Cuervo, no me olvides.

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CAPITULO 2

Encontrar la felicidad en los brazos de un hombre presentado por mi padre, es de verdad un milagro. Alessandro, es el amor de mi vida. No puedo imaginarme existir sin su presencia. La necesidad de tenerlo conmigo, de verlo, de sentirlo, de escuchar su voz se ha vuelto tan vital que muchas veces me pregunto cómo logré sobrevivir tanto tiempo sin él. Con Alessandro ya no me siento sola, toda mi existencia y hasta mi razón de ser cobran sentido.
Sus labios ahora tocan los míos, no es un beso cualquiera, es un beso que sella nuestra promesa de estar unidos para siempre. Y en ese momento, lo entrego todo: le entrego mi alma entera. Con mis labios, quiero dejar mi huella en él de por vida, para que jamás olvidé nuestra promesa.

Sin poder controlarme, dos lágrimas resbalan sobre mis mejillas. Pero no me importa, solo agarro el cuello de Alessandro y lo abrazo como si mi vida dependiera de ello. Como si ahora, ese instante fuese el momento más crucial de nuestras vidas.
Al inicio, Alessandro parece resistirse; pero, al final, él termina rindiéndose ante mi petición y sin retención me devuelve mi beso con fuerza, pasión y amor. Un beso cuya luz siempre derrotará a la oscuridad.
¿Por qué lloro? No entiendo, solo sé que lo abrazo con todas mis fuerzas al punto que mis brazos me duelen. Huelo su perfume, su piel, memorizo cada microsegundo: la textura de su traje de tres piezas, la forma de su peinado, la suavidad de su cuello debajo de mis manos, el sabor de su boca y de su lengua sobre la mía; el ritmo de su respiración, la aceleración de su pulso, la forma en la que su pecho se levanta contra el mío, la presión de sus manos en mi espalda, el calor de su abrazo. Su fuerza, su ternura, su voluntad a prueba de todo y de todos.
Mis lágrimas siguen cayendo sin parar, no entiendo lo que me pasa.

—Catalina, ¿qué ocurre? ¿Estás bien? —pregunta Alessandro, alejando su rostro del mío sin soltarme.
Quiero contestarle, pero el nudo en mi garganta se convierte en una bola, y me cuesta tragar. De pronto, la sensación de esta mañana comienza a sentirse real.
Esta mañana, cuando me levanté, sentí que no lograba respirar. Un peso enorme parecía aplastar mis pulmones. Los nervios pensé, son los nervios; y no les hice caso.
Adentro mi mirada en la de Alessandro, su iris azul es todo un poema que me lleva a otro mundo. En un mundo donde todo es de algodón rosa y nubes, sin lluvia, sin frío, sin miedo. Un escalofrío me recorre de pies a cabeza, y de pronto tengo frío.
De inmediato, la mirada de Alessandro se oscurece, me frota mis brazos con los suyos y pone la palma de su mano en mi frente. Tan tierno, mi Alessandro.

—Te amo, Alessandro —digo, al mirarle a los ojos para llegarle hasta las fibras mismas de su corazón. Y lo vuelvo a abrazar, refugiándome en él, con él. Vuelvo a oler su perfume de su piel, de su colonia, de su loción para después de afeitarse, y del gel que usa para peinarse. Todo sabe a Alessandro, todo me hace sentir en casa.
Alessandro es mi hogar.

—Y yo a ti, Catalina, mi Princesa  —confiesa, antes de abrazarme a su vez.

En la seguridad de sus brazos, escucho los latidos de su corazón: bum bum, bum bum, bum bum. Ese sonido, es la canción de mi vida, la música de mi felicidad. Sigo escuchando, y cierro los ojos.

—Nos tenemos que ir, Catalina —se ríe Alessandro, sin soltarme.
Pegada a su pecho, aprovecho para escuchar su voz, desde aquí es aún más la gravedad y viril. ¿Cómo pude tener a un hombre tan perfecto en mi vida? Con una sonrisa, agradezco los cielos por llevarme hasta Alessandro, e inspiro de satisfacción.
Alessandro me suelta y toma mi mano, adentra sus dedos en los míos, y ambos giramos para bajar de la tarima. Al frente, todos nuestros seres queridos están presentes: Luca y Lee viéndonos con una sonrisa de oreja a oreja. Y me río, mi felicidad es total. Y por instinto, cubro mi abdomen con mi mano.

Lee y Luca se encaminan hacia fuera, y nosotros los imitamos. Cuando de pronto se escucha un tumultuó afuera.

—¿Periodistas? —pregunto al mirar a mi esposo… vaya que suena bien. Levanto la mirada pero él no me mira de vuelta. Todo su cuerpo se tensa con la mirada fija hacia el alboroto. De pronto el presentimiento de esta mañana vuelve con fuerza, y tiemblo.
En cuestión de un pestañeo, las puertas de la recepción vuelan en pedazos, y hombres vestidos de negro con la nariz y la boca tapadas con una tela negra interrumpen armados.
El caos es total, las personas comienzan a gritar y a correr por todos lados. Los que están cerca de las puertas logran escapar. Pero nosotros estamos al fondo. De inmediato, Alessandro se gira, toma mi mano y me lleva hasta un lugar desconocido. Algún plan debe de tener, digo es el Cuervo, ¿no?
Desde atrás echo una mirada a Lee y Luca, ellos corren por su lado también… Entonces, no hay plan. Y por primera vez en mi vida de verdad tengo miedo, aquí en esta sala hay tantas personas valiosas para mí, tantas personas que amo y que no quiero perder.

—Alessandro…

—Chhht, tranquila, todo va estar bien. Tranquila, solo respira, sí.

—No saldremos a tiempo, ¿verdad? —pregunto, mientras Alessandro patea la mesa redonda de madera y me jala hacia él. No necesito ninguna respuesta, sé que tengo razón, no hay salida. A pesar del temor y del pánico, no quiero que Alessandro lo vea. Solo lo abrazo de nuevo con fuerza.




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