El arte de amar.

Capítulo 25

POV IAN:

 

Los papeles que tenía al frente de mi me confirmaban cosas que yo sospechaba hacía un buen tiempo, mi amigo había tardado tiempo en recoger todos los datos que yo necesitaba, aún así, aquellos ya estaban en mis manos confirmando lo que yo hacía un buen tiempo sabía.

 

—Gracias, Hall —dije— Los papeles ya están todos aquí.

 

Hall desde el otro lado de la línea trató de explicarme a fondo algunas cosas, pero realmente ya no lo estaba escuchando, mi mente estaba muy ocupada imaginando como sería la muerte del padre de Isabella. —Realmente deseaba asesinar a ese cretino—, él siempre había sabido la verdad y es por ello por lo que trataba a Is como le daba la gana... Él sabía que no era suya, él entendía que no era su jodida hija y por ello la detestaba hasta más no dar.

 

En la primera hoja del archivo que Hall me había enviado, se veían nombres, fechas y horas en donde la madre de Isabella había salido varías veces del país, para ir directamente a Inglaterra. En su paso por el Reino Unido, mi amigo logró extraer información de ella quedándose constantemente en la mansión de un millonario de apellido; Dargolds.

 

En la hoja siguiente, se ponían fotografías del sujeto y no pude evitar maldecir en voz baja cuando el cabello rojo y rostro pecoso del millonario logró recordarme a mi chica... Yo no debía ser muy inteligente para saber lo que estaba sucediendo ahí.

 

En otras partes, Hall me había enviado fotografías de nombres de hoteles y clubs en donde al parecer, la madre de Isabella siempre frecuentaba, todos aquellos pertenecieron en algún momento al mismo pelirrojo, el cual deduje que sería el padre de Is.

 

Hall era muy bueno con la información, no sabía cómo le había hecho, pero la cuestión era que yo tenía todas esas verdades en mis manos y gracias a ellos, al menos lograba entender un poco más todo lo que rodeaba a Isabella.

 

En la última página del archivo, se veía una historia clínica que había sido firmada por la madre de Isabella, en donde ella pedía exclusivamente no hacerle pruebas de sangre a la niña, varios casos más fueron expuestos ahí, como el hecho de que nadie era capaz de donarle sangre a Is, a excepción de su madre...

 

Leer aquellos detalles no me sorprendió para nada, ni de cerca, siendo sincero, siempre había pensado que había algo raro en aquella familia y no simplemente por el hecho de que Is se viera distinta, sino más bien por el rencor e ira que existía hacia la joven pelirroja.

 

Nada podría explicar el abuso que existía y existió hacía Isabella, ni siquiera el hecho de que ella fuese de otro hombre. Nada podía jamás justificar el dolor que ellos la hicieron padecer...

 

Thomas Dargolds.

 

Ese era el nombre del verdadero padre de Isabella, un padre que había sido asesinado misteriosamente un año después del nacimiento de Is.

 

Tenía muchas cosas en mí cabeza, claramente necesitaba hablar con Isabella y mostrarle lo que había sucedido, aún así, aquello no era del todo posible en ese momento, no cuando ella no quería volver a verme nunca más.

 

Un mes había transcurrido desde la última vez que la vi, un mes lleno de ansiedad y desespero, un mes que logró demostrarme que, a la hora de la verdad, yo ya no era nada sin ella. Ya no.

 

Aun podía recordar con exactitud como había sido la dolorosa mirada que ella me había regalado después de escuchar a Ágatha, en sus ojos marrones presencié el desconsuelo y el dolor, un dolor que yo mismo provoqué.

 

No había ni una sola palabra que lograra calmar mi eminente culpa, cuando le escribí aquella carta a ella, lo hice con toda la intención de hacerle saber cuánto la amaba, sin importar si al final, no llegaba a perdonarme por ser un completo imbécil.

 

Miré de nuevo los papeles y pensé muy bien cuál era el paso que debía hacer, probablemente podía comunicarlo todo a Blake, sin embargo, dudaba mucho que él quisiera verme, no después de la última llamada en donde había amenazado con matarme por cabrón.

 

Tomé otro poco de mi bebida, a tiempo que la puerta de mí oficina se abría y tras de ella aparecía Kenji viéndose casualmente.

 

—Hey —me saludó en voz baja— ¿Todo bien?

 

Asentí y cerré todos los archivos que tenía sobre la mesa.

 

—Diego y yo iremos a su apartamento y pediremos algo para comer... ¿Por qué no vienes con nosotros?

 

Negué sin decir mucho.

 

—Vamos Ian, llevas más de un mes sin hacer nada aparte de trabajar, ya necesitas un descanso, necesitas superar lo de...

 

Él se cayó abruptamente.

 

—¿Isabella...? —sonreí tristemente.

 

Todos a mí alrededor evitaban decir el nombre de la pelirroja, todos creían que, si yo escuchaba su nombre, perdería la cordura o la razón.

 

—¿Por qué no vamos a divertirnos?, probablemente ella se está divirtiendo sin ti, es joven y te olvidará apenas pueda.

 

Mi corazón dolió fuertemente al escuchar sus palabras, pero entonces, yo sonreí con más fuerza.

 

—Ella puede hacer lo que quiera, ya no estábamos realmente juntos.

 

—No, ya no lo están.

 

Y eso dolía como nunca, el extrañarla a ella me estaba dejando sin oxígeno, sin vida, sin nada...

 

—Ágatha vino a buscarte hace rato, insistió en hablar contigo, pero le dije que no estabas.

 

—Bien, ya no estoy para ella —respondí frívolamente.

 

Ya no quería volver a saber nada de ella, no después de lo que le hizo a Isabella, no después de lo que me hizo a mí. En ningún momento pensé que su ira y celos la harían actuar de aquella manera tan odiosa y cruel.

 

Diego siempre había tenido razón; Ágatha era una condenada víbora.




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