La mansión estaba más oscura que nunca, como si la propia casa hubiese cerrado filas sobre sus habitantes, preparándose para la última batalla. Las sombras se alargaban y los ecos se multiplicaban en los pasillos, susurrando palabras ininteligibles que helaban la sangre de cualquiera que las escuchara. Victor, Emily y Sophie se encontraban en la gran sala, rodeados de los documentos, mapas y el viejo diario que Victor había traído consigo, cada uno absorbiendo la magnitud de lo que estaban a punto de enfrentar.
"Si entramos en el Núcleo, no hay vuelta atrás", advirtió Victor, su voz grave y decidida. Sabía que Emily y Sophie estaban aterrorizadas, pero también reconocía en ellas una fuerza que no había visto en generaciones anteriores de los Devereaux. "Todo lo que sabemos de la entidad proviene de estas páginas, pero no hay garantía de que estemos preparados para lo que realmente encontraremos ahí abajo."
Emily, con las manos temblorosas, sostuvo el diario y repasó la última entrada escrita con prisa y terror siglos atrás: "Solo un sacrificio puede sellarlo. El corazón del vínculo debe ser destruido... o se liberará para siempre". Las palabras resonaban en su mente como una sentencia de muerte. "¿Estamos seguros de que esto funcionará?", preguntó, su voz quebrada por la duda.
Victor asintió lentamente. "Es nuestra única opción. La entidad ha estado alimentándose del sufrimiento de nuestra familia durante generaciones. Si no la detenemos, romperá los últimos sellos y será libre. No solo nosotros estamos en peligro; todo lo que la mansión toca podría ser corrompido."
Sophie, que había permanecido en silencio, observaba el mapa del Núcleo, sus ojos enfocados en la serie de túneles subterráneos que se entrelazaban bajo la casa. Su mente no podía evitar volver a las visiones y pesadillas que la atormentaban desde que llegó a la mansión. Recordó a su padre, la figura espectral que había visto en el espejo, y a Eliza y Elisabeth, atrapadas en un ciclo de tormento eterno. Pero lo que más le preocupaba era la sensación creciente de que el tiempo se estaba agotando.
"Vamos a acabar con esto", dijo finalmente, con más determinación de la que sentía. "No podemos seguir huyendo de lo que nos persigue."
Victor lideró el camino hacia el sótano, el lugar donde se encontraba la entrada al Núcleo. Habían pasado siglos desde que alguien se había atrevido a abrir la pesada puerta de hierro que sellaba la conexión con la capilla oculta. Las marcas grabadas en la superficie, desgastadas pero aún visibles, parecían arder con una energía oscura, un recordatorio de los rituales antiguos que se habían realizado para contener el mal.
Con un esfuerzo conjunto, lograron abrir la puerta, que rechinó como si estuviera gritando por primera vez en siglos. Un viento frío y cargado de un hedor a tierra y descomposición les golpeó la cara, haciéndoles retroceder por un momento. Las escaleras descendían en espiral, perdiéndose en una oscuridad insondable que parecía absorber la luz de las linternas.
El primer tramo del descenso fue lento y cauteloso. Cada paso resonaba como un latido, y la atmósfera se volvía más opresiva a medida que bajaban. Las paredes estaban cubiertas de símbolos extraños, grabados y sellos que parecían latir con un brillo tenue, como si fueran venas de un organismo viviente. Sophie no pudo evitar tocar uno de los símbolos; su piel se erizó y un escalofrío recorrió su cuerpo. Sentía que los muros la observaban.
"Estamos cerca", dijo Victor, su voz amortiguada por la creciente presión de la oscuridad. "El Núcleo está justo debajo de la capilla. Todo lo que hemos visto hasta ahora no es más que la periferia."
Cuando finalmente llegaron al fondo, se encontraron frente a una enorme puerta de piedra. Era aún más antigua que la mansión misma, cubierta de inscripciones en un idioma que ninguno de ellos podía leer. El material parecía pulsar, como si estuviera vivo. Victor sacó un pequeño cuchillo ceremonial que había traído consigo y lo levantó frente a la puerta. "Esto fue usado en el último intento de sellar el Núcleo", explicó. "Hay que hacer un sacrificio de sangre para abrirlo. Solo así se puede entrar."
Emily y Sophie intercambiaron miradas. El miedo era palpable, pero también lo era la resolución. Victor se hizo un pequeño corte en la palma de la mano y dejó que su sangre goteara sobre la superficie de la puerta. Los símbolos comenzaron a brillar con una intensidad creciente, y la puerta se abrió con un rugido ensordecedor, revelando un pasaje aún más oscuro y profundo.
El Núcleo era una vasta caverna que no tenía fin visible. La oscuridad era casi tangible, moviéndose como un mar inquieto bajo una niebla espesa. En el centro, una figura amorfa se alzaba, apenas visible a través de las sombras. La entidad no tenía una forma definida; era una masa de pura oscuridad y odio, una manifestación del sufrimiento acumulado de siglos.
Victor, Emily y Sophie avanzaron lentamente, sintiendo cómo la entidad se agitaba ante su presencia. Voces susurraban desde todas direcciones, algunas familiares, otras desconocidas, todas llenas de dolor. La entidad estaba consciente de ellos, y su odio era palpable.
"Este es el corazón del vínculo", murmuró Victor, señalando una estructura oscura y retorcida en el centro del Núcleo. Parecía un árbol seco y retorcido, pero sus ramas estaban hechas de huesos y carne marchita. "Es lo que mantiene a la entidad atada a la mansión. Si logramos destruirlo, romperemos la conexión."
Pero antes de que pudieran acercarse, la entidad reaccionó. Un torrente de energía oscura surgió de su núcleo, lanzándolos a todos hacia atrás. Victor sintió una presión abrumadora en su mente, imágenes de sus antepasados sufriendo, atrapados en un ciclo interminable de horror. Emily gritó mientras era arrastrada hacia una visión de su padre, rodeado de sombras que lo consumían. Sophie, luchando por mantenerse en pie, vio a Eliza y Elisabeth, sus rostros torcidos por el dolor y la desesperación, extendiendo sus manos hacia ella.