Destino Inquebrantable

Capítulo 1

Vera

 

Las palabras de Etsian resonaban en mi mente, y no podía evitar reflexionar sobre su posible intención. ¿Acaso pretendía que durante todo este tiempo hubiera estado esperándolo? Qué equivocado estaba. Después de su doloroso rechazo, me esmeré en transformarme en alguien irresistible para todos. Cultivé amistades masculinas, y la mayoría de ellos aspiraban a casarse conmigo. Comprendí que este era el motivo por el cual también despertaba interés en él.

 

Mi amiga Zenit y yo nos encontrábamos en mi habitación preparándonos para la cena. El castillo estaba lleno de invitados, pues en un par de días sería la coronación de mi hermano.

 

— Pienso que deberías considerarlo, él siempre te ha gustado.

 

— ¿Después de soportar su rechazo por años? De ninguna manera.

 

Mamá entró vistiendo un hermoso vestido azul, que era su color preferido. Me encantaba verla, pues su belleza me recordaba que me vería igual de bien que ella cuando tuviera su edad.

 

— Tu sonrisa me hace pensar que has hecho algo — dijo mientras me miraba a través del espejo. Ella siempre parecía darse cuenta de todo, nunca entendí cómo lo hacía.

 

— No he hecho nada, mami — mentí, pues no deseaba contarle cuánto disfrutaba haber podido rechazar a Etsian, al igual que él lo hizo conmigo, ella me hubiera regañado seguramente.

 

— Déjanos, por favor, Zenit — solicitó mi madre y mi amiga se fue silenciosamente. — No te creo — continuó hablándome. — Tienes una mirada de placer que asusta.

 

— Disfruto de la vida, mamá, solo eso — tomé el cepillo que había quedado sobre el tocador, y atrayendo mi cabellera hacia adelante comencé a peinarme.

 

— ¿Quién es el que sufrirá tu disfrute esta vez?

 

— Mamá, lo dices como si yo pudiera evitar lo que sienten — me excusé. — Yo no tengo la culpa si ellos vienen a mí esperando algo que no conseguirán.

 

Esa era la pura verdad, los hombres que se acercaban a mí siempre intentaban conquistarme con declaraciones de amor. Aunque yo no alentaba esos sentimientos, sus persistentes asedios continuaban a pesar de mis claras intenciones.

 

— Yo te crié con una autoestima alta, pero creo que me sobrepasé. Aunque no podamos controlar lo que los demás sienten, podemos no alentar sus sentimientos — y ahora venía la hora de la reprensión...

 

— Yo no les doy ánimo para que se enamoren de mí, solo soy amable — refunfuñé. — ¿Acaso debería ir por el mundo advirtiendo a cada hombre que se cruza en mi camino que no me ame porque no pretendo ni enamorarme ni casarme aún?

 

— De eso justamente te quería hablar.

 

Viendo lo que se venía, me removí en mi lugar y gruñí.

 

— No empieces, por favor, mamá. Ya hemos hablado mucho de esto.

 

Hacía ya un par de años que mis padres intentaban persuadirme para que buscara una pareja, pero mi interés en ello era nulo. Mi vida era relajada, disfrutaba de fiestas, cultivaba amistades y no tenía el más mínimo deseo de cargar con las responsabilidades que la vida matrimonial conlleva.

 

— Tu hermano asumirá la corona, y no tiene por qué hacerse cargo de una chiquilla malcriada — dijo ella tomando el cepillo de mi mano para hacerse cargo de la tarea.

 

— Pues eres tú quien me has criado.

 

— Exactamente, por eso mismo, luego que terminen las festividades, te mudarás con nosotros.

 

— ¿Qué?

 

Me giré hacia ella sorpresivamente, provocando que jalara mi cabello.

 

— Este no es nuestro hogar ahora, sino el de tu hermano.

 

— ¿Y Valkan? — Pregunté volviéndome nuevamente hacia el espejo.

 

— Él tomará posesión de sus tierras.

 

Apartándome de sus manos, caminé nerviosamente. Este era un tema que afectaba mi estado de ánimo y me hacía sentir menos, como si estuviera desplazada dentro de mi propia familia.

 

— ¿Y por qué él tiene tierras y yo no?

 

— Porque así son las leyes, hija.

 

— No es justo...

 

Me senté en la cama evitando mirar a mi madre; sin embargo, ella se acercó y se sentó a mi lado, comenzando a trenzar mi cabello. Aunque mis pensamientos estaban distantes, el gesto familiar y cariñoso de mi madre comenzaba a disipar un poco la tensión que sentía.

 

— Ya no eres la princesa, mi pequeña, porque tu padre y yo ya no somos los reyes.

 

— Pero...

 

— Solo tienes dos opciones: buscar un esposo e irte a vivir con él, o quedarte con nosotros para siempre, o hasta que eso suceda.

 

— Yo no me quiero casar... — declaré cruzando los brazos frente a mí con disgusto.

 

— Lo entiendo y lo respeto, y no estás obligada a hacerlo, simplemente no puedes seguir viviendo aquí — explicó suavemente.

 

— Es tan injusto... hasta Rory y Adam tienen sus tierras y yo debo depender de un hombre.

 

— Lo sé, pero son las leyes de Aurea y hay que respetarlas.

 

— Pues esas leyes deberían cambiar.

 

— Pienso que sí, en Annun las mujeres son mucho más libres — me relató haciendo referencia a su juventud, pues mamá había nacido allí.

 

— Voy a perderme todas las fiestas — me quejé.

 

— Claro que no, recibirás las invitaciones tal como aquí.

 

Ella terminó de peinarme y yo me incorporé con un ademán exasperado.

 

— Eso no es cierto, mi condición de princesa me daba privilegios, pero casi no tengo amistades y muchas mujeres me odian por ser como tú, no me invitarán.

 

Mamá no se atrevió a refutar mis palabras, pues era cierto, el aspecto inusual heredado de ella traía consigo sus desventajas.




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