Hola, princesa.
Hace unos días tuve un vago recuerdo de mi infancia. Poco antes de que cumpliera 9 años, papá me había preguntado qué esperaba que me obsequiara. No tuve que pensarlo dos veces para dar mi respuesta: quería que me llevara al nuevo Parque de Diversiones que habían inaugurado hacía apenas unas semanas. Él no solía ser el padre ejemplar los 365 días del año, pero si había algo en lo que pudiera confiar que cumpliría, era en que él siempre se encargaría de que mi cumpleaños fuera el mejor día del año. Esa vez no había sido la excepción.
Había estado haciendo fila durante toda la mañana, pero finalmente había obtenido cuatro entradas para el día aniversario de mi nacimiento. Había una entrada extra para que invitara a algún amigo a pasar el día con nosotros. Mi primera opción fue Trevor, mi mejor amigo desde mis 5 años. Sabía que estar con él sería sinónimo de diversión asegurada y mis padres lo querían como si fuera de la familia. Me decepcioné cuando los padres de Trevor se negaron a que nos acompañara porque aún no confiaban en la seguridad del lugar.
Mi segunda opción, y en realidad también la última, había sido invitar a Carter. Él tampoco pudo ir; la prioridad para sus padres era que asistiera a la boda de su hermana mayor.
En aquel entonces mis amistades eran así de limitadas. Tampoco tenía primos con los que disfrutara pasar el rato, por lo que salvo Trevor y Carter, no tenía nadie más a quien invitar.
Mamá se rehusó a desperdiciar esa entrada, y como yo no tenía idea de qué hacer con ella, decidió hablar con tu madre para que te sumaras a nuestra salida. No te mentiré, a penas mamá anunció que tú estarías celebrando mi cumpleaños conmigo, instantáneamente asumí que ese año papá me había fallado: tendría el peor festejo de toda mi vida.
Fue toda una revelación cuando, al final del día, había descubierto que sí podía ser divertido estar contigo. Reías de mis intentos de ser gracioso y bromeabas conmigo. Habías accedido a subirte incluso a aquellos juegos que te aterraban cuando notaste que ni mis padres querían hacerlo, pero que yo moría de ganas por probar. Habías sido la invitada perfecta y más compañera que habría podido tener: sabía que ni Carter ni Trevor habrían aceptado subir a la mitad de lo que tú sí.
También recordé que tú me habías preguntado qué quería para mi cumpleaños cuando todavía no éramos novios, pero sabíamos que sentíamos algo el uno por el otro. Mi respuesta había sido que quería que me regalaras un beso y tú reíste y exigiste que pidiera algo en serio.
Te imaginé preguntándome qué quiero este año por regalo de cumpleaños. Ocho años después, mi respuesta sigue siendo la misma: quiero que me regales un beso.
Mi cumpleaños se aproxima, y como todos los años, papá me llamó para preguntar qué quiero esta vez e intentar darme un festejo a la altura de los anteriores. Mi deseo fue que tú despertaras. No imaginas la cara de decepción que puso al caer en cuenta que este año tal vez no pueda lograrlo.
Te extraño, amor. No quiero que esta sea la primera vez que papá no consigue lo que pido.
Despierta, Kira.
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Editado: 07.11.2020