Destino Inquebrantable

Capítulo 8

Etsian

 

La comida se volvió difícil de digerir al observar cómo Vera y Lail sostenían una conversación tan animada. Entre ellos fluía una intimidad que yo anhelaba compartir con ella. Lo más complicado era reconocer que, debía admitir, Lail era alguien a quien incluso yo aprobaría para ella. Estaba seguro de que haría todo lo posible por hacerla feliz.

 

Él había sentido atracción por Vera desde nuestra infancia; su amistad con ella superaba la mía, ya que compartían tiempo juntos, pues, para mi descontento, los padres de Lail residían en el castillo, lo que facilitaba su convivencia. Además, para añadir a mi disgusto, ambos habían recibido la instrucción sexual juntos, y esto los volvía mucho más cercanos.

 

Había planeado acercarme a ella durante la fiesta, pero como era costumbre, Vera desapareció misteriosamente. Aproveché esa oportunidad para entablar una conversación con él.

 

— Lail — saludé.

 

— Rey Etsian — me dijo con una sonrisa afable.

 

— Ahórrate las formalidades, nos conocemos hace demasiado — gruñí ásperamente.

 

— No podría.

 

Aunque Lail parecía amigable, yo no podía dejar de verlo como alguien que intentaba quitarme a Vera y esto seguramente se reflejaba en mi rostro; no obstante, él permanecía inmutable.

 

— ¿A dónde ha ido Vera?

 

— Subió a descansar, dijo que le dolía la cabeza.

 

— Tiene muchos malestares últimamente, ¿acaso estará enferma? — comenté.

 

— Tal vez deberías subir y asegurarte de que esté bien — sugirió sorprendiéndome.

 

— Puede que mi compañía empeore sus males, ¿no crees?

 

— El fuego con fuego se apaga, mi rey — mencionó con una sonrisa significativa.

 

— Creo que voy a hacerte caso — dije y salí del salón.

 

Lail era consciente de que los dolores de cabeza de Vera eran meras excusas para eludir mi presencia. Por más que se empecinara en negarlo, ella sentía lo mismo que yo.

 

Decidí dirigirme hacia el piso de las mujeres, donde se hallaba su habitación. Al llegar, toqué a la puerta, pero no obtuve respuesta. Dudé por un momento, indeciso sobre si marcharme o no. Sin embargo, reconsideré, pensando que quizás estaba siendo demasiado egocéntrico al creer que ella se había retirado de la fiesta por mi causa. Opté por entrar para asegurarme de que todo estuviera bien.

 

La habitación estaba impregnada con su fragancia, una mezcla de flores blancas y frescas del amanecer, con un sutil toque alimonado. Sin embargo, Vera brillaba por su ausencia. Después de observar un poco el lugar, reparé en la luz que se filtraba desde su ventana, apuntando al invernadero, y pensé que seguramente la encontraría allí, pues ese siembre había sido su lugar favorito.

 

Al adentrarme en el invernáculo, me deslicé por un par de pasillos entre las exuberantes plantas, y finalmente la descubrí. Estaba de espaldas a mí, su hermoso cabello acariciando sus caderas mientras estaba sentada en un banquillo alto, entregada a la creación sobre un lienzo, esto me recordó momentos de nuestra infancia juntos, ella solía recluirse en este mismo lugar para dibujar o realizar figuras en arcilla, y a mí me gustaba mirarla mientras lo hacía.

 

— ¿Qué quieres, Etsian? — Preguntó con voz dura y sin mirarme.

 

— Saber si estás bien, por supuesto — expliqué. — Lail me dijo que te dolía la cabeza.

 

— Me duele, y mucho. Por lo que deseo estar sola.

 

Vera no se giraba, mantenía una concentración controlada en cada trazo de su pincel. Me acerqué lo suficiente como para vislumbrar su obra. Era la representación de una mujer que fácilmente podría ser ella misma; con cabello rojo que caía sobre su rostro, llevaba un vestido idéntico al que portaba en ese momento. La figura, sin embargo, pendía de una cuerda desde su cuello.

 

— Eres muy talentosa, imagino que lo sabes — expresé sin querer inmiscuirme en el significado de lo que pintaba, pues podría terminar en algo que yo no deseaba.

 

— ¿Qué quieres? — finalmente se volvió. Su mirada me daba clara información sobre su enojo, pero, además, parecía haber llorado.

 

— Ya te lo he dicho — dije suavemente.

 

— Pues ya viste que estoy bien — replicó. — Lárgate de una vez, yo te he dicho también que quiero estar sola.

 

¿Existía el riesgo de que pudiera empeorar la relación entre ella y yo? La verdad era que no podía estar peor, por lo que no me amedrenté ante su ira.

 

— He pensado que luego de las celebraciones podrías venir a Annun conmigo.

 

Ella soltó un suspiro profundo y dejó caer los brazos junto con la paleta de pintura y el pincel que sostenía, reposándolos sobre sus piernas. Su postura evidenciaba claramente una sensación de derrota.

 

— No estoy en condiciones de perdonarte todavía, Etsian — admitió. — Por favor, déjame en paz.

 

Su tono de voz había menguado significativamente y esto me incentivó a continuar.

 

— Acepta casarte conmigo, Vera — solicité. — No necesitamos celebrar el pacto ya mismo, puedo esperarte todo lo que sea necesario.

 

— ¿Me dejarás en paz de una vez?

 

— Si aceptas...

 

— De acuerdo, lo haré.

 

Quise acercarme, pero ella puso su pincel apuntando a mi rostro de manera amenazadora.

 

— Cumple tu palabra y lárgate, Etsian.

 

Sonreí y me giré para marcharme del invernadero, finalmente había logrado mi objetivo. Vera y yo estábamos comprometidos.




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