CAMIL.
Observó a Elsie, mi roomie y suelto una risita por como me mira. Tiene hora y media rogándome qué salgamos, pero esta noche pensaba disfrutarla de otra forma.
—Vamos Camil, mañana es fin de semana y es tu día libre ¿no? Vamos tenemos un mes que no salimos.
—Está noche quería pasarla más relajada, un pote de helado, palomitas y una peli.
—Eso lo podremos hacer después, mira que te hace falta una buena sacudida de cuerpo.
—¡OK! Tu ganas, ya me arreglo y nos vamos —Elsie salta de la emoción.
Tomo una ducha rápida y me arreglo para salir…
Llegamos al club escogido de esta noche, es un club exclusivo al que no entra cualquiera, pero nosotras nos las ingeniamos para entrar, ya saben: encanto de chicas.
Vamos a unas de las áreas y nos mezclamos entre las personas que están en el lugar. Y como vinimos a divertirnos es lo que hacemos.
—Es genial este club, ¿no lo crees? —habla Elsie casi a gritos.
—Sí, creo que se convertirá en uno de mis favoritos —digo tomando mi Martini.
—Salud por ello —alega Elsie.
Después de bailar otro poco más vamos a la barra por algo de tomar.
—No me lo vas a creer, pero dos chicos vienen con dirección a nosotras.
—Es obvio que vienen en dirección a nosotros, estamos en la barra Elsie.
—No, son los mismos chicos que no nos quitaban la mirada cuando estábamos bailando, no digas nada, ya están aquí.
—Buenas noches chicas, podemos invitarlas a tomar algo.
—Mientras no quieras echarle algo raro por mi no hay problema —digo sin temor.
—¡Camil! —reprende Elsie.
—¿Qué? No quiero terminar en la cama con ningún extraño —le susurro.
—No seas aguafiestas, solo dejemos que nos paguen algunos tragos y los despachamos luego.
—Tú te encargas —Elsie sonríe complacida.
—¿Qué toman? —pregunta uno de los chicos.
—Martini —responde Elsie.
—Dos martinis por favor —pide. —Andas sola o tienes compañía —lo miro. —lo pregunto porque no quiero tener problemas con nadie —le sonrió.
—Por ahora ando sola —digo cortésmente.
Empezamos una conversación algo incómoda, no quiero complicaciones con ningún chico. Pero de incómoda se volvió placentera, bailamos tomamos algunos otros martinis, hasta que ya se fue propasando, no se si eran los tragos que lo tenían así. Pero quería pasar los límites sin mi consentimiento.
—Te gustaría escaparte —susurra a mi oído, sus palabras me hacen arquear las cejas.
—Necesito aire fresco —le digo.
—Te acompaño, creo que yo también necesito —dice coqueto.
—Hablo de ir al baño.
—En el baño se pueden hacer muchas cosas, si gustas te puedo enseñar —niego.
—Ya vengo —anunció, tomó mi cartera y huyó de las garras de ese maniático.
Elsie está muy feliz con el otro chico, no le tocó tan irrespetuoso como a mí, respiro aliviada.
Lavo mis manos y mi rostro, salgo del baño y me detengo abruptamente al ver al tipo parado en el pasillo. No voy a irme con él, ni de chiste, puedo estar algo mareada, pero no me voy a ir con él.
Miro al otro lado del pasillo, puedo divisar qué este sigue a otra área, sin pensarlo lo sigo. Hasta salir a un pasillo donde dice área VIP.
Camino esperando qué nadie me note, miro hacia atrás por si alguien viene, vuelvo mi mirada hacía adelante, pero en ese movimiento chocó con una espalda ancha. Antes de dar de bruces al piso unas manos me atrapan. Mis ojos se quedan clavados al hombre que me mira con una intensidad que me quema hasta el alma. Su mirada es penetrante o al menos así lo creó.
—Lo sien…
Es lo único que logro decir, ya que los labios de la torre con la que acabo de chocar me besa, bueno las torres no tienen labios. Pero a mi parecer el hombre parece una torre.
Me atraganto con su lengua, jadeo por la embestida que me da con sus labios, creo que estoy besando a uno de esos hombres gigantes de la época griega. Sus brazos me rodean y me arrastran consigo, se separa de mí. Mi pecho sube y baja del impacto que he tenido.
Trato de ver el rostro del hombre, pero la luz tenue no me deja verlo.
—Eres mi acompañante —dice con voz autoritaria.
—Sí me besas de esa forma seré lo que tú quieras —¡Ay ya están haciendo efectos los martinis!
Le sonrió.
Vuelve a arremeter contra mis labios, mi cuerpo se estremece con cada movimiento de su boca sobre la mía. Sus manos atrevidas tocan partes que jamás me han tocado, excepto yo cuando me ducho. Aprieta mis pompas con sus manos y mis piernas se vuelven gelatinas.
Abandona mis labios y empieza a besar mi cuello, a este punto ya no voy poder resistirme más, la sensación nubla mis pensamientos y el deseo se apodera de mi cuerpo.
De un parpadeo me gira quedando contra la pared, toma mi cabello y gira mi cabeza hacia él me besa y sigue toqueteando, separa mis piernas y ahora si valí. Gimoteo por la sensación que produce cada toque en mí…
—Quiero escuchar mi nombre —exige con voz vibrante.
—No se quien eres —digo jadeando.
—Exijo escuchar mi nombre o no terminamos —vuelve a exigir.
—Sí lo supiera lo dijera —aprieta mi cintura y muerde mi hombro, lo empujó, pero no logro nada, solo que él me apriete más con más fuerza.
—Quiero que grites Gabriel.
—¡Gabriel! —gimoteo.
GABRIEL.
—Buenas días señor, ya me comunique con los suecos, arribaran en unas horas, ya envié el auto para que los recojan.
—Muy bien, encárgate de que lleguen bien y sean bien atendidos.
—Señor, tienen una petición —apartó mi mirada de los documentos y centró mi visión en mi asistente.
—¿Cuál es su petición?
—Quieren ir a un club nocturno —frunzo el ceño.
—Hazle un reservado y que alguien se encargue de llevarlos y cuidarlos —digo volviendo mi mirada a los documentos.
—Señor ellos quieren ir con usted —informa con cautela. —dicen que no harán negocios si usted no los acompaña —me retiró los lentes, y vuelvo a centrar mi mirada en Daniel.