Doctor Sánchez

1

Rachel.

 

¡¡Amanecí en la habitación del doctor ogro!! 
*** 
Desperté con los rayos del sol que se colaron por el ventanal; me percaté de que me encontraba en una inmensa y lujosa habitación que jamás había visto, mis ojos se pasearon hacia abajo, vi en el suelo el vestido de mi hermana, el que me puse anoche, para salir a una discoteca a celebrar mi cumpleaños, también vi mis zapatos de tacón. 

“¿Dónde estoy?” 

Me pregunté. De repente escuché un ronquido, casi me caigo de la cama del susto cuando volteé a mirar y vi a un hombre con su cuerpo como Dios lo mandó al mundo, de inmediato lo reconocí, creí que estaba soñando. 

“¡¡Doctor Sánchez!! 

El doctor Sánchez es el jefe del área de cardiología Infantil del hospital en qué trabajo como enfermera, no solo es el jefe, el doctor Sánchez es el hombre más odiado por todos por los empleados del piso siete del H&SJ, desde las mucamas como todo el personal de enfermería lo detestan, es que el tipo es un patán y un ogro con todo el sentido de la palabra, además de que es un clasista y un rompe corazones; no sé qué le ven algunas mujeres que se han enamorado de él, como la doctora Grace Taylor, la pobre aún sigue tragada mientras que él hace como que jamás sucedió nada entre ellos.  

Él es todo lo que es inaceptable para mis compañeras y para mi, algunas hasta le han hecho brujería para que se vaya, pero las brujas han dicho que está blindado, que nada le afecta. Debo confesar que no creo mucho en esas cosas del mundo sobrenatural. 

Rápidamente procuré recordar la noche anterior para intentar explicar cómo llegué a estar en esta situación tan intensamente incómoda. No podía negar la realidad, me había acostado con el doctor ogro.  

Me levanté despacio, no quería despertarlo, me daba horror solo al imaginar que ese hombre abriera sus ojos y me viera en su cama, tenía esperanzas de que al igual que yo, no recordara lo que había pasado entre los dos. 

Puse mis pies sobre la pequeña alfombra al lado de la cama, luego en el frío piso de mármol.  

Me cuidé tanto de no hacer ruido, que no me percaté de que en el suelo había uvas y pisé una, de inmediato resbalé, caí tendida como un renacuajo al suelo, me ardio la piel del estómago con el impacto. 

“diablos”  

Me dije por dentro, acaba de hacer mucho ruido, sobre todo cuando un quejido escapó de mi garganta, aunque no había sido tan fuerte como para despertar al doctor ogro. 

Miré las uvas regadas por el suelo, la imagen Me hizo tener un flashback, en mi mente se iluminó un recuerdo de la noche que pasé con el doctor, ambos íbamos en el asiento trasero de un auto comiendo uvas y riéndonos como si fuéramos el par de seres más felices del mundo, recordé que el doctor con esa actitud feliz y sonriente me había parecido muy guapo y atractivo.  

Es evidente que estaba embriagado tanto como yo, solo el licor pudo causar este desastre que espero que no pase de aquí. Anhelo con todas mis fuerzas que el doctor Sánchez no recuerde nada de lo que pasó.  

Me levanté despacio, intentando no hacer ruido, no sé por qué me dio por voltear a mirar hacia la cama, el corazón casi se me sale del pecho, mis mejillas se ruborizaron al ver al doctor sentado con sus grandes ojos color ámbar puestos sobre mí, estaba perplejo.  

Me miró a lo largo de todo mi cuerpo, de arriba abajo, estaba tan sorprendido, vi incredulidad en su expresión, o tal vez era negación, de seguro creyó que estaba soñando.  

Para agregar más drama a esa incomoda situación, mis ojos actuaron como escáneres sobre él y miré su cuerpo sin ropa más de la cuenta, no lo hice con mala intención, no sé ni por qué lo miré con tanta curiosidad; después quise gritar y desaparecer de ese lugar.  

Hubo varios segundos de silencio en que solo nos miramos, se supone que él debía hablar, decir algo o echarme de su habitación, pero estaba abismado, su habitual expresión de enojo a la que yo estaba acostumbrada a ver en la clínica, no apareció entonces, en ese momento parecía un hombre como cualquier otro, y estaba muy sorprendido al verme en su habitación.  

Me percaté que sin su expresión de enojo se veía muy guapo, jamás había notado sus características físicas, tiene un rostro hermoso, el pecho bien fornido, sus brazos son grandes y fuertes, todo un semental deseable pero inalcanzable, y yo, —Rachel Miller pasé la noche con él—, eso pensé con orgullo por dentro, de repente me reproché, no podía creer que esos pensamientos me pasaran por mi mente, ¡diablos! Estaba fascinaba y a la vez asustada, ese hombre en algunas horas volverá a ser el ogro de siempre, y yo no era una damisela que pudiera cambiarlo o convertirlo en un príncipe encantador, tampoco estaba interesada en hacerlo, solo quería desaparecer de aquel lugar y que jamás nadie mencionase esa noche. 


 




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