Eira
La noche terminó tranquila y llegó la hora de contabilizar la caja. Con la ayuda de Mark, pasé todo en limpio para presentarlo ante Cielo, mientras Galia se ocupaba de supervisar la limpieza del salón. Desde que estábamos a cargo Mark y yo, habíamos tomado esta dinámica, se nos daba bien y el resto de nuestros compañeros adherían a esta organización.
Me dirigí a la oficina y, para mi disgusto, la loba se había retirado y tuve que entregar el reporte a Arami. Él se encontraba sentado, reclinado en el sillón detrás del escritorio.
— Qué sorpresa, pensé que enviarías a Mark — comentó de manera irónica.
Sus ojos me estudiaban atentamente.
— Siempre soy quien presenta el cierre de caja, no veo por qué sería hoy diferente — era la verdad.
— Esperabas encontrar a Cielo — afirmó como si me conociera.
— No lo pensé, supongo que sí — admití tratando de parecer despreocupada. En esto también tenía razón. La loba era la que siempre recibía los informes y era todo lo que hacía; además de supervisar, nunca había tenido que corregirnos en nada.
— Me quedaré hasta la inauguración de la zona vip — explicó.
— Comprendo.
¿Por qué me informaba de sus movimientos? ¿Acaso estaba probándome? ¿Qué pensaba que yo haría? ¿O por qué creía que me importaba?
— Vendrán mis socios, y esta parte del local atenderá a seres como nosotros, como debes imaginar.
Asentí con la cabeza, sin saber qué decir. Ya había notado la presencia de vampiros y lobos entre los nuevos empleados, ahora además habría que atender clientes no humanos.
— Si en algún momento te decides a mostrar lo que eres, me gustaría dejarte a cargo del nuevo sector.
— Renunciaré al terminar el contrato y voy a mudarme — escupí sin ningún juicio. ¿Qué ganaba con decirle esto?
— ¿No es suficientemente bueno el sueldo que te pagamos?
Estas palabras estaban destinadas a reforzar mi pensamiento de que había sido una tonta al decir lo que dije; por supuesto, no era normal rechazar un sueldo tan alto.
— Es muy bueno, pero, creo que ya dejé claro que no quiero tener problemas.
— Y yo sigo sin entender por qué los tendrías.
— Ya terminó mi horario. — Di un paso atrás para marcharme.
— No te atrevas a salir de esta oficina.
El aura poderosa del alfa me envolvió y no logré moverme más allá de lo que lo había hecho hasta que dijera estas palabras. Nuestras miradas se entrelazaron, era una lucha de poderes y yo sabía que no ganaría, pero debía lograr resistir a su influencia, y preservar mi identidad a toda costa.
— No creo que debas obligarme a hablar de mi vida personal — dije estas palabras con gran esfuerzo, pues mi instinto lobuno me suplicaba doblegarme ante él.
— No lo haré.
— Entonces, ¿puedo irme ya?
— Puedes irte — su sonrisa de suficiencia me disgustó, pero no me quedaría ni un minuto más.
Salí a pasos veloces y al cruzar la puerta de servicio, me dirigí a mi automóvil, que se encontraba a pocos metros en la acera de enfrente.
Podía sentir la mirada pesada de Arami sobre mí, él seguramente me observaba desde la ventana, pero no le di el gusto de voltearme a verlo. Subí a mi coche y me encaminé a casa, con la cabeza llena de pensamientos relacionados con lo sucedido. Si esto se repetía, él no tardaría en sacar las conclusiones correctas y se daría cuenta de que yo era una loba.
***
Arami
Después de este breve encuentro, estaba casi seguro de que Eira era una loba; ella no pudo desobedecerme cuando le ordené quedarse. Se marchó lo más rápido que pudo. No podía saber si intuía que yo sospechaba su origen, pero tampoco la confrontaría. Esperaría el momento en que ella misma se descubriera o poder encontrarla sin su amuleto.
Su vehículo giró la esquina y yo bajé para terminar de cerrar el local. Estaba cansado del viaje, hacía más de veinticuatro horas que mi cuerpo no veía una cama. Si no fuera por Eira, ahora estaría en la aldea descansando, y no hubiera venido hasta la inauguración, pero algo me atraía hacia ella indefectiblemente.
Volví a subir y algunos de los empleados ya estaban también encaminándose a sus habitaciones. Cielo había regresado a la manada. Puesto que extrañaba a su familia y yo me quedaría, le había dado la semana libre
Entré en la recámara y luego en el aseo, ya que me daría un baño antes de dormir. Abrí el grifo y dejé correr el agua mientras me desvestía, tenía muchas cosas en la mente en las que debía poner mi atención, pero lo único que podía ver era el rostro de Eira.
Me coloqué debajo de la ducha. ¿Por qué no lograba sacarla de mi cabeza? ¿Qué tenía ella que me atraía tanto? Era bonita, sí, pero no se trataba de eso. En mi vida había conocido a miles de mujeres hermosas. Hasta mi lobo, que había quedado tremendamente apático luego de la pérdida de nuestra pareja, ahora pujaba por salir, aunque todavía no me hablaba. Solo gruñía de tanto en tanto, parecía un viejo cascarrabias que quería solo estar echado y que nadie lo molestara.
Desde algún lugar de mi alma me llegó Rai a la memoria. No se parecía en nada a esta chica silenciosa. Rai era perfecta, no solo por su belleza, sino también por su espíritu. Siempre alegre y bulliciosa, su risa lo llenaba todo... sacudí mi cabeza ahuyentando su presencia y también el dolor que me producía acordarme del poco tiempo que pasamos juntos. Sentía muy injusta su pérdida tan temprana, también me parecía injusto haberla sobrevivido. Otros lobos morían junto con su pareja destinada, algunos perdían a su lobo, o incluso perdían su lado humano, volviéndose salvajes.
A mí no me había sucedido nada de eso, simplemente sobrevivía, me llenaba de trabajo y me sumergía en cualquier cosa que me ocupara la mente, mi lobo por mucho tiempo no apareció, y al día de hoy eran muy pocas las veces en que lograba que saliera, generar la transformación me requería un gran esfuerzo, puesto que él, solía ponérmelo difícil, pero siendo el alfa, me veía en la obligación de adquirir mi forma lobuna de tanto en tanto.