Doctor Sánchez

7

 

Damián  

Regresé a mi casa, Lana ya estaba dormida, de todas maneras fui a su habitación, no podía irme a dormir sin despedirme de ella, no me gustaba dejar pasar el día sin despedirme como se debía de mi hija… creo que eso se debía a que en mis adentros persistía un sentimiento de culpa. Antes de que mi esposa muriera, habíamos tenido problemas por varios meses, discutíamos a cada rato, no nos entendíamos, yo tenía mis velas siguiendo el viento que mejor me parecía, mientras que ella perseguía otros objetivos. 


No puedo decir quién tenía la razón, lo único que sé es que si su muerte resultara ser un sueño, un horrible sueño, la abrazaría y la seguiría a ella a donde quisiera, lo dejaría todo por estar con mi esposa, mi hija y ser muy felices; le llevaba la contraria, pero la amaba como nunca he amado ni amaré a otra. 


Besé la frente de mi hija y acomodé su manta; dejé encendida la lámpara de la cómoda al lado de su cama, luego me fui a mi habitación.  


Necesitaba un baño tibio para relajarme, puse a llenar el jacuzzi, mientras tanto comencé a quitarme la ropa, empecé por la camisa, luego el pantalón y todas las demás prendas. 


Había frente a mí un espejo, el cuál cubre una de las paredes laterales de la inmensa sala de baño, vi el reflejo de mi cuerpo sin ropa, de repente recordé a Rachel, en la mañana la vi desnuda e indefensa, no sé como describir su belleza y su piel aterciopelada. Suspiré al recordar lo delicioso que se sentía su cuerpo pegado al mío como si fuéramos un solo ser.  


Mordí mis labios deseando tenerla entre mis brazos, de repente apreté mis puños deseando tener otro encuentro. Pero suspiré e intenté abandonar esa idea.  


Me metí al jacuzzi y me sumergí en el agua tibia, luego tiré mi cabeza hacia atrás, pensé en lo bien que me vendría un trago de coñac, o tal vez un whisky, no acostumbro a beber licor más de un día ala semana, me debo a mi profesión, pero ese día lo necesitaba de verdad, desee con todas mis fuerzas salir de mi casa. 


Decidí salir y fui al bar que suelo visitar. Me senté en la barra y pedí un vodka, después saqué mi celular y llamé a Fabricio, necesitaba hablar con alguien, aunque no debería haberme  preocupado tanto, Rachel no se notó interesada en mi, tampoco mostró interés en contarle a sus amigos. 


«¿De verdad piensa que me sentiría orgullosa contándole a mis amigos que borracha me acosté con el ogro?! » 


Esas fueron sus palabras, podría decir que esa enfermera me despreciaba, al igual que su compañera, por eso me apodaron el ogro. Me importó un pepino lo que pensaran de mí.  


Fabricio atendió mi llamada y fue al bar, tardó casi media hora en llegar, mientras tanto yo bebí un par de tragos, tampoco tenía pensado embriagarme de nuevo. 
—¿Qué sucede?  


Preguntó Fabricio, le conté todo lo que sucedió, incluyendo que había llevado a la señorita Rachel a mi casa. 


—¿Mi madrina la vio?  


—Todos la vieron, hasta Lana. No sabes como fue de incómodo, mi tía prácticamente la obligó a desayunar con nosotros. —Fabricio puso serio su rostro y se quedó callado por un momento, después me preguntó: 


—¿Y Rachel qué dijo? Digo, la señorita Rachel. —resoplé. 
—Supuestamente ella está consternada con todo esto. —él frunció el ceño. 


—Consternada, por favor, está claro que lo planeó, se aprovechó de ti porque estabas pasado de copas. 


—Tampoco soy un niño, ella no me puso un revólver en el pecho y me obligó a hacerlo.  


—Pero de verdad te acostaste con ella? 


—Sí, la llevé a mi casa, la metí a la habitación donde dormía con mi esposa y le hice el amor a la enfermera.  
—Deberías echarla del hospital. 


—Los dos llegamos a un acuerdo, esto no saldrá de nosotros, solo tú lo sabes. 

Rachel. 

Al otro día tuve que presentarme de nuevo a trabajar, suspiré hondo antes de bajar del ascensor en el piso siete, sentí como mi corazón se aceleró dentro de mi pecho, rogué a Dios porque el doctor Sánchez no estuviera merodeando por los pasillos, lo que era inevitable cuando él llegara más tarde a hacer su ronda de la mañana con todos sus pacientes.  


Fui a la sala de descanso de enfermería y me puse el uniforme y me preparé para empezar la jornada. Cuando fui a control, Allison me dijo: 


—El doctor Fabricio te estuvo buscando hace rato. 


—¿El doctor Fabricio? 


—Si, dijo que necesita hablar contigo, vaya a su consultorio en emergencias. 
Suspiré en silencio. 


—Pero tengo que empezar mi trabajo, mejor iré después. 


—El doctor dio la orden de que vayas a su consultorio, ¿Acaso no vas a obedecer? ¡Vaya!  


Me habló en tono imperante, de mala gana fui al ascensor y bajé al área de emergencias, caminé el pasillo, de pronto lo vi, era el doctor Fabricio, me miró con ojos de león cazando a su presa, me detuve por un momento, realmente no deseaba hablar con él, entonces me di la vuelta y comencé a caminar hacia la salida, él corrió tras de mí y me agarró del brazo, no le importó que alguien nos viera, por suerte a esa hora todos estaban atendiendo a los pacientes, no había nadie en el pasillo. 




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