El Expediente Secreto de 1980

XVII - Fugitivo

No demoraron en llegar las noticias por medio de la transmisión radial. Al menos tres vehículos de la policia se unían en la persecusión zonal. No obstante, el corredor evadió los intentos de bloqueo y no contaba con una patente para identificarlo. Se describía como un Chevrolet SS Azul marino de los 70’s con dos franjas negras encima de la carroceria y en el mismo se hallaban dos individuos.
Los intentos no sólo fueron ineficaces ante su conducción temeraria, sino que provocaron accidentes con vehículos civiles. Aunque no se llegó a heridas de gravedad, el posible victimario habría logrado fugarse.

La van de la DDI no demorró en llegar a la clínica, junto a otros automóviles del destacamento policial. Se disponían a investigar la ambulancia mientras Artemis y yo permanecíamos en el Ford Falcon oyendo la radio con atención. Por otra parte, la policia científica procedió a transportar el cuerpo del cadáver para su posterior autopsia y los datos comenzaron a ser derivados a los detectives del caso por una transmisión privada.
Logré divisar a Belén Palacios que se encargaba de entregar el dogo a la pareja de ancianos, mientras que Ricardo Pétrico decidió ingresar a la clínica, seguido por sus 5 peritos, al tiempo que se procedía a cortar todos los accesos a las calles y hacer la meticulosa investigación de las huellas en la ambulancia.
El magistrado Salazar se acercaba a paso calmo desde la esquina, portando consigo el expediente. En tanto, se oía interferencia desde la radio. Por lo que guardamos silencio absoluto y tomé la birome para novedosas anotaciones en el bloc de notas.

– El damnificado, a simple vista, presenta hematomas en brazos, tórax, axilares y maxilar inferior. Posee la piel marchita, el cuerpo aparenta estar algo encogido, los músculos se encuentran endurecidos y de los labios sobresale espuma. Además se ha podido advertir el derrame de líquido de sus orificios y los ojos tan sobresaltados que, sin lugar a dudas se le puede adjudicar a una sobredosis de sustancias a investigar, como causa del desceso. Procederé a hacer la autopsia para brindarles mayor información y, por medio del testeo de ADN y el análisis de antecedentes podremos constatar de quién se trata, cambio y fuera –

Los hematomas sugerían una rebeldía por parte del paciente al ser abruptamente envenenado sin consentimiento. Procedí a hacer registros y, de repente, el conductor al volante me observó, antes de decidir retirarse de la escena.

– Cadete. Esas notas deberían formar parte del expediente –

Su comentario se oyó tan vivaz, que siquiera advertí la llegada del magistrado Salazar. Quién constestaba:

– Ciertamente –

Y aunque venía manteniendo la calma, respondí: – ¿Qué expediente? –
Alerté, luego, como el juez cruzaba miradas con el Inspector Federal y, repentinamente, Artemis se ofreció a llevarle al juzgado. El señor accedió con calma y guardé silencio.
Desde fuera se podía oir una intensa discusión entre los oficiales y el director de la clínica Galán, quién se protegía expresando que la ambulancia llevaba semanas extraviada y que los sucesos no estaban en su poder. Asimismo, desde un Mercedes Benz gris descendía un trajeado hombre con un maletín y un peinado impecable, engominado hacia los hombros.
En el camino saludó con gentilenza al magistrado Salazar, alzando su extremidad y pude escuchar la respuesta del mismo:

– Buenos días, doctor Izfarat –
Entretanto se dirigía en dirección hacia la clínica, contemplé el reloj de pulsera de oro que portaba.
Pétrico se hallaba consultando al director si había hecho la denuncia respecto al hurto de la ambulancia y, de pronto, el nuevo llegado interrumpió anunciando:

– Estos son asuntos confidenciales que él conversará conmigo en privado –
Asimismo, Ricardo Pétrico contestaba: - ¿Quién diablos es usted?

Con suma libertad, Izfarat, avanzó, guiando al sospechoso hacia el establecimiento. Siquiera parecía dispuesto a mediar conversación con el anciano. Quién despotricaba, señalando a la ambulancia y musitando: – Ha habido un crimen y se ha utilizado el utilitario de la clínica como transporte. Usted se está metiendo en la investigación –
Sin más rodeos, el aparente abogado le contestó: – Eso deberá ser probado en la corte. Siga con su trabajo oficial –

Lejos de desvaríos, Romeo Artemis procedió a poner en marcha el automotor y nos retiramos de regreso al destacamento. El juzgado se encontraba contiguo, por tanto todos nos dirigíamos hacia el mismo sitio.
Por mi parte, sentía que lo más indicado era comunicar algo y aproveché el silencio de ambos:

– ¿No te parece que deberíamos pasar por Avenida Montevideo? – Artemis, observándome de reojo, indagaba: – ¿Por qué, cadete? – Procedí a contestar: – Probablemente el culpable se haya dirigido a Industrias Fansma –

Al tanto del diálogo, el Juez Salazar intercedió, dejando el pesado expediente a un lado. – ¿Usted sugiere que el victimario se esconde ahí mismo? ¿Tiene pruebas al respecto? –
Mantuve el silencio unos segundos y Artemis, observándome con desdén me invitaba a seguir respondiendo.

– Solo se trata de una conjetura – Con soberbia, el magistrado reclamó: – ¿Acaso pretende que investiguemos una industria porque intuye, sin pruebas fehacientes, que esconden a un asesino? – Asentí sin dar más detalles e insistía: – ¿Es usted la candidata seleccionada como el detective para representar a la policía bonaerense? –

Nuevamente asentía, notando que siquiera utilizaba el artículo determinado «la» para dirigirse a mi como la inspectora del caso. Y con pesadumbre, el severo hombre persistía en el parloteo.

– Esto no es un juego de niñas, ni una telenovela que usted pueda inventarse en su cabecita, como para gestionar un operativo de investigación a una de las industrias más importantes de la región. ¿Sabe? –

De pronto, interrumpía Romeo Artemis y logró asombrarme por su resolución:




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