Una tarde, Milena alimentaba a Gijí luego de limpiar una a una sus blancas alas, cuando llegó un hombre a golpear la puerta del Castillo. Era fornido y alto pero a la vez sucio y mal vestido y cargaba una expresión de mucho enojo en la cara. Cuando Hoseok, al recibirlo, le preguntó qué deseaba, éste respondió con un fuerte empujón, gritando «¡Milena!». Al escuchar su nombre, la muchacha salió del vestíbulo con la paloma en la mano, mientras el Marqués escondido en su Sótano de Alquimia no se enteró de nada.
— ¡Padre! —La sorpresa de Milena era enorme.
— ¿Sabes cuánto tiempo llevo buscándote? Me informé hace poco que te habían robado estos bandidos del Castillo. ¿O tú decidiste dejarme?
— No te he dejado, es solo que quise tener una oportunidad...
— ¿De qué hablas?
— De la que nunca me diste, una oportunidad para salir al mundo y comprobar que servía para algo... ¿Sabes el miedo que me daba quedar encerrada allí para siempre?
— Ya nadie me cocina, nadie me atiende... ¡Mi cama está deshecha hace meses! Por eso vengo a buscarte.
— Claro, es la única razón por la que me necesitas.
— Tu vas a volver, ¡Ahora! —gritó el padre.
— No, ni lo pienses —respondió y para reforzar su respuesta dió media vuelta y se dirigió a la biblioteca. Como era de suponerlo, el leñador la siguió.
— No te pregunté sino te dí una órden: volverás.
— Soy mayor de edad, papá, no lo olvides. Y ya sal del Castillo. Si te ven aquí, me meteré en problemas.
La mirada del hombre echaba chispas de rabia y se abalanzó sobre el cuerpo de su hija. Al moverse para esquivarlo, Milena soltó de sus manos a la paloma y al instante Gijí se encontró presa en dedos desconocidos.
— ¡Gijí! ¡No! —gritó Milena.
Pero ya era tarde, su padre estrangulaba con ferocidad el frágil y pequeño cuello blanco. Cumplida esa tarea, abandonó el Castillo entre amenazas murmuradas, dejando el cadáver de Gijí en el suelo y a su hija hecha un mar de lágrimas. No solo lloraba por el animal, a quien había tomado afecto, sino por el Marqués; ¡Éste se pondría tan triste! Y por si fuera poco, no volvería a confiar en ella. Si no supo cuidarle lo más preciado ¿Dejaría de quererla y la culparía?
Al enterarse el Marqués de lo sucedido, cayó en depresión. Gijí era lo que más amaba y no encontraba consuelo para su muerte. Se encerró en el Sótano de la Alquimia y juró no salir jamás de allí. Los sirvientes supusieron que que tal actitud sería pasajera, que el duelo del Marqués no duraría eternamente. Los primeros días Hoseok le llevaba al subterráneo ropa y comida, que él mantenía intacta, ignorando por completo la presencia de su mayordomo. Hasta que una noche Milena se ofreció para hacerlo ella misma. Había terminado de comer un suculento jabalí a las brazas con manzanas asadas y esperaban sentados a la mesa de la cocina que SeokJin preparara el café.
— Tú ni sabes en qué lugar del Castillo se encuentra el Marqués —contestó Hoseok, despachando la idea.
— Te equivocas, Hobi, lo sé todo. Y conozco el Sótano como la palma de mi mano.
Como a Hoseok no le salió la voz de pura sorpresa, Kim SeokJin comentó entre dientes: «Qué rara nos salió esta criatura, no tiene nada que ver con las otras...»
— Extraño al Marqués. Ya me había habituado a su compañía... Quizás a el le suceda lo mismo y me permita entrar.
Historia original:
El Cristal Del Miedo (Marcela Serrano)
Primera edición: 2002