Capítulo 5
BRILLANTE PRIMAVERA
Lucca miraba a Dolores tentado en tirarla a la cama y hacerle olvidar de todos esos posibles conjuntos de los que hablaba y que se había probado por lo menos dos veces cada uno. El problema era que cuando lo había intentado, ella le había dicho que se concentrara en ayudarla y le diera una opinión objetiva y razonable.
Tal y como había dicho, faltaba una semana para el casamiento de su hermana y ella todavía no tenía la menor idea de que ponerse.
— Mirá, puedo volver a probarme este pantalón, con este top y en ese caso tengo un saquito que podría usar arriba si hace frío.
— ¿Y qué calzado te ponés?
— Las sandalias negras, las primeras que te mostré, eso ya está arreglado —dijo sin importancia—, ahora concéntrate en el pantalón, ¿este negro o el blanco?
— Blanco, me gusta más.
— El saco es naranja, quedaría mejor con negro —sugirió Dolores.
Para ese punto pensaba que solamente le estaba preguntando que ponerse para torturarlo. Porque si él decía que le gustaba el top rojo, ella elegía el negro y cuando decía que le gustaba más el pantalón blanco, ella se quedaba con el negro.
— Bueno, queda así, pantalón y top negro —repasó en voz alta—, y con el saco naranja corto un poco tanto negro.
— ¿Listo? —preguntó intentando disimular que estaba feliz por deshacerse de la molesta tarea de ver ropa.
Llevaban dos meses de noviazgo y esa había sido la primera prueba, estaba seguro.
— Si, si, esperá que guardo un poco de ropa.
— Así estás muy, muy linda.
Dolores entornó los ojos y lo miró.
— Estoy semidesnuda, no estás siendo objetivo.
— Es que con vos no puedo —dijo levantándose para abrazarla y besarla.
La besó en la boca, la mejilla, el cuello y justo cuando pensó que tendría una recompensa por el fatídico día, a ella se le ocurrió otra idea.
— No te ilusiones porque tengo otros planes.
— ¿Qué planes?
— Vamos a dar una vuelta por ahí, ya nos pasamos toda la mañana en la cama y quiero disfrutar mi día libre.
— Más que invitación me está pareciendo una orden.
— Bueno, sí, puede ser.
Lucca rio, quien hubiese pensado que iba a ser tan mandona con lo dulce que parecía.
— Vamos entonces.
— Me visto rápido y voy, pero si querés espérame en el auto.
Sonrió y después de darle un beso salió rumbo a su auto, Dolores entró diez minutos después en el vehículo y se marcharon. Su plan de dar una vuelta por ahí, había sido ir de bazar en bazar comprando cosas que necesitaba en la casa, pero había sido divertido, e incluso se habían dado el tiempo de pasarse por una librería, donde la había perdido por completo.
— ¡Luqui! Mirá.
— ¿Qué pasa? —preguntó acercándose a ver lo que tenía en las manos.
— ¿No es hermoso?
— ¿Es nuevo?
Dolores asintió mientras seguía ojeando el libro de Stephen King, tenía una pila de libros que todavía no leía, pero de todas formas siempre se compraba más y más.
— ¿Lo vas a llevar?
— Ojalá, pero no puedo por ahora, está bastante salado el precio —dijo colocándolo en el estante—, cuando sea un poco más viejo va a ser un poquito más accesible, ponele.
— Bueno, por lo menos el precio se justifica con la cantidad de páginas que tienen sus libros.
Dolores rio y siguió observando los libros de otros autores, estarían un rato más ahí, a pesar de que no fuera a comprar nada, Lucca creía que ella era feliz con el solo hecho de estar rodeada de libros.
— Miro unos más y nos vamos, ¿querés que comamos algo por ahí? Yo te invito.
— Pensé que no podías gastar más plata por ahora.
— En libros —aclaró—, pero ya tenía planeada esta invitación, siempre sos vos el que me invita, así que ahora me toca a mí.
— Bueno, dale —dijo sonriéndole.
No le molestaba invitar a Dolores a comer, al cine o a cualquier otra actividad, mientras pudiera lo iba a seguir haciendo, pero sabía que a ella no le gustaba nada que siempre le pagara todo. Aunque quisiera pagar a medias, él nunca la había dejado, pero ahora iba a aceptar su invitación, porque la iba conociendo cada vez más como para saber que eso la haría sentir mal.
Cuando ella se distrajo agarró el libro que había estado mirando y se fue directo a la caja, se lo regalaría. Se iba a enojar porque iba a decir que era un gasto innecesario, pero después se iba a poner muy feliz. Es más, iba a empezar a pensar en que parte de su biblioteca lo iba a poner.
Después de pagar volvió donde ella estaba, ni siquiera se había dado cuenta de que él había desaparecido unos minutos, estaba concentrada leyendo la contratapa de un libro.