Cupido esta de vacaciones

Capitulo 2

Cassandra tenía muchos manuscritos por leer, una jefa pisándole los talones y una Esther dormida en el sofá de su departamento. Había sido un error darle a varias personas una copia para emergencias de su llave, todos allanaban su hogar a cualquier hora del día.

Que su amiga estuviese durmiendo en el sofá no la afectaba, tener trabajo atrasado si, por eso había dormido hasta tarde ese día. Necesitaba descanso después del ajetreo de toda la semana para así, empezar con fuerza renovada y terminar todo ese mismo día.

Ahora no solo tenía que lidiar con el asunto de su madre, también con una Esther ebria. Al menos esa vez no había traído compañía de ningun tipo.

Se rasco el cuello dejando escapar un suspiro.

¿Le daba un baño con agua fría o lo guardaba para otra ocasión? Se pregunto mientras meditaba la idea. Seguro Esther se molestaría muchísimo. Desecho la idea, la dejaría para otra ocasión, una donde su sofá no sufriera.

La cabeza empezaba a dolerle.

Después que sus hermanos se fueron, no pudo volver a dormir. Se quedo despierta mirando el techo y pensando la forma de lidiar con la locura de la boda sin tener que tocar un solo adorno. Había ayudado a su tía Gemma una vez a organizar un cumpleaños, pero todo se descontrolo cuando llego la verdadera madre del niño y todo fue un caos. Lo bueno del asunto fue que pagaron por adelantado.

Esa no era la única razón por la que Cassandra no quería saber nada de bodas, tampoco quería que su madre sufriera si por casualidad aparecía alguna ex esposa loca queriendo arruinar todo. Por esa razón hablaría primero con su madre, conocería al hombre en cuestión y se pondría en plan detective para no dejar nada en el aire.

Sintió un peso caer en sus hombros.

Se sentía abrumada, esperaba que el nuevo novio de su madre se portara como un caballero para no tener que cavar una tumba.

Pero, primero tenía que despertar a Esther, ella era buena consiguiendo información con su red de contactos clandestinos. Cassandra no quería saber de qué se trataba esa supuesta red, cuanto menos supiera, más segura estaría. Su mejor amiga y compañera de trabajo, era un enigma. Uno muy grande que Cassandra no había podido descifrar, tampoco había querido. Le daba miedo descubrir que ocultaba esa oscura cabecita.

Eran buenas amigas, las mejores desde que se conocieron en Gitter’s la pizzería favorita de Cassandra. Congeniaron al instante, en realidad no lo habían hecho. Esther se sentó sin permiso en la mesa de Cassandra para criticar su gusto por la pizza con piña. Argumento que no era italiana y que lo dulce y lo salado no se llevaban bien en una pizza. Cassandra la obligo a probar un pedazo para que pudiera dar razones validas, no argumentos vacios sobre quien la creo y donde.

Esther quedo encantada con la idea de no volver a probar esa aberración y Cassandra pidió otra pizza.

Desde ese día se dieron cuenta que podían seguir visitando Gitter’s para ver si Esther cedía o si Cassandra dejaba de comer pizza con piña. Ninguna de las dos cosas sucedió, aun así, su amistad siguió creciendo.

Esther dio media vuelta y cayo del sofá con un ruido sordo. Soltó varios improperios y se acomodo en la alfombra.

Cassandra vio todo desde la cocina. Había decidido darle un baño a Esther para empezar con su lista de pendientes. Esperar a que se le pasara la resaca no era una opción válida, el tiempo corría y los preparativos también. Suponiendo que su nuevo padrastro ya estuviera en marcha con todo lo relacionado a la boda.

—Si no te levantas ahora mismo… —empezó decir Cassandra, como si su amiga pudiera escucharla— voy a llevar una jarra llena de agua para que bebas o te des un baño.

No hubo respuesta de ningún tipo.

Cassandra empezó a reír cuando Esther se arrastro como un gusano para subirse de nuevo al sofá. Bajo la calefacción a propósito para que su amiga, a quien no le gustaba el frio, se levantara al vaciarle una jarra de agua encima.

—¿Lo hago o no lo hago? —se pregunto levantando la jarra sobre la cabeza de Esther.

Dudo por varios segundos, pero al final dio media vuelta a la jarra.

—¿Pero qué demonios? —grito Esther poniéndose de pie de un salto.

Cassandra volvió a la cocina a devolver la jarra a su lugar. Cuando regreso a la sala, Esther estaba sacudiéndose como perro mojado. Se rio a carcajadas.

—No es gracioso.

—Claro que lo es, pareces una rata mojada.

—¿Qué asunto es tan importante para que hagas una barbaridad de estas?

Esther no dejaba de sacudirse el cabello y la camisa.

—La boda de mi madre —dijo sin preámbulos.

—Bueno, eso es un… ¿la que, de quien? —inquirió, deteniendo sus movimientos.

—Es un cuento largo, ¿quieres cambiarte antes?

—No, empieza a contar la historia antes que me dé urticaria por la impaciencia.

Cassandra rodo los ojos cuando vio a Esther acomodarse en el sofá.

Tenía dos opciones, le contaba todo de una vez o la soportaba gruñendo mientras la obligaba a darse un baño y cambiarse de ropa.




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