"El jardín de los deseos secretos"

6

La clase de inglés había terminado. Todos los estudiantes se habían marchado, pero Maxim seguía sentado en su pupitre.

—¿Por qué sigues ahí? —preguntó Sonya—. ¿Acaso tienes alguna pregunta para mí?

Maxim se levantó y se acercó rápidamente al escritorio de la profesora.

—¿Recuerda —comenzó con seguridad— que le dije que quería aprender inglés a la perfección?

—Lo recuerdo perfectamente. Creo que podré dedicarte una hora los miércoles después de clase. Empezamos hoy.

—Gracias, Sofía Oleksandrivna.

Sonya regresó a casa más tarde de lo habitual, lo que preocupó a su tía.

—¡Por fin has vuelto! —exhaló Oleksandra aliviada—. Ya estaba preocupada, no sabía qué pensar. Tu móvil estaba apagado cuando te llamé. Nayk y yo estábamos a punto de salir a buscarte.

—Lo siento, tía. No debiste preocuparte —Sonya la abrazó con ternura—. No me di cuenta de que el teléfono se había descargado, por eso no respondí. Y me retrasé porque uno de mis estudiantes necesita clases adicionales. Así que todos los miércoles trabajaré con él, y llegaré a casa un poco más tarde.

—Está bien, hija —se calmó Oleksandra y luego preguntó—. Sonya, ¿estás contenta con tu nuevo trabajo?

—Sí. Y todo gracias a usted.

Después de la cena, Sonya subió a su habitación y se sumió en recuerdos de Anton. El dolor que no la había dejado en paz durante todo ese tiempo comenzaba, poco a poco, a desvanecerse. Estaba convencida de que su vida ahora estaría junto a su tía. Le gustaban tanto el trabajo en el jardín como dar clases en el instituto.

En su día libre, Sonya paseaba por el jardín, donde el otoño ya se hacía presente. Aquí y allá, las hojas amarillentas habían caído al suelo, cubriéndolo con una alfombra dorada.

—¡Sofía Oleksandrivna! —escuchó que alguien la llamaba.

—¿¡Maxim!? —se sorprendió al ver a su estudiante frente a ella—. ¿Qué haces aquí? ¿Pasó algo? ¿Cómo llegaste?

—Perdón por mi atrevimiento —dijo Maxim—, pero quería verla y preguntarle si de verdad tengo posibilidades de aprender bien el inglés. Porque quiero continuar mis estudios en la universidad después del instituto, y allí es necesario…

—Lo entiendo —lo interrumpió Sonya, tratando de ordenar sus pensamientos—. Tienes posibilidades. Si te esfuerzas, aprenderás bien el idioma. Pero tengo la impresión de que no viniste solo por eso.

—No se equivoca —Maxim se acercó más a su profesora—. Vine para decirle que usted me gusta no solo como profesora de inglés, sino también como mujer. Estoy enamorado de usted. Fue amor a primera vista.

—No digas tonterías. Creo que estás diciendo esto a propósito, solo para obtener una buena nota. Pero tus calificaciones dependerán únicamente de tu conocimiento, de cómo estudies el material —Sonya, por supuesto, no le creyó, aunque algo en su pecho se estremeció. Esbozó una sonrisa forzada.

—Le digo la verdad, la amo —insistió Maxim—. Sé que usted es profesora y yo solo un estudiante. Pero quiero que lo sepa: estoy enamorado de usted y ya no puedo ocultarlo. Pienso en usted a cada instante, a cada segundo.

Estaba tan cerca que ella podía sentir su aliento. Sonya pensó que debía retroceder, pero no logró dar ni un paso. Había algo en él que la mantenía en su lugar. El chico parecía seguro y tranquilo, lo cual la sorprendía.

De pronto, Sonya reaccionó, como si saliera de un estado mágico.

—Olvidaré tu atrevimiento, si a cambio prometes no volver a decirme nada parecido. Primero, tus palabras no significan nada para mí. Segundo, soy tu profesora y tú mi alumno, y entre nosotros no puede haber ese tipo de conversaciones.

—¿Y si yo fuera mayor que usted? ¿Y si no fuera su estudiante? ¿Entonces qué? —preguntó Maxim con esperanza.

—Nada —respondió Sonya con firmeza—. No volvamos a hablar de este malentendido.

—¿Y mis sentimientos? —Maxim la miró directamente a los ojos, que le parecieron tristes. Sintió el impulso de descifrar el misterio que escondían.

—Con el tiempo entenderás que no eran verdaderos sentimientos.

Maxim no dijo nada más. Sonya pensó que al fin la había comprendido. Se dio vuelta y se alejó en otra dirección.

En su vida, solo hubo un hombre que le había dicho que la amaba. Antón. ¿Por qué la muerte los separó?

Sonya rompió en llanto. Por culpa de ese Maxim, otra vez había recordado el pasado que tanto se esforzaba por dejar atrás.

Ante sus ojos apareció aquella escena de amor con Antón… ¡Qué dulces recuerdos! No solo era un amante tierno, sino también su amigo. Esa estrella que la guiaba en el camino de la vida.

Sonya hizo un gesto con la mano.

—Fuera, recuerdos… fuera… —susurró entre lágrimas.




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