando contagiarme de su misma fe.
—Según la información recibida, primero dos degollados de Tenebrae Rapax, luego dos del clan Nigrum Lupum y ahora dos del clan Vis Erinys. Y cuyas cabezas no fueron encontradas. Eso no es normal ¿Quién podría hacer algo como esto? —lo miré preocupada.
—Te diría que los lobos, pero están extintos desde hace mucho, creo que quedaban algunos de ellos en Europa, pero acá en América no hemos tenido antecedentes de uno de ellos deambulando en estos lugares —habló con seriedad tomando los documentos y revisándolos—. Lo otro serían los cazadores, pero no es su forma de actuar.