Días

Día 19

 

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JUEVES
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En cuánto lo vea, se lo digo. En cuánto lo vea se lo digo. En cuánto lo vea...

Un Nathaniel de perfil con el cabello alborotado por el viento, observando su celular con una mano en el bolsillo del pantalón deportivo gris y una sudadera en conjunto, se presenta ante mis ojos.

¡En cuánto lo vea huyo!

Antes de siquiera razonar con mi cuerpo, este ya reacciona por mí y me cubro en el muro de la entrada. Lo puedo ver a lo lejos, cerca de un árbol para que le de sombra. Es como si estuviera esperando por alguien, ya que guarda su celular y mira atento en mi dirección...

¡Espera! ¡Mira atento a mi dirección!

Al darme cuenta de que nuestros ojos coinciden, involuntariamente me retraigo para ocultarme de su vista.

Cierro los ojos por la patética imagen que pude dar. ¿Qué sería más vergonzoso? ¿Quedarse o salir?

Cuando abro por fin los ojos, dispuesta a salir de mi escondite, de inmediato chocan con los iris oscuros de Nath, lo que provoca hacerme sobresaltar un poco. Sólo mostraba media cara y unos dedos en el muro. No tarda en dejarse ver completamente y su boca despliega una sonrisa que hace curvar un poco sus ojos.

—¿Te estás escondiendo de alguien? —Se coloca detrás de mí para clavar la vista en el interior del recinto. Siento que su cuerpo irradia calor corporal, rozando entretanto su pecho contra mi hombro, lo cual empieza a ponerme un tanto nerviosa por la cercanía.

—Ah, um... —balbuceo sin mediar una palabra coherente. Y al darme cuenta, carraspeo para no dejarme dominar por la timidez. Me giro hacia él con los brazos cruzados, mirándolo directamente—. Sé que lo notaste.

Aunque su sonrisa no se ensancha al punto de mostrar los dientes, sí hacen una especie de puchero que hace sus ojos más curvados en rendijas. Como si le causara gracia la situación. —¿Que de quién te escondes es de mí? —Ladea la cabeza como un cachorrito.

Por un instante aparto la vista de él, dándole mi perfil, todavía hay varios estudiantes que están llegando, pero pocos son los que curiosean hacia nosotros.

—Ni me molestaré en negarlo. Creo que fue evidente al mirarnos. —Me giro para encaminarme al edificio donde estudio. Nath no tarda en ponerse a la par de la mía.

—Aquí es cuando pregunto, ¿por qué razón?

Alzo los hombros en indiferencia. —No lo sé, ¿autoreflejo?

Me percato de que Nath se inclina un poco hacía mí para entrar en mi campo de visión y lo veo con una sonrisa pequeña. —¿O por algo que ocultar?

Detengo los pasos y él también, nuevamente me giro para afrontarlo. —¿A qué te refieres?

Veo temblar un poco las comisuras de sus labios. Se acerca un paso, poniéndome en estado de alerta, inclina su cuerpo hasta tener una distancia prudente de su boca con mi oreja y susurra en un tono grave y lento, erizando esa zona de la nuca. —¿Debo esperar por las otras dos letras o mejor arruino la sorpresa? —Se aleja seguramente para ver mi rostro. Que justo ahora es todo un poema, probablemente. Porque las emociones que tengo pasan y evolucionan de esta forma: en desconcierto, por no entender a la primera a qué se refiere, sorpresa al comprender y recordar nuestra última conversación. Y por último, una pizca de temor, al no saber qué esperar de su reacción, frunzo el entrecejo levemente y muerdo un poco mi labio inferior.

Ambos nos quedamos mirando a los ojos, él teniendo una expresión seria, sin dejarme ver algún índice de lo que esté pensando.

Procuro abrir la boca e intentar soltar alguna palabra aunque sea en balbuceo, pero ni un sonido sale, abro y cierro los labios, hasta dejarlos en una línea fina. Miro a nuestro alrededor, aquí sí tenemos miradas un poco más curiosas que afuera.

Como no quiero tener esta conversación en medio del camino y espectadores. Agarro su muñeca sin aviso y una confianza abrasadora para arrastrarlo conmigo a una zona alejada. Este es un pequeño campo que tiene la universidad con varios árboles considerables, lo titulan el lugar natural parecido a un parque para refrescar la mente del universitario estresado.

Bien, no lo titulan así, pero muchos se refieren a este lugar de esas maneras.

Cuando nos hallamos detrás de un árbol, casi ocultos a la vista de los demás, lo encaro con una pregunta en voz baja. —¿Estás molesto o algún sentimiento semejante? —Aunque debería hacerlo, no me atrevo a mirarlo ahora.

De pronto siento el tacto de su mano en la mía para quitarla con suavidad de su muñeca. Él se cruza de brazos y podría decir que siento su mirada perforando mi rostro.

—En realidad no. —Ante esa respuesta, elevo las pupilas de sopetón, alzando las cejas y agrandando un poco los ojos, los muevo en ambos suyos, queriendo saber qué está pensando, pero se mantiene como lo usual, serio.

—¿En serio?

Asiente con una ceja arqueada. —En primer lugar, ¿por qué habría razón de sentirme así?

Buena pregunta. —Yo... Um —el balbuceo no tarda en llegar, vuelvo a carraspear ya molesta conmigo misma por mi actitud—, pensé que te molestarías, decepcionarías o lo que sea semejante, por aquello que dijiste una vez. —El silencio se torna porque me quedo esperando a que él continuara, sabiendo a lo que me refiero.



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En el texto hay: amorjuvenil, universidad, mensajes

Editado: 31.08.2021

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