Me desperté agitado y con la frente llena de sudor. Nuevamente había tenido esa maldita pesadilla en la que me tocaba verte fallecer. No importa cuántas veces haya soñado con esa escena desde el día del accidente; aún no logro acostumbrarme. La sensación de miedo a que sea real se siente con la misma intensidad o incluso con mayor fuerza que la primera vez.
Lo peor de estas pesadillas es el despertar y sentirme completamente confundido y asustado, rogando que solo haya sido una pesadilla y no un recuerdo de la realidad.
Cuando miré la hora me sorprendí al ver que, habiendo dormido solo dos horas, mi mente había logrado desarrollar una pesadilla similar a una tortura maquiavélica.
No pude volver a conciliar el sueño, y aprovechando que el horario de visitas ya había comenzado, decidí ir a visitarte.
Durante el viaje en autobús me dediqué a observar al resto de los pasajeros. Sonreí al reconocer que el uniforme que utilizaban dos niños frente a mi era el mismo que habíamos utilizado nosotros en nuestra infancia.
Los niños no hacían más que pelear mientras que, quien supuse que era la madre de alguno, los ignoraba fingiendo no estar a cargo de ellos. La niña le reclamaba que era su turno de viajar del lado de la ventanilla, pero el chico se negaba a moverse de ahí ya que él había sido el primero en llegar.
Espero que te haya llevado al mismo recuerdo que a mí: teníamos 9 años y aún no éramos amigos. Para esas épocas aún éramos vecinos, por lo que nuestras madres habían acordado que tu mamá nos llevaría a la escuela.
Un día había llevado mi consola de videojuegos portátil para entretenerme y tú me habías pedido que te dejara jugar. Por educación te lo permití; fuimos un buen equipo y avanzamos dos niveles juntos. Pero recuerdo haberme sentido celoso al notar que tú jugabas mejor que yo, y a modo de autodefensa decidí quitarte tus turnos.
Por un momento creí estar viendo nuestros rostros sobre los de ellos. Tuve que parpadear reiteradas veces hasta poder volver a la realidad.
En el autobús también había una pareja de ancianos que me resultó encantadora. La mujer estaba durmiendo plácidamente con su cabeza reposada sobre el hombro del hombre, mientras que él la rodeaba con su brazo y acariciaba su cabello. Con la otra mano disponible que tenía el hombre, buscó la mano de su amada y la entrelazó.
¿Recuerdas las veces que prometimos llegar a esa edad juntos y continuar amándonos? Envejecer juntos es todo lo que nos hemos propuesto.
Increíblemente, volví a ver nuestros rostros en cuerpos ajenos.
La siguiente pareja que vi se trataba de unos chicos de nuestra edad. Ella observaba las calles distraída mientras el chico le tomaba fotografías. Cuando lo notó, la chica preguntó por qué lo hacía, y él dijo que quería inmortalizar su belleza para que hubiera pruebas de que alguna vez existió una mujer tan hermosa caminando en la tierra. Con una gran sonrisa enternecida, la chica lo besó.
No te imaginas cuánto los envidié en ese instante.
¿Recuerdas cuando, luego de nuestra primera crisis de pareja, pasaste una semana tomándonos fotografías en cada momento? Y cuando pregunté por qué lo hacías, dijiste que querías tener pruebas de que alguna vez alguien te amó con la misma intensidad que tu lo habías amado.
Lloré mientras nos veía besarnos porque, una vez más, sus rostros habían sido reemplazados por los nuestros.
Temí haber perdido la cordura finalmente. Aquello que me estaba sucediendo estaña lejos de considerarse normal. Pero no me importó y seguí mi camino; mi prioridad era verte y llegar a ti.
Sé que tal vez no sea lo más sano del mundo, pero siempre has sido y serás mi prioridad, Kira.
Cuando llegué al hospital fui directo hacia tu habitación. Tomé asiento a tu lado y, mientras acariciaba tu mano, comencé a relatarte sobre ese viaje en autobús alocado. Te hablé sobre cómo estaba considerándolo una señal del destino porque había creído que eran nuestros yo del pasado, presente y futuro. También mencioné nombres que había pensado para nuestros primeros hijos y lugares a los que podríamos viajar una vez que te recuperaras.
No fue hasta que me despedí y me puse de pie para irme que sucedió lo inesperado. Estando a unos pasos de la salida, un sonido a mis espaldas me paralizó.
«Ky… »
Era un susurro que podías notar que había salido con dificultad. Con miedo a que se tratara de una alucinación más, me di media vuelta en mi lugar y te miré.
«Ky… »
Tu susurro ya no era susurro, sino una voz más fuerte y clara.
Finalmente estaba entendiendo aquello que tanto te gustaba repetir. Nadie esperaba que te recuperaras y menos en la brevedad, no obstante, justo en ese preciso instante estaba sucediendo. Contigo mirándome y pronunciando mi nombre, estaba presenciando lo maravilloso de lo impredecible de la vida.
Me fue inevitable no comenzar a llorar tal y como había estado haciendo durante los últimos nueve meses, con la diferencia de que esta vez las lágrimas eran de alegría.
Corrí hacia ti y te abracé al mismo tiempo en que llenaba tu rostro de besos. Sentí que volvía a experimentar lo que es enamorarse cuando tus ojos y los míos pudieron encontrar después de tantos meses extrañándose.
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Editado: 07.11.2020