Cuervo, no me olvides.

29

Desde la oficina, contemplo el panorama de la ciudad. El té caliente calma los temblores de mis manos sin lograr alejar mis preocupaciones. El sabor a hierbas se parece a la mezcla que utiliza mi madre, sin lograr siquiera a acercase un poco. No recuerdo, ni cuento los días en los que no he tomado una pausa, estoy agotado. Aguantar, es la única palabra que mi vocabulario y mente parecen estar de acuerdo. Lo hago, aguanto todo porque sé que pronto toda esa pesadilla terminará, es cuestión de tiempo. Nada más.
O al menos, eso es lo que repito una y otra vez para alcanzar un poco de paz. Por un breve instante, cierro los ojos y los vuelvo a abrir. Admiro la calle, desde aquí parecen ser hormigas que se desplazan al compas del ritmo asfixiante de la ciudad. Un coche sale de nuestro parqueo y se adentra en la circulación a toda velocidad, demasiado rápido para mi gusto. Frunzo el ceño, y sigo con la mirada al vehículo. Y sonrío, el semáforo rojo, lo detiene. Alguna justicia divina existe en ese mundo. Bien, eso le enseñará a ser más precavido. Al poco tiempo, el verde aparece y los vehículos avanzan con nuestro imprudente en la fila. De pronto, veo una luz importante con un destello al mismo tiempo que los vídrios de la oficina vibran, humo con llamas llegan hasta la media altura del otro edificio. Al fijarme, comprendo que no es solo un coche que está en llamas, sino éste coche.

—¿Diga? —pregunta el Jefe de Seguridad.

—¿Diga? ¿Acaso no están vigilando a los vehículos de la empresa?

—Sí, siempre.

—Entonces, ¿explícame porque veo desde aquí uno de los nuestros en llamas? ¡Quién es!

—¿¡En llamas!? No tengo a ninguno de mis dispositivos apagados, Jefe.

—Por favor, fíjese en las grabaciones de seguridad. La salidad al lado oeste, parqueo B.

—Enseguida.

Espero, sé que tengo razón. Estoy seguro que ese coche es de los nuestros. Impaciente y un poco angustiado espero su respuesta.

—Lee, es el coche de Alessandro.

—¿Perdón? ¿Puedes repetir?

—Es el coche de Alessandro, pero él no estaba adentro, sino una mujer.

—¡Una mujer! ¿Qué mujer? ¿Acaso es Catalina? —Acaso, ella logro salir. No es imposible, no con esos guardias a su puerta.

—Negativo, Lee. Esa mujer tiene el cabello rubio.

—Lucy —digo en voz alta. De inmediato, me desplomo sobre mi asiento.

Lucy tomo el vehículo de Alessandro. Cierro los ojos, detrás de mis párpados, el ardor es tan insufrible que lágimas los hunden. Aguanta, Lee. Solo, aguanta. Sabía que iba a ser duro, arriesgado, y peligroso; pero mi plan funcionó a la perfección.

—Pon la línea segura —le ordeno.

—Sí, Lee. Lo estoy haciendo en ese mismo instante. Y, listo. 

—Bien. Escúchame con precaución, borrarás cada vídeo donde se ve al conductor subir en el auto.

—¿Qué dices, Lee?

—¡¡Solo, hazlo, ahora!! O tengo que bajar y hacerlo yo mismo.

—No, lo haré. Lo hago, los estoy borrando. ¿Podrías explicarme lo que ocurre?

—No, no sabes nada. Acaba tu turno como siempre, si te llaman, no has visto nada. Esta conversación nunca tuvo lugar —ordeno, al presionar mi taza en mis manos.

—Entendido, Jefe.

Enseguida, cuelgo. Lo hicieron, esos bastardos, lo hicieron. Y de la rabia, reviento mi taza contra la pared. Sabía que iba a pasar, mi madre me había advertido. El pacto, el maldito Pacto. Ella me vino a ver llorando. Solo he visto a mi madre llorar dos veces en la vida. La primera al perder a mi hermano mayor, la segunda antes de reunirme con el Grupo 3. Verla en ese estado, realmente me hizo entender la gravedad de la situación. Las esposas del Grupo 3 son de admirar, ellas sufren en silencio sin decir nunca nada. Nunca. Excepto ayer, parece que la madre de Alessandro tenía razón. Su miedo a perder a su único hijo por culpa del Pacto no era solución para ella. Las esposas del Grupo 3 se reunieron y me convocaron. Las tres me llamaron y yo acudí de inmediato. Los cuatro hablamos durante más o menos una hora y convenimos de un plan. Es casi inútil explicar las implicaciones y las consecuencias de nuestra conversión de aquel día. 
Volví de esa reunión más decidido que nunca, el Grupo 3 no iba a poder sobrevivir si dejaba el liderazgo en manos de nuestros padres. Sé que Alessandro hubiera hecho lo mismo. Jugar un doble papel, sonreirles y inclusive ayudarles a cumplir con su plan. El plan del Grupo 3 de matar a Alessandro. Y Catalina casi lo echa todo a perder. Cuando la vi destrás del sofa, casi mi corazón se me sale del pecho. Mantuve toda emoción a la raya mientras enviaba un mensaje de texto a la madre de Luca para llamar a pedir a su esposo; y funcionó. 

El dolor en los ojos de Catalina, me fue insorpotable. Sí, la traté como si fuese una piedra en mi zapato; pero debía jugar con mi rol a la perfección hasta que el Grupo 3 supiera que hacer con ella, para yo esforzarme a hacer exactamente todo lo contrario. Llamar a Lucy, y decirle dónde estaba Alessandro fue una idea genial y estúpenda de Luca. Poner los dos encerrados con SIM adentro solo podía acabar mal. En cuanto al resto... es cuestión de probabilidades y a ese juego nadie me pone en jaque. ¿Arrriesgado? Sí, totalmente. Podemos decir que juegue con la vida de Alessandro, y mi plan funcionó a la perfección.

Y, ¿ahora? Solo me queda unos asuntos pendientes que terminar. Pocos, al fin de cuentas. El único punto negro en toda esa situación es Catalina. Alessandro se recuperará, lo sé, lo conozco, pero ¿Catalina? Ella me enseñó que las mujeres enamoradas eran capaces de los desplantes y locuras más inimaginables para no hacer sufrir a las personas que aman. Entonces, bajo ese nuevo lente, volví a investigar; y ahora estoy esperando los resultados. Al enterarme del embarazo de Catalina, muchos detalles regresaron a mi mente de los cuales me sentí resentido con ella.
Sí, cuando ella despertó de la cirurgía, algo extraño sucedió. Primero el médico no vino a verme directamente, tampoco a Luca. Solo fue la enfermera para decirme que Catalina estaba fuera de peligro. Si bien me pareció fuera de protocolo, mi preocupación principal seguía siendo la condición de Alessandro. Y pronto, Catalina estuvo a la par mía. A pesar de las circunstancias, Catalina permaneció fuerte y decidida. Creo que es poco decir lo mucho que conté con ella, y la admiración que sentí por ella. Es más, con el paso del tiempo, me pregunto si hubiera logrado sobre llevar todo sin ella. Entre Alessandro, Luca y el Grupo 3; tuve que usar métodos pocos convencionales para lograr estar de pie varios días sin dormir. Allí fue que me desconecté de Catalina, estaba tan seguro que ella estaba bien que ni me preocupé. Luca estaba en buenas manos, Catalina parecía lograr sacarlo de su letargia y hacerlo luchar; entre tanto ella lograba encontrar momentos para estar con Alessandro cuando yo no podía. Entre los dos logramos sostener a nuestro mundo hecho pedazos. Le debo mucho, más allá de lo que nunca seré capaz de admitir.




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