Elizabeth
Miraba al pequeño niño enfrente de mi, aún tenía una ligera duda de la historia, ¿Porqué se llamaba "la historia del rey"?, no tenía nada que ver con un rey, o ¿tal vez si?.
¿Me la habrá contado bien?, de cualquier forma era la historia que me contó Chars, lo mire sobre la camilla descansando plasidamente, últimamente nos estaba preocupando su salud, ya que está estaba decallendo con más fuerza cada día que pasaba, tomé uno que otro apunte y lo colgué al final de la camilla.
Mire el reloj el cual marcaba las 11:34 de la noche, faltaba poco para la rotación de los guardias. Este pueblo tenía mucha seguridad, al igual que casi todo era extraño pero da igual.
Yo no era de aquí solo vengo a cumplir con mi trabajo, yo era de Lost Moon, un pequeñísimo pueblo que se hallaba en la nada.
Y aunque antes de venir aqui no pude encontrar este pueblo de ninguna manera, me preguntaba por qué estaba tan alejado de la civilización, este lugar estaba rodeado de puro bosque y solo eso.
Si me preguntaban, ¿Elizabeth estás agusto?, yo les respondería que si, todo aquí es tranquilidad, me recordaba a mi nula infancia, recuerdo que cuando era más chiquita jugaba en el bosque y tenía un pequeño Huski, y aunque no recuerdo mucho de aquella infancia, me recuerdo feliz y alegre, el bosque de día se mira hermoso, pero de noche parece un bosque encantado.
Sentí un ráfaga de viento, y en un instante sentí un escalofrío que recorrió por toda mi espina dorsal.
Alguien me toca el hombro sacándome de mis pensamientos, cuando volte a ver quién es, me sorprendo de ver a un hombre alto, nunca lo había visto, su presencia me da escalofríos, pero sin duda era un hombre bello e intrigante.
Su mirada era escalofriante pero atrayente, eran como un imán, brillaban con intensidad, pero aún así no dejaba de ser un desconocido.
Di un paso así atrás y el hombre solo me miro expectante, como si analizará mi siguiente paso a dar. El se enderezó en su sitio y guardó sus manos en los bolsillos de su pantalón.
—¿Eres la enfermera en turnó?
Dios su voz, era tan ronca y varonil.
—A si es.
—Me puedes decir dónde está Chars Worked .
—Depende.
Respondí mientras la desconfianza se apoderaba de mi contestación y el desconcierto junto a la belleza de este hombre se apoderaba de mi mente un poco perversa. Su rostro no mostró nada sin embargo parecía que por sus ojos echaban lumbre.
—¿Depende?, no depende de nada, si te digo que me digas dónde está, tu sin vacilar y sin negar me dirás donde se encuentra.
No mostraba indicios de enojo pero su voz si estaba cargada de ello, y aquello era un poco seductor.
—Mire...—Lo miré queriendo saber su nombre pero solo se quedó callado—Si no le digo donde está es por algo y si digo depende de mí, es por qué no se le da la información a cualquiera.
Una pequeña sonrisa se formo en su rostro, pero así como la mostró se esfumó. Preste un poquito de atención a su persona, era alto muy alto, si acaso media un metro con noventa y pico, su complexión era grande, hombros grandes y su ropa era algo extraña parecía de tiempo atrás, lo peculiar era que en su espalda colgaba una capa, una capa que se miraba de seda, atado a su cuello, atada a una fina línea que se quedaba fija en un dije.
Su mirada se puso más oscura e electrificante
—Yo no soy cualquiera soy tu due...
Iba a terminar de decir algo pero fue interrumpido por el encargado del hospital, me fulminó con la mirada y en cuanto estuvo enfrente del hombre en cuestión le dio una reverencia.
—Buenas noches, mi señor.
¿Mi señor? Que está pasando aquí, acaso el hombre de enfrente mío es alguien importante, pues no lo creo, tiene muy mal genio y es mal educado, y guapo, pero, osa hablarme como si fuera una tonta que no se acatar órdenes.
—Buenas noches Fausto.
El doctor me miro de reojo y de pronto entendio que interrumpió algo.
—¿He interrumpido algo mi señor?
—No, solo quiero saber dónde se encuentra el paciente Chars Worked—Con su dedo apunto asía mi persona—Pero está, no me quiso decir dónde está.
Lo mire indignada como se le ocurre decirme "está" como si no fuera nada.
—"Está" tiene nombre y adivina qué—apunte a su pecho—Esta prohibido dar o decir información de un pasiente.
Maldito idiota—Pensé.
Su cara se transformó en asombro y el encargado empezó a sudar, como si tuviera miedo de su reacción.
—Creo que ocurre un malentendido aquí, mi señor ella es Elizabeth la nueva enfermera, y ha llegado no hace mucho desde la última vez que usted estuvo aqui, por lo cuál nadie le informo de usted o más bien de nosotros...
Lo último lo dijo en un susurró, pero audible para mí, pero ¿Cómo que nosotros?
—Ya veo.
Paso por mi lado pero viéndome de reojo.
—El joven Chars está en la habitación 249 mi señor.
El hombre asintió y se alejo de la recepción. Por mi parte me quedé muda pues el jefe solo me miro con pena y miedo mezclados en sus ojos, no paraba de sudar.
Llevo casi 6 meses aquí y nadie me informo de el señor.
—¿Quién es el?
Pregunté curiosa pero molesta por su pésima actitud. La curiosidad cruzó por mi.
—Es el rey.
Y así sin más se alejo por el mismo camino del hombre desconocido. Este pueblo está loco, ¿Cómo que es un rey?, habían pasado siglos desde el último rey en este planeta.
Dejando de lado todo esto embroque cerré la libreta que tenía en mis manos, camine al área de descanso y tome mi pequeña bolsa, guarde mis castas cosa y empredí por la salida.
Tomé la misma ruta hacia mi casa, la luna estaba en todo su esplendor, con brillantes alumbraba hasta lo más chico de este bosque.
Mientras caminaba, mi mente se inundó del rostro de aquel hombre cuya persona era un poco enigmático, sus ojos brillosos y oscuros me causaban un poco de escalofrío sentía como si ya los había visto antes, pero no sabía de dónde.
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Editado: 24.04.2024