Despierta, Kira.

Tres

Hola, mi princesa.

Este es el día número 20. Vaya que el tiempo está avanzando lento. Juraría que llevabas más tiempo en coma, quizás un mes. Es sorprendente cuán aburrida y deprimente se ha vuelto la vida desde aquel accidente. Sé que con todo este asunto de la tecnología es más fácil oír tu voz incluso en estas condiciones, pero siendo honesto no es lo mismo. Sigue sonando tan dulce y majestuosa como siempre, pero no lo sé; se siente vacío al ser una grabación antigua que me resulta tan lejana.

Hoy fui al hospital. De hecho he estado aquí desde aquel día, y lo más seguro es que aquí permanezca hasta el día en que te recuperes. El asunto es que mientras estaba en la sala de espera, deseando que llegue la hora de visitas, vi a dos chicos que lograron recordarme a nosotros de algún modo. No es que tuvieran algún rasgo físico similar a los nuestros ni nada de eso, pero el hecho de que ambos discutían por un asunto tan irrelevante como el hecho de quién sería el que compraría unas tazas de café, inmediatamente me llevó a nuestra niñez y adolescencia.

¿Recuerdas cuando vivíamos discutiendo por todo? Nos odiábamos a muerte. O bueno, eso es exagerar demasiado. A decir verdad, creo que jamás te he odiado, y quiero creer que tú a mi tampoco; aunque te entendería si así lo hubieras hecho. Cada vez que recuerdo algún momento de nuestra infancia juntos creo que fui demasiado insoportable. Cuando éramos niños sí te discutía por estar en contra de lo que decías o hacías. No te odiaba, pero sí sentía cierto enojo sinsentido hacia ti de vez en cuando. Luego pasaron los años, fuimos creciendo y comencé a divertirme viéndote enojada. Llevarte la contra se había convertido en mi nuevo hobbie. Dios, creo que fui peor que un grano en el trasero.

¿Quién hubiera dicho que terminaríamos enamorados el uno del otro? Bueno, a decir verdad, mucha gente lo sospechaba. Ya sabes, siempre nos repetían esas frases estúpidas que tanto desprecias porque romantizan la violencia como "los que se pelean se aman".

En fin, tú te negabas a aceptar aquella posibilidad al igual que yo. Sentía que se volvería raro aquello y sé que tú también. No nos culpo por ello; habíamos pasado toda nuestra vida discutiendo y peleando. La sola idea de besarnos y decirnos cursilerías me generaban arcadas. Sí, teníamos nuestros momentos de tratarnos bien, hablarnos y dejar las peleas a un lado; pero igual seguía siendo algo completamente ajeno a nosotros.

Bendito sea el día en que comencé a verte de otro modo, y mejor aún, bendito sea el día en que tú cambiaste la manera de verme a mí. No sé qué sería de mí sin ti, porque tú eres el motivo de mi felicidad y la razón por la que amanezco sonriente cada mañana. Eres lo primero en lo que pienso al amanecer y tu nombre es lo último que pasa por mi mente antes de caer dormido.

Te amo, Ki. Por favor, vuelve a mí.

Despierta, Kira.

 




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