Destino Inquebrantable

Capítulo 10

Etsian

 

Todavía no lograba comprender qué era lo que pasaba con ella, durante su infancia me persiguió hasta el cansancio, luego, aunque no decía nada, era obvio para mí y para todos que ella me amaba, y al día de hoy, incluso, el aire se caldeaba cuando estábamos juntos, pero Vera se mantenía en esa obstinada postura que me enervaba.

 

Permanecí un breve momento en la fiesta, pero después de discutir con ella, no tenía ganas de compartir con nadie, por lo que decidí retirarme; sin embargo, antes de que me fuera, el padre de Vera se acercó a mi lado.

 

— ¿Podemos hablar en privado? — Me preguntó Dunkan.

 

— Por supuesto — acepté.

 

Nos dirigimos hacia la biblioteca, que era el lugar ya acostumbrado de reunión. Una vez allí nos sentamos uno frente al otro, pensé que me regañaría, pues era como mi padre, ya que me conocía desde el nacimiento y la mitad de mi vida la había pasado en este castillo.

 

— ¿Oí bien y quieres llevarte a Vera cuando te vayas? —Indagó con solemnidad, aumentando mi preocupación, porque en mi impulsividad no había tomado en cuenta la opinión de los padres de Vera.

 

— Eso pretendo, si no te opones, claro — afirmé, pues ya no podía retractarme.

 

— No me opongo — sonrió, dando alivio a mi espíritu. — Aunque me temo, que mi hija es un poco consentida y querrá hacer su voluntad. Solo te pido que seas paciente con ella.

 

— Lo soy, soy paciente — afirmé, estirándome un poco en mi asiento al percatarme de lo tenso que me encontraba. — Le daré dos meses antes de que celebremos el matrimonio obscuro y puede tener todo el año que lleva el noviazgo si así lo desea.

 

— No me refiero a eso, te conozco desde niño, sé que le darás todo el tiempo que ella te pida — explicó apoyando sus codos sobre sus rodillas. — Lo que quiero decir es que es probable que quiera hacerte la vida miserable, Vera es una chica difícil.

 

— Lo he notado.

 

— No sé por qué está tan empecinada, todos sabemos que te ama y que han celebrado el pacto antes.

 

— No se me ocurre que puede ser...

 

— Como sabes, a ella le gusta pintar, eso sana su alma. Trata de que donde ella esté siempre haya un lienzo y un pincel a su alcance y no tardará en calmarse — aunque cualquier consejo que él quisiera darme era bienvenido, esto era algo que yo sabía desde siempre.

 

— Lo recuerdo — sonreí.

 

— Aunque finja que es dura, Vera es muy sensible y esa apariencia superficial es una coraza para protegerse, pero realmente no es así. Debes darte tiempo para que te permita acercarte.

 

— Lo haré.

 

La conversación sobre mi futura esposa duró largo rato, hablamos sobre sus pasiones, las plantas y el arte, y recordamos sucesos de nuestra infancia. Él me contó también el motivo por el cual ella dejó de reunirse con nosotros y por qué él lo había permitido. Puesto que por esas épocas, Anour y yo solíamos tener muchas citas y Vera sufría por ello. En ese momento de mi vida yo no era consciente de lo que provocaba en ella, y solamente me di cuenta de lo que yo mismo sentía hasta que dejé de tener su presencia constante.

 

 

***

 

 

Vera

 

— Hija, ¿puedo pasar?

 

Mamá siempre quería consolarme luego de que papá me restregara en la cara mis errores.

 

— Como si pudiera negarme — refunfuñé girándome en la cama para darle la espalda.

 

Ella se sentó a mi lado.

 

— ¿Cómo te sientes?

 

— Mal, ¿cómo podría sentirme? Acabo de cavar mi propia tumba — un nudo se formó en mi garganta al decir estas palabras.

 

— Es que les serviste todo en bandeja, querida, eres demasiado temperamental.

 

— Ni me lo recuerdes — gruñí tapándome el rostro con las almohadas. — Yo solo quería estar sola y acepté, sin pensar, para que se fuera.

 

— No debes hacer promesas a la ligera.

 

— Deja de regañarme, ya conozco mis fallos. Como si pudiera no conocerlos, me vivo tropezando con ellos.

 

— No pretendo eso — ella se acostó junto a mí abrazándome y acariciando mi cabello. — Verás que te irá muy bien. Etsian te ama.

 

— Etsian no me conoce, mamá — declaré compungida, limpiando una lágrima que pujaba por escapar de mis ojos.

 

— Pues déjalo conocerte — insistió. — Cuando tu padre y yo hicimos el pacto, no nos conocíamos.

 

— Pero tú aceptaste porque quisiste.

 

— Sí, pero éramos enemigos, no nos resultó fácil. Tú y Etsian se conocen desde niños.

 

— Él no solo me rechazó hasta el hartazgo y me humilló de niña, sino que de jóvenes se cansó de desfilar frente a mí con cuanta hembra se le cruzó. ¿Y ahora tengo que aceptar su supuesto amor? ¡Ja!

 

— Es algo normal, Vera, ustedes no tenían nada y cuando tú tuviste edad también saliste con quien quisiste.

 

— No frente a sus narices y, aunque lo hubiera hecho, yo a él no le interesaba, pero él sí sabía todo lo que yo sentía. Lo... aborrezco — mentí llena de furia.

 

— Eso no es cierto, pero escúchame, quiero decirte algo.

 

Me giré hacia ella y quedamos con los rostros muy cerca. Mirar sus ojos era como verme en el espejo. Mamá secó mis lágrimas con delicadeza.

 

— Vera, la sacerdotisa Diani, aún está aquí y no se irá hasta que ustedes partan hacia Annun.

 

— Lo sé — me sorprendía que mamá mencionara esto porque no tenía nada que ver conmigo.

 

— Vera, ¿entiendes? Si haces algo que tu padre considere incorrecto, le pedirá que celebren el pacto antes de irse.

 

— ¡¿Qué?! — Exclamé, sentándome muy recta en la cama. Golpeé el colchón con los puños cerrados. — ¿Por qué los hombres son así? Me coartan, me asfixian, no me dejan opciones... los... los... detesto.




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