Cuervo, no me olvides.

26

―Alessandro... yo... ―balbucea Lucy, incómoda.

―Tú, nada, ¡cállate! ―le ordenó, más allá del enojo.

―¿Alessandro?

Sin miramientos la tomo y la encierro dentro de la oficina.

―Espera, ¿qué haces? ¡Mi celular, Alessandro! 

―¡Déjalo! ¡Dije que lo dejarás, no caerá más bajo! ―le espeto, intentando controlor el temblor de mi cuerpo.

―Es hora de tener una pequeña charla, Lucy, ¿no crees? ―pregunto con una voz calmada, ocultando mi mal genio. Estoy en control, no puedo perder los estribos ahora.

―Estoy de acuerdo contigo, es tiempo de poner las cartas sobre la mesa, Alessandro. ¡Cómo pudiste!

―¿Qué? ―pregunto desconcertado―¡Disculpa!

―Ya sabes de lo que hablo, Alessandro. Me traicionaste con esa... esa mocosa rica.

―A ver, a ver ―digo retrocediendo de la sorpresa. Sin poder creer lo que escucho, me río sin gracia y apreto las esquinas de mis ojos con mis dedos―. Eso es el colmo, Lucy ―suelto, alzando los brazos al techo.

―Tú lo has dicho, mientras yo estaba entre la vida y la muerte, tú... tú, ¡te estabas revolcando y jugando con las faldas de la hija del Page! ¡¡Nada más!!

Y lo pierdo, siento que el Alessandro dentro de mí llega a su límite. Algo más sórdido y oscuro crece en mi interior hasta tomar otra forma. Otra parte de mí toma el control, algo más frío, más oscuro, más despiadado. Algo que se asemeja mucho al Cuervo. Con una sonrisa, me acerco a ella. Lento y preciso, me acerco con la mirada fija en ella; poco a poco, a un paso calculado, llegó hasta ella, hasta que nuestros alientos se mezclan.

―¿Qué... qué crees que haces?

―Yo ―susurro con calma, obligándola a retroceder. Prisionera entre la pared y mi cuerpo, pego mi boca a su oído―. ¿Te sientes despreciada porque estuve con la hija de Page? Yo te creía muerta, Lucy. 

―No solamente estuviste con ella, te casaste con ella ―me recuerda mordaz.

―Por lo menos yo fuí honesto contigo, siempre. Pudiste haber venido hacia mí, Lucy. 

―Y decirte qué, ¿la verdad? No hubieras podido con ella ―contesta con pena.

―¡¡Por qué no me dejaste ninguna opción, Lucy!! ―grito pegando el puño contra la pared.

―Por favor, para ―suplica, con sus manos sobre sus oídos.

―Te molesta que te diga la verdad, Lucy ―sigo con calma aparente―. Dime, te molesta que te recuerde lo promiscua que fuiste al tener una aventura conmigo mientras te revolcabas con el Page. ¿Acaso debo recordarte, las veces que pudiste habermelo dicho sin nunca hacerlo? Debiste tomarme por un estúpido, ¡verdad! Ya me imagino, tú y él, burlándose del idiota de Alessandro...

―Te equivocas, Alessandro. No fue así, te lo juro. Mira no podemos volver al pasado, cometí errores, y lo concedo. Pero, estoy aquí ahora, y podemos volver a como...

―A como estábamos, ¿eso es lo que ibas a decir, Lucy? ¿En serio? Quieres que te vuelva a hacer mía ―susurro a su oído―. Quieres que deslice de nuevo mis manos sobre tu cuerpo ―afirmo al desatar lentamente la bufanda de su cuello―. Quieres sentirte mujer debajo de mis manos, y quieres que te lleve al altar para hacerte mi esposa. ¿Eso es lo que quieres? ―pregunto con una voz mielosa, mientras mis manos rodean su cuello.

―Podemos... podemos intentarlo Alessandro ―contesta Lucy aprisonada entre la pared, su deseo y yo―. Sé que no fui perfecta, sé que cometí mucho errores, pero te compensaré y siempre te seré leal. Por favor, viné a disculparme, vine para...

Otra mentira, pienso, ella no vino para disculparse en absoluto. ―Lucy, Lucy... quieres serme leal, si tu no sabes lo que es lealtad ―afirmo, al deslizar la bufanda azul de lujo con la característica cadena y las dos C entrecruzadas en su centro. Esa es Lucy, ella es de las mujeres que no tienen donde caer, ni un cinco para comprarse aunque sea un café, pero anda vestida para atrapar al próximo idiota que se le cruce en el camino―. Sabes Lucy, me pregunto hasta donde Page fue tu verdugo, ¿hasta dónde llega tu papel de víctima? ¿Sabes, Lucy, lo que pienso? ―susurro al deslizar mi dedo sobre su frágil cuello, al mismo instante que Lucy niega con la cabeza, incapaz de pronunciar una sola palabra―. Creo que tú te divertiste en grande. Estoy seguro que al inicio el mundo se te cayó encima, pero al final encontraste la situación a tu favor y jugaste un dobe juego donde tú al final nos manipulabas a ambos a tu antojo. No tenías nada que perder, si tu quedabas con el viejo estabas con él en la cima de su poder; y si lograbas estar conmigo tenías un futuro más que asegurado. Probrecita, ¿no?

―No fue así, Alessandro. Yo hice lo que pude, pero Page era...

―¡Basta! ¡¡Basta, ya!! ¡¡Es que nunca dejarás de mentir!! ―grito, al enredar su bufanda alrededor de mis puños.

―Crees que miento, crees que yo salté del puente por gusto. Lo hice para salvarte ―me dice apuntando su dedo en mi pecho con fuerza.

―¿Salvarme? No, Lucy. Un tiempo atrás te hubiera creído, pero ya no más. Saltaste del puente porque estabas atrapada, saltaste del puente porque preferiste morir que decirme la verdad y caer en desgracias.¡Saltaste por miedo! ¡Saltaste por egoismo! 

―Y si es así, ¡¡qué!! Yo no nací como tú con una cuchara de oro en la boca, yo tuve que luchar para traer comida en la mesa...

―Y eso te da derecho de jugar con la vida de los demás ―la provoco, quiero saber la verdad.

―Sí, ¡me da el derecho de hacer lo que se me viene en la puta gana, Alessandro!

―Claro que sí, Lucy. Nada te detiene, verdad ―confirmo, al realizar con amargura, el verdadero ser de Lucy. Y ahora lo entiendo, todo. El imbécil que fue Alessandro. ―No, por supuesto. Nada te puede detener. Ni siquiera las puertas de un hospital para visitar a tu rival para enseñarle unas fotos de tú y yo revolcados en la cama. ¡Me equivoco! Dime ―digo, al retorcer la bufanda entre mis manos― ¡me equivoco!

―¡¡No!! ¡Tienes razón! ¿Y qué? Esa perra lo tenía merecido.




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