Eira
— Galia, no sé…
Mi amiga a veces era tan insistente que se volvía una acosadora serial. Esta era la tercera vez que me llamaba para convencerme de viajar.
— Por favor, Eira, será divertido, también irán Mariah y Judith
— Bueno... — accedí con cansancio. — ¿El veinte?
— ¡Sí! ¡Te aseguro que no te arrepentirás! De hecho, por favor, no te arrepientas. No sería lo mismo sin ti.
— La verdad, no sé si creerte, te la pasas diciéndome lo aburrida que soy, pero de acuerdo, ahí estaré, ya mañana volveré a casa.
Nos despedimos y volví a la sala, donde Taty estaba sentada, separando hierbas aromáticas para secarlas, atándolas en pequeños ramilletes.
— ¿Te irás ya?
— Sí, mis amigos organizaron un viaje.
— Te divertirás mucho y te servirá para desestresarte.
— Ya me he desestresado estando aquí, Abue. Igual no tenía estrés, mi vida es relajada.
— Sí, pero con ellos no sentirás el vacío de la falta de tu loba, como estando aquí en el bosque. Estarán en plena ciudad — ella estaba profetizando, algo que hacía demasiado seguido, y esto no era por ser bruja, sino que se trataba de un don con el que había nacido.
— Bueno, antes de que me vaya, ¿podrías hacerme un talismán de ocultamiento? No quiero que nadie me reconozca si tengo algún encuentro no deseado.
— Claro. En la noche me pondré en ello y en la mañana estará listo.
— Solo me quedan diez días hasta volver al trabajo.
***
Arami
Terminé la transferencia bancaria, cuidando de que todos los datos fueran correctos, y me despedí del arquitecto. Ahora solamente quedaba la etapa final, terminar de amueblar el lugar. La nueva sucursal de Carpathians estaría en funcionamiento en menos de una semana. Aunque cuando compramos el lugar, tenía un estilo rústico, que no encajaba con lo que acostumbrábamos, nuestros trabajadores pudieron convertirlo en un espacio con la personalidad característica de nuestros locales.
Cada rincón había sido diseñado para demostrar que Carpathians era mucho más que un simple club nocturno; se veía ya esa esencia que hacía que humanos y seres sobrenaturales consumieran lo que ofrecíamos, un lugar de alta categoría. Además, contamos con la ventaja de poder adquirir propiedades aledañas, las cuales hicieron que pudiéramos añadir salas extras, que el bar primigenio no tenía, para dar mayor heterogeneidad a nuestro negocio.
— Aquí tengo los expedientes de todos los empleados — comentó mi asistente Cielo, entrando en la oficina, que era el único lugar del club con muebles hasta el momento.
— ¿Hay alguien que pueda hacerse cargo?
Ella me tendió unos expedientes y se sentó frente a mí.
— Inicialmente, se ocupaban los dueños, pero hay un par de empleados que tienen la capacitación para ocupar el puesto gerencial.
Comencé a mirar los papeles, donde figuraban los nombres, las fotos y sus antecedentes.
— Bien, cítalos para el jueves, los entrevistaré.
— Y los demás…
— Los demás... Lo hablaré con ellos, seguramente también se necesitará más personal. Pon un aviso en Internet al respecto.
— De acuerdo.
— Todos son humanos, ¿verdad?
— Aparentemente sí.
— Bien, haz un relevamiento entre los nuestros para ver quienes se pueden trasladar aquí, para la alimentación de los vampiros y, en especial, quienes podrían trabajar en seguridad, pues si sucede algo los humanos que ya trabajaban en el bar no sabrán qué hacer, además, necesitamos personas que estén al tanto de la situación para el sector VIP, pero para eso hay más tiempo, pues no lo inauguraremos hasta el mes que viene. Por ahora solo abriremos el bar al público humano.
— Está bien, enviaré un correo de reclutamiento si le parece bien.
— Perfecto.
***
Eira
Mi último día de playa antes de regresar a Sverbolok. "Galia tuvo razón desde el principio", pensé mientras jugueteaba con el delgado brazalete que Taty había hechizado para mí. Me divertí mucho, disfrutando del sol, la brisa marina y la calma del lugar, y, lo mejor, no me había cruzado con ningún ser sobrenatural, aunque ya quedando menos de veinticuatro horas para nuestro vuelo, no creía que me encontrara con nadie, igualmente me lo puse, pues el brazalete me hacía sentir más segura. Así nadie sabría que era una loba, o que lo había sido, puesto que ya no me convertía, por lo que podía pasar por una humana corriente.
Mis compañeros eran humanos y estaban completamente ajenos a mi naturaleza. Ellos no tenían idea de que existían otras especies y que, en muchos lugares, se convivía con ellas; eran afortunados al poder mantenerse en su pequeña burbuja.
— Hola.
Parpadeé intentando fijar la mirada en el chico que se había acercado, pues tenía el sol por encima de su cabeza y yo estaba acostada en una tumbona.
— Hola — respondí incorporándome mientras él se sentaba en la reposera de al lado. Era alto y moreno, atractivo, pero se veía muy joven, de unos veinticinco años, quizá. Su aroma me decía que era humano. — Entiendo que si has venido todos estos días sola, quizá no estés interesada en compañía, pero eres linda y no perdía nada con intentarlo — declaró con espeluznante sinceridad.
— Me alegra que te des cuenta.
La realidad era que, luego del rechazo de mi destinado, no me interesaba nadie. Aunque en el pasado fui muy activa sexualmente ahora, nadie me atraía y no podía concebir una relación con ningún hombre, ni humano, ni lobo, ni nada.
— ¿Te puedo invitar una bebida al menos?
Sonreí, sintiendo pena por el chico, sus ojos ambarinos se veían esperanzados.
— De acuerdo — acepté.
No perdía nada con tomar algo y conversar un rato. Galia me saludó desde el agua, ella y Mark jugueteaban en el mar como dos tórtolos.
— ¿Qué deseas tomar? — preguntó exhibiendo una sonrisa deslumbrante en su rostro bronceado.