El silencio rodea todo, solo se escuchan los pasos que se pierden en las oscuras bocas de los túneles. Estar aquí me provoca nauseas. El recuerdo vivo de aquel humano vomitando sus entrañas mezclados con el recuerdo de mi transformación me hace aumentar aún más la sensación de angustia.
El rostro serio de Aukan que no deja de avanzar, seguido por su grupo, más que darme seguridad me acongojan. Avanzan adelante y me quedo atrás junto a Millaray que por su rostro preocupado no deja de inquietarme. Es como si estuviera segura de que esto no va a terminar bien.
—Los vampiros hicieron mucho daño a mi pueblo —habló metiéndose en sus pensamientos—. Tuvimos que aprender a defendernos de ellos, de buscar sus puntos débiles y verlos como nuestros enemigos. Por ello es por lo que no confiamos en los vampiros aun cuando han firmado un tratado de paz.
Guardé silencio.
—Pero en cambio contigo es como si fuera distinto, por más que seas vampiros aun conservas la ingenuidad de un ser humano, sin embargo... —fijó sus oscuros ojos en los míos—. mi hermano tiene razón, imagino que has pasado por cosas horribles durante toda tu existencia como vampiro más has vivido protegida por tu esposo, tu suegro y aquellos que te estiman. Claro que eso no es malo, pero si has sido elegida Líder de un clan de vampiros debes tener la dureza en tu corazón de actuar aun en contra de tus principios.
—¿Qué quieres decir? —la contemplé intrigada.
—No siempre el bien triunfa sobre el mal, no siempre podrás salvar a todos y no siempre serás la heroína de una batalla.
Mis ojos se quedaron fijos en los de Millaray.
—Lo sé —le respondí sin mirarla—. Y eso es lo que hace todo esto más difícil y complicado, a estas alturas ni siquiera sé de qué lado estoy. Pero si es Madeho quien está detrás de todo esto debo detenerla de una u otra forma, al fin y al cabo, se supone que ese es mi destino.
Suspiró.
—Millaray —se acercó Aukan—. Estamos cerca del sitio desde el cual nos has señalado que se encontraba ese vampiro, es hora de reunirnos y avanzar con cautela.
—Podríamos esperar hasta la madrugada —hablé, ante su mirada fija agregué—. Aunque en el interior la luz del sol no afecta y por ello los vampiros pueden deambular a la hora que sea, afuera el sol puede protegernos en caso de que necesitemos huir...
—Huir no es una palabra que los cazadores Chepuma utilizamos cuando planeamos atacar —me interrumpió Aukan con el ceño arrugado—. Líder de los vampiros, no es necesario que nos acompañe.
—Iré, de todas formas —señalé arrugando el ceño.
Se quedó quieto mirándome por unos segundos antes de dar la señal de continuar. Avanzamos por la extensa maleza del bosque hasta encontrar una pequeña entrada oculta entre secas ramas, entramos de a uno, aquella entrada que parece solo una ventana hacia el exterior no deja que podamos entrar más de dos personas por ese lugar. Recuerdo como no nos fue fácil salir por ahí junto a Millaray, más aún con mi herida. Colocó mi mano en donde aún está la cicatriz, la herida aun duele por lo que es seguro que cualquier esfuerzo puede reabrirla, a pesar de la excelente costura de la joven Chepuma.
—¿Estas bien? —me pregunta viendo el gesto de dolor de mi rostro.
—Bien —mentí.
Por su mirada me doy cuenta de que no me creyó, aun así, guardó silencio y avanzó detrás de su hermano con cautela. Más atrás nos siguen aquel Chepuma alto y fornido y otra mujer cazadora que con mirada sería no deja de estar alerta ante cualquier ruido. Avanzamos hasta detenernos en el un enorme pasadizo, tal como aquella galería naranja que vi hace un tiempo cuando conocí a Frederick este lugar también cuenta con muchos aparatos extraños.
—Tecnología a carbón —murmura extrañado la Chepuma de cabello largo y negro.
—Llevan mucho tiempo en este lugar —agrega Millaray pasando sus manos sobre el polvo acumulado arriba de esos aparatos.
—Un ingeniero que deja de lado lo que ama —señaló el Chepuma más fornido.
Sus palabras se quedaron dando vueltas en mi cabeza, ¿La venganza ha sido tan fuerte en Frederick que ha dejado de lado lo que más le gusta?
Nos detuvimos en seco al escuchar pasos. Los Chepuma avanzaron con cautela, ágil, sin hacer ningún ruido, con movimientos precisos y más rápidos que los cazadores de Francisca. Apreté los dientes cuando me di cuenta de que acabamos de llegar al laboratorio, otra vez en este lúgubre lugar.
—¿Que aberración es esta? —exclamó Aukan molesto.
Algunas de las criaturas que estaban dentro de los recipientes de agua parecieron sentirnos, abrieron sus ojos con curiosidad y eso provocó que no solo Aukan, sino que todos nos sintiéramos impávidos ante lo que vemos, una depravación contra la naturaleza, una perversión contra la vida.
Los gritos de las galerías los hicieron ponerse en alerta. Esos gritos son de un humano sufriendo la conversión a un vampiro, estoy segura de que es así, no podría comparar ese tipo de alaridos con otros, esa agonía ahogante suplicando la muerte. Sentí ganas de vomitar y las ansias desesperantes de huir. Pero no puedo, debo ayudarlos a detener la locura de Frederick.
Pero no nos esperábamos que en ese instante nos viéramos rodeados por vampiros, quienes sonrieron mostrando sus amenazantes dientes. De inmediato nos agrupamos en el centro.
—Railef —señaló Aukan dirigiéndose a la mujer de larga cabellera indicándole cierta altura.
Es claro que como su especialidad al parecer son las flechas, Aukan le esté avisando que intente subir a lo alto.
—Millaray, Nehuen, prepárense para pelear, no permitan que los muerdan, ya saben lo que sucederá si eso llega a pasar. ¡Sean rápidos y decapiten a todos los que puedan!