Ha llovido toda la noche, una lluvia cargada de rencor y dolor, que regó más sangre de lo que esperábamos. Otra familia de vampiro asesinadas de nuestro clan y otra del clan Nigrum lupum, cuyas cabezas fueron colgadas frente a las ruinas de sus casas consumidas en las llamas. Tal como una amenaza a la estabilidad de los actuales clanes. Desvié la mirada luego de ver aquello, más aún al notar que ni siquiera a los niños habían perdonado. El olor a fuego, humedad, y carne quemada es inevitable.
—No es un lugar en donde deberías estar —me susurró Rosa con seriedad—. Y no lo digo por el desagradable paisaje, es porque no deberías arriesgarte de esta forma siendo la líder actual del clan.
—Estando yo cerca no pasara nada —interrumpió Mauricio sonriendo con ironía pasándome un sobre sellado con un timbre que hasta ahora solo había visto en las películas.
Mientras Rosa lo miraba con molestia yo tomé la carta extrañada fijando mi atención en Mauricio.
—Debajo de las cabezas decapitadas dentro de una caja pequeña encontramos tres sobres, uno dirigido a cada líder del clan —me habló levantando las cejas.
Observé el blanco sobre, limpio y con una perfecta caligrafía, pero lo que me dejo estupefacta fue ver mi nombre en aquel sobre, sí son cartas enviadas a los líderes del clan sin embargo no pensé que dicha misiva fuese tan privada para incluir mi nombre completo. Arrugué el ceño hasta que volteé al frente al sentir una presencia que no me agrada.
—¡Maldito infelices! —exclamó Ellen rompiendo la carta en pedazos— ¿Que se creen para exigir mi presencia?
Es extraño verla en este lugar sin embargo me ignoró, preferí seguirle el juego siguiendo mi camino. Ya el ambiente está bastante denso como para empeorarlo aún más, además no hay tiempo para discutir cuando debemos intentar adelantarlos al o los asesinos.
—Supongo que serás tan estúpida de aceptar esa invitación a cenar —señaló la vampiresa sin mirarme.
Entiendo que está hablando del contenido de la carta. Solo la observé en silencio por unos minutos. Me dio la espalda alejándose caminando ¿En serio el causante de todas estas muertes mando una invitación a cenar? O es muy osado o es una trampa, lo mejor sería rechazarlo, pero a la vez es la oportunidad de atraparlo. Me mordí los labios no solo por el hecho de que me encuentro entre la espada y la pared sino porque su juego está produciendo intranquilidad en las cabezas misma de los clanes. Contemplé con disimulo a Ellen quien mantiene la mirada en el piso, es probable que esté pensando lo mismo que yo y quién sabe si pensaba oír mi respuesta para tomar una decisión. Rompí el sello del sobre y saqué la carta.
"En vuestra consideración os aconsejo estar presente en la cena que se celebrará exactamente el día 15 de mayo en la casona gris de ***"
No hay firma ni nada que pueda dar alguna pista de aquella cena que el o los criminales nos “invitan a ir”, tampoco reglas o impedimentos de evitar compañías o guardaespaldas. Es extraño ¿Qué es lo que planean? ¿Ser destruidos por la superioridad de fuerzas o acaso aquellos están tan seguros de su poder que no temen enfrentarse a los clanes?
Cerré los ojos y luego de unos momentos intentando entenderlos los abrí observando el humo de las ruinas consumidas por las llamas.
—Rosa —señalé con seriedad—. Necesito que averigües información detallada de las víctimas y...
—Eran esclavistas como mi familia —me interrumpió entrecerrando los ojos—. Los recuerdo porque hicieron muchos negocios con mis padres.
"Otros más" pensé sin decir palabras ante la expresión desesperanzada de Rosa. Otros más que es probable que se negaran aceptar el cuidado del clan, ese orgullo de los vampiros es tan estúpido que incluso los hace exponerse con facilidad a las manos de este asesino.
El timbre de mi teléfono sonó y extrañada porque usualmente los vampiros no gustan de usarlos conteste un tanto preocupada, pero el tono de voz conocido de Cristóbal hizo que mis tribulaciones desaparecieran en ese instante.
—Cat —dijo—. Tenemos un problema ¿Puedes volver ya?
—Sí —respondí arrugando el ceño. Pensándolo bien el hecho de que Cristóbal utilice un teléfono celular que siempre le han desagradado y además me diga algo como eso indica que el problema debe ser lo bastante grave.
Sin decir más corté el teléfono. Indiqué a Rosa y Mauricio que debíamos volver, pero la risa de Ellen detuvo nuestros pasos.
—¿Huyes? —preguntó sin mirarme.
Solo volteé mirándola con fijeza, y noté como apretaba los labios, rojos como la misma sangre, ante mi silencio. Sin decir palabras le di la espalda saliendo de aquel lugar.
No fue necesario verla para saber que me lanzó una mirada de odio por mi silencio, en general evito conflictos con ella haciendo oídos sordos a sus inquisitivas palabras, aunque por momentos me sentí tentada a responderle, pero hoy no tengo el ánimo de seguir escuchándola.
******************o******************
—Llegó un paquete para ti —señaló con seriedad Cristóbal apenas me vio volver a casa.
—¿Quién lo habrá enviado? —arrugué el ceño preocupada por su respuesta quitándome el abrigo que llevó encima mientras una joven sirvienta lo toma y se retira de la sala.
—Es de Ismael Rabadan—habla de aquel vampiro pelirrojo que fuimos hace un tiempo a interrogar.
Se me hace extraño que me mande algo luego de la forma como terminó toda aquella vez. Sin decir más palabras abro el paquete encontrándome con un negro vestido, de encaje, al estilo victoriano más corto por delante cuya altura solo baja un poco de las rodillas, al parecer con la intención de facilitar la movilidad, atrás una cola larga que llega al nivel de los tobillos, y unos botines del mismo tono alto y con una suela gruesa y dura, lleno de correas y un largo cierre vistoso.