Damián.
Ya era de mañana, desperté después de haber dormido solo un poco, pasé gran parte de la noche pensando en ella, en Rachel. Diablos, me dije en mis adentros que no debía dedicar tanto tiempo de mis pensamientos a ella; también me pregunté ¿por qué no podía simplemente olvidarla como a todas las demás? no son pocas las que han pasado por mi vida sin dejar ninguna marca; pero con ella mi cuerpo y mi cabeza no querían soltar cada recuerdo, podía oír su risa, sentir sus caricias, el brillo de sus ojos mirándome como si yo fuera el hombre más importante de su vida.
Me quité la manta y descubrí que mi cama estaba húmeda, allí supe que mientras dormía mi cuerpo respondió a los sueños que tuve con ella, no sabía si eran sueños o recuerdos que se repitieron una y otra vez, haciéndole el amor a esa linda enfermera.
Me fui al baño, rápidamente me metí en la dicha, el agua comenzó a caer sobre mí cabeza, ojalá se hubiera llevado el cúmulo de pensamientos que tenía. Sentí rabia y me dije en mis adentros:
“Me gusta esa mujer, aunque pretendo no demostrarlo, no voy a enredarme con ella, no quiero a otra Grace en mi vida”
De pronto llegó a mi mente lo que ella dijo en el ascensor:
«¿De verdad piensa que me sentiría orgullosa contándole a mis amigos que borracha me acosté con el ogro?! »
Sentí enfado al recordar esas palabras, había menosprecio en su tono de voz, como si yo fuera un insignificante hombre del que debería sentir vergüenza.
Luego me dije:
“Se cree superior a mí, pero solo es una insignificante empleada de mi hospital, ella no significa nada y le estoy dando más importancia de lo que se merece; pero voy a cortarle la cabeza a esa serpiente que atormenta mis pensamientos, sé muy bien cómo voy a acabar con esto, esta noche saldré con alguna amiga y le haré en la cama las mismas cosas que le hice a esa enfermera, así se me quitará esto que no me deja dejar de pensar en ella.”
Me alisté para salir, escogí el primer traje que encontré en el armario, luego peiné mi cabello como de costumbre y me apliqué el perfume. Después bajé al comedor y saludé a papá y a mi hermana, ellos ya estaban en el comedor, papá estaba leyendo el periódico en su tablet mientras llegaba la hora de desayunar.
—Buenos días.
—Buenos días. —Respondieron.
—Hijo ¿dormiste bien? Es que se te ve pálido el rostro.
—Me desvelé solo un poco, pero estoy bien.
Mi papá también es médico, sabe muy bien que en ocasiones no descansas como debería, es normal que eso suceda en nuestra profesión, pero a papá en realidad le preocupaba que yo volviera a sufrir de insomnio como hace un par de años, después de que pedí a mi esposa, desarrollé ese trastorno, que perduró por meses, también dejé de comer, me volví como un zombi, solo caminaba de aquí para allá, mi vida había perdido sentido, dejé de ser yo, mi alegría se esfumó, todo me parecía una pérdida de tiempo.
Fue por Lana decidí ir a terapia, en medio de mi oscuridad un rayo de luz me hizo reflexionar, mi hija había perdido a su madre, ella necesitaba de mí, desde entonces me puse de pie emocionalmente e inicié mi terapia… vivo por mi pequeña, ella es la razón de mi existencia, jamás me cansaré de decirlo, ella es mi alegría, ella y mi profesión sin mi norte.
Las horas que dedico a mi trabajo me ayudan a sobrellevar mi vida. Aparento ser fuerte delante de los demás, pero por dentro soy un frágil jarrón que ya una vez se quebró en mil pedazos, pero qué el terapeuta logró unir cada parte, una a una, me vivió a dar forma… pero soy un jarrón incapaz de ser el mismo de antes, ya no soy, no pienso y no funciono igual.
Mi tía llegó casi enseguida con Lana, lo que no era nada extraordinario, así eran las rutinas en casa, éramos una familia predecible… lo único distinto que había sucedido en años, fue lo que hice cuando llevé a la enfermera a mi casa, por eso papá y mi tía no me creyeron que ella era novia de Fabricio, yo sabía que ellos estaban esperando el momento para confrontarme con mis propias mentiras, anhelaban verme enamorado de otra mujer que no fuera mi difunta esposa, pero yo simplemente no podía.
Después llevé a Lana al colegio, la acompañé hasta la puerta, me incliné un poco y le di un abrazo con ternura.
—No olvides que papá te quiere. —Ella puso la misma sonrisa de su madre, pues se parece mucho a ella.
—Yo te quiero más.
Me dio un tierno beso en la frente, luego se marchó adentro, yo suspiré, agradecí al cielo una vez más porque Lana se salvó en ese accidente donde su madre murió.
Después regresé a mi auto y conduje hacia el hospital.
Rachel.
Estaba tan furiosa cuando me alejé de Fabricio, el doctor Sánchez había intentado hacer que me despidieran, como si todo hubiese sido solo mi culpa, pero él también tenía responsabilidad en todo esto. Las puertas del ascensor se abrieron en el piso siete, bajé de este.
En control pregunté si el doctor Sánchez ya había llegado.
—Si, está en su consultorio.
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Editado: 31.07.2024