Cuervo, no me olvides.

11

Antes de abrir la puerta de la habitación 234 de Catalina, inspiro varias veces y entro. Ella está sentada con la vista perdida en quién sabe dónde. —Ya despertaste —digo mientras cierro la puerta detras mío.
Catalina no me contesta, solo desvía su mirada hacia mí. Y no puedo dejar de preocuparme por ella. Su semblante es tan lívido que hasta las sábanas blancas opacan su piel.

—Eso parece —contesta finalmente.

—Catalina... —le avierto molesto.

—Lee —añade ella de vuelta con el mismo tono.

—¿Por qué...

—Porque no, Lee —me interrumpe en seco, con los puños crispados sobre la tela blanca de la cama.

—No sabíamos, tienes que creerme —me defiendo sin querer.

—Era lo mejor.

Tres palabras, tres palabras seguidas. Soplo de exasperación. —¿¡Es todo lo que sientes?!

—¡¡¿Sentir qué?!!

—¡Todo Catalina! ¡Cualquier maldita cosa!

—No me queda nada, Lee. Todo se ha ido —dice con lágrimas, y una sonrisa que no le llega a los ojos.

Sin poder aguantar más me levanto de mi silla . Hoy estoy al borde. En la junta directiva traté una vez más de poner a Alessandro como el CEO, pero mi petición fue nuevamente rechazada. Usé todo mi encanto, mi fuerza de carácter, mi astucia y mi convicción. Pero, el Grupo 3 se negó rotundamente, o más bien dicho, el padre de Alessandro se negó rotundamente. Y eso no lo ví llegar, ¿por qué el padre de Alessandro no apoyería a su propio hijo? Eso, no lo vi llegar... aunque desde mucho tiempo, no veo nada llegar.

—Pareces cansado —dice Catalina de repente .

—No es nada —niego con la cabeza, al deslizar la ventana para abrirla.

—Eres humano, Lee, no una máquina —me regaña Catalina.

—Lo mismo digo.

—Yo solo aguanté mi propia carga, pero tú llevas el peso del mundo encima de tus hombros.

—Estoy acostumbrado.

—Sí, estás acostumbrado a llevarlo junto con Luca y Alessandro, no solo.

—Luca está de vuelta, y lo sabes. Y por cierto tienes mucho que ver con ello.

—Lo sé, pero me preocupas, Lee. Por favor, cuídate. No me hagas preocuparme por tí,

—Una ves más, lo mismo digo, Catalina.

—¿Cúal es tu plan?

—¿Debería de tener uno?

—Por favor, eres Lee.

En ese momento, pego mi cabeza contra el vídrio de la ventana y observo las nubes blancas desfilar con lentitud. Un plan, ¿de verdad tengo uno? ¿Acaso lo que pienso hacer se puede llamar un plan? —Perdóname, Catalina —digo al tragar con dificultad. Ni siuiera sé si me estoy disculpando por el pasado o por lo que estoy tramando.

—No tienes la culpa.

—Sí la tengo. Debí protegerte más. Si lo hubiese hecho... todo sería ahora muy diferente.

—¿Acaso sabes algo que yo no sepa? —me pregunta Catalina con sospecha.

—No tengo idea de lo que vaya a pasar, pero prométeme que serás fuerte.

—¿Qué ocurré, Lee?

—Solo prométeme.

—Me asustas.

—Prométeme que si un día, cualquiera, no puedes más me lo dirás.

Catalina frunce el ceñó, pero se queda callada pensando al significado oculto detrás de mis palabras. De pronto, ella desvía su mirada hacia la ventana mientras el rayo del sol aclara sus ojos de color miel casi verdes.

—Tan malo es.

—Sí.

—Supongo que no quieres contármelo.

—Prefiero atrasar lo ineluctable.

—Dolerá de todas formas.

—Sí. Como nunca,

—Dame el día de hoy para descansar, y Lee, ¿te tendré a mi lado, verdad?

—Enseguida.

—Entonces confiaré en tí una vez más.

—No me lo merezco, Catañina.

—Claro que sí, eres Lee. Sin tí, nadie lo hubiera logrado. Luca no estaría con esa sonrisa, y Alessandro nunca hubiera logrado sobre llevar la pérdida de Lucy. Y yo no estaría aquí hablándote porque Alessandro no me hubiera rescatado. Al conocer a Alessandro, me encontré a dos personas maravillosas: tú, y Luca.

—¿Serás capaz de luchar para recuperar a Alessandro? —preguntó pensando en voz alta.




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