El Hijo del Magnate

CAPITULO IX. UNA DECISIÓN

CAMIL.

—Ha si, y porque presiento que cada vez que estoy cerca de ti, parece que estás huyendo de algo o alguien —lo miro a los ojos esperando algún indicio qué me diga que él es el hombre del club.

—No señor, es solo que…

—Señor lo esperan para la reunión —interrumpe su asistente.

—Ya voy —me mira. —esta conversación no ha terminado, puedes retirarte —salgo de inmediato.

Dios, estuvo tan cerca, será que ya sabe de mi embarazo, no por supuesto que no.

Esto me está sobrepasando, siento que ya no puedo más tengo que encontrar una solución.

A la salida prefiero caminar para aclarar mi mente, no sé cómo es que he llegado a esto, en qué momento me perdí tanto, en qué punto mi vida cambió de esta manera, todo ha pasado en un abrir y cerrar de ojos.

Estoy en una batalla conmigo misma, con mi presente y con lo que me depara la vida para ese futuro incierto. No solo con mi pasantía, sino con mi embarazo, un secreto que apenas puedo soportar, cada día crece como un peso en mi alma que ya no puedo soportar.

La presión en el trabajo aumenta día a día, y Gabriel… Gabriel no ayuda. Su mirada inquisitiva y esa conversación me hace sentir como si supiera más de lo que dice. Pero ¿cómo voy a decirle que estoy embarazada? Peor aún, ¿cómo puedo decirle que sospecho que él es el padre de este bebé? Además no estoy cien por ciento segura de que sea él.

Suelto un suspiro cansado, tengo que tomar una decisión.

Ha pasado una semana de mi conversación con Gabriel, él no ha vuelto a llamarme y supongo que es porque está ocupado con lo de la nueva cuenta con Langston Holdings.

Para mi es mucho mejor porque he pasado desapercibida, además cada quien está ocupado en su labor.

En fin. Tengo una idea latente en mi cabeza, y de solo pensarla un nudo se forma en mi pecho y no hace más que apretarse a cada momento que pienso en ello.

No puedo dormir bien, no como bien, y los síntomas del embarazo empiezan a hacerse más evidentes. Cada vez que miro mi reflejo en el espejo, siento que me pierdo un poco más.

Estoy decidida a buscar una solución, ya no quiero seguir con el embarazo, un hijo me va quitar las posibilidades de cumplir mis sueños y metas. Tomo mi teléfono y sacó la tarjeta de la clínica que me dio la doctora.

La idea de un legrado había estado rondando en mi mente desde que asimile que estoy embarazada. ¿Qué futuro puedo ofrecerle a un bebé si ni siquiera sé si tiene un lugar en mi vida? Es una decisión que me asusta, pero me parece la única salida en este momento. No me hace feliz hacerlo, pero yo no quiero esta responsabilidad, no aun, se que no es culpable de nada, pero en estos momentos me siento imposibilitada para ser madre.

»—Perdoname bebé, pero no puedo traerte al mundo, no tienes culpa, la única culpable soy yo —pongo mi mano en mi vientre.

Solo tengo dos días para poder hacerme este procedimiento quirúrgico. Y voy aprovechar este fin de semana.

Hago la cita con la recepcionista y me dice que tienen un espacio para mañana en la tarde. Ya resuelto eso salgo de la habitación ya que he quedado con Elsie y unos amigos para ir al cine, sé que eso no me va distraer pero al menos lo intento.

Y como lo pensé ni siquiera pude concentrarme en la película.

—Camil, podemos hablar.

—Tiene que ser ahora, quiero descansar.

—Camil, me tienes muy preocupada, y tu madre también está muy preocupada por ti, dice que no le contestas las llamadas y sabes lo que significa eso.

—No le dijiste que estoy ocupada con lo de la pasantía.

—Sí pero dice que al menos debes sacar aunque sea una hora para hablarle.

—Tendré que llamarla.

—Camil, no me gusta verte así, dime que sucede, que te dijo la doctora.

—Todo está bien Elsie, solo estoy estresada con lo de la pasantía, no es fácil sabes, ahora estamos trabajando en una cuenta y bueno eso es un rollo. No te preocupes.

—¿Segura?

—Sí Ele —le sonrió.

—Está bien, pero si te sientes abrumada por tu embarazo aquí estoy no lo olvides, no tengo experiencia pero buscamos información.

—Lo sé —le doy un abrazo.

Voy a mi habitación y llamo a mi madre, en este momento no la quiero tener aquí, la amo muchísimo pero en este momento no tengo cabeza para lidiar con ella.

Al día siguiente a primera hora llamé a mi madre, hable con ella por largo tiempo, ya en la tarde le dije a Elsie que saldría y como sabia que tenia planes con un chico que está conociendo no pregunto mucho.

Al llegar a la clínica siento un vacío en mi pecho y en mi vientre, recorro con la mirada el local, la clínica es pequeña, discreta, casi impersonal. Las paredes están pintadas de un blanco que se siente frío, y las sillas de plástico en la sala de espera parecen un mal intento de consuelo.

Me registro en el mostrador, sintiendo cómo las lágrimas amenazan con traicionarme. La recepcionista me sonríe con amabilidad, pero sus ojos parecen vacíos, como si estuviera acostumbrada a recibir a mujeres como yo.

—La doctora estará contigo en unos minutos. Siéntate, por favor —me dice.

Me siento, abrazando mi bolso con fuerza, mientras mi mente corre en círculos. ¿Estoy haciendo lo correcto?

El tiempo pasa lento. La puerta de la consulta se abre, y una enfermera menciona mi nombre. Mi cuerpo tiembla mientras la sigo al interior del consultorio.

La doctora es profesional, amable, pero sus preguntas son directas, casi quirúrgicas:

—¿Estás segura de que quieres proceder con esto? No es una decisión fácil, pero es tuya —sus preguntas martillan en mi cabeza.

¿Estoy segura de hacer esto? ¿En verdad quiero hacerle esto a una criatura inocente?

—Sí… ¿estoy segura? —respondo y pregunto a la vez.

Mi voz sale quebrada apenas un susurro

Me cambio para empezar el procedimiento, me recuesto en la camilla, una bata apenas cubre mi cuerpo, miro el consultorio, y la realidad me golpea como un trueno. Siento el frío del instrumental a mi alrededor, y el sonido de las máquinas llenan el aire. Cierro los ojos, pero lo único que puedo imaginar es esa vida que crece dentro de mí.




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