Hicieron la prueba, nerviosos los tres de los resultados de tal audacia. El primer día el Marqués no miró a Milena, como si no la hubiese visto. El segundo día, distraído, tomó un poco del pan que traía la bandeja. El tercer día se comió casi toda la comida que contenía el plato. Ya al cuarto día, le pidió a Milena que le leyera unos párrafos del libro que yacía en el suelo, a su lado.
— ¡Gané, gané! —llegó a la cocina gritando Milena, su alegría la desbordaba
— Ya acabó el duelo, bendito sea nuestro señor Kim NamJoon —Rezó Hoseok—. Mañana volveremos a la normalidad. Saldré a hacer unas investigaciones, ustedes dos se quedarán a cargo de la casa.
Maldita tarde aquella en que Hoseok decidió salir a hacer sus investigaciones. SeokJin dormía de espaldas la siesta, arriba de la mesa —su lugar preferido— cuando Milena, sumida en la lectura de un libro desde su rincón al lado de la estufa , escuchó pasos y susurros desconocidos. Atento el oído, siguió los pasos hasta dar con ellos en una de las habitaciones más grandes del Castillo, destinada solo a guardar y exhibir collares. Antes de la depresión, el Marqués en persona cerraba la puerta de acceso todas las noches poniéndole un candado. Desde que se encerró en su Sótano de Alquimia no había querido entregar las llaves a Hoseok para que el lo hiciera, y el cuarto llevaba varios días abierto.
A pesar de que Milena era una muchacha valiente, casi se le escapa el corazón del pecho al ver dentro de la sala a cuatro hombres, todos con pelos hirsutos y vestidos con largos abrigos negros, a quienes reconoció de inmediato como los amigos de su padre: Los Hermanos Cuervo . Esta era una Banda muy famosa en el pueblo porque les gustaba pelear, fanfarronear y odiaban hacer el trabajo común y corriente de sus paisanos. Lo más asombroso era que no venían en su busca, no, lo que hacían era revisar las etiquetas de los collares mientras conversaban entre ellos. No parecían tener mucha prisa.
— ¿Se acuerdan hermanos, cuando el miedo agarró a Jimin? El pobre, desde que nació le ha temido tanto a la oscuridad, pero nadie sino nosotros lo sabíamos. Imagínense, ¡Un hombre grande con esos sustos!
— Si, recuerdo. Andábamos los cuatro por los potreros una mañana cuando le cayó una nube negra encima. Nadie la veía más que él, y gritaba y gritaba, todo negro, la sombras lo abrazaban y no lograba salir de esa negrura.
— ¿Y cómo nos enteramos de que la culpa era del Marqués? Lo he olvidado.
— El viejo del bosque... Ese viejo de mil años... Él nos contó la historia antes de morirse, se lo había relatado a él su abuelo. Al principio no le creímos.
— Hasta esa noche en la que Kook despertó aullando, cuando sentía que los escarabajos le comían la nariz. ¡Nunca he visto a nadie chillar de esa manera!
— Es que he vivido con ese terror desde que nací, y estaba seguro que los escarabajos eran de verdad,yo los veía...
— Entonces le creímos, al viejo del bosque, sí, solo entonces. Y juramos que nos vengaríamos. ¡Claro que lo juramos!
Una voz triunfante los interrumpió desde la esquina de la habitación, era de YoonGi, el mayor de los Hermanos Cuervo, que no participaba en la conversación de los otros.
— ¡Los encontré! ¡Aquí están! YoonGi, Jimin, Taehyung, Jungkook. Jimin, agarra el tuyo —dijo mientras desprendía del muro un collar del color del zafiro con incrustaciones de un cristal parecido al rubí y una piedra negra—. Tae, aquí va, toma. —Otra piedra de color esmeralda—. Kook —dijo, sacando el tercero de cristal naranja mezclado con rojo, y otra vez una piedra negra—. Ah, ¡Aquí está el mío! —El collar de YoonGi era de un color muy extraño, confeccionado con lo que el Marqués llamaba «Cristal del bosque». Era de un color verde oscuro atravesado por líneas de verde claro, algunas de sus partes lucían transparentes y otras casi negras. Este cristal era único,lo cual significaba que el miedo de YoonGi era inusual, de esos miedos profundos que nadie siente. Efectivamente, Milena recordaba que YoonGi, como líder de sus hermanos, era diferente a ellos y sin duda era de todos el más malvado. Y como ya tenía experiencia en collares, espiando desde el principio su confección, reconoció en éste un collar distinto de los demás. Tampoco ostentaba, comparado con los otros, una piedra negra, como si no le necesitara.
Historia original:
El Cristal Del Miedo (Marcela Serrano)
Primera edición: 2002